La Jornada 1 de noviembre de 1998

Renace la hipótesis del crimen de Estado en el caso Marilyn Monroe

Pablo Espinosa Este 15 de octubre empezó a circular profusa y simultáneamente en Francia e Inglaterra el libro de Don Wolfe titulado Marilyn Monroe, investigación sobre un asesinato, que reaviva la hipótesis de crimen de Estado, contraria a la oficial, de suicidio.

Así como la revista estadunidense Rolling Stone dedica sus recientes dos entregas a la nueva novela de Tom Wolfe (el número de octubre incluye, en exclusiva, un adelanto), la revista parisina L'Express consagra 21 de las 84 páginas de su edición actual, la número 2467, incluída la portada, al extenso reportaje de Don Wolfe, quien a diferencia de Tom Wolfe no es ni novelista ni escritor, pero muy ligado a la industria fílmica y dedicado, durante años, al mismo objetivo: documentar la hipótesis de crimen político.

Además de fragmentos del libro de Don Wolfe, L'Express estructura una historia encadenada entre la literature noire, el folletín y el periodismo político. Además de los recuadros y los apoyos documentales, las fotografías son espectaculares en cuanto capturan escenarios de la desolación: la mirada de Marilyn postrera, la habitación del crimen. Y su mejor amigo: el teléfono. Entre esas fotos destacan las de la última sesión, tomadas por Bert Stern en junio de 1962 en el hotel Bel Air de Los Angeles y de las cuales publicamos un ejemplo en esta página.

Don Wolfe sostiene su relato en el estilo novelado de las investigaciones periodísticas, muy a lo Tom Wolfe, por cierto. Apoya su hipótesis en un par de detalles, que L'Express destaca así en recuadros: Une petite ecchymose sur la fesse gauche'' (un pequeño moretón sobre la nalga izquierda) y ``Ses secrets dans un cahier rouge'' (sus secretos en un cuaderno rojo, que los periodistas de L'Express sugieren equivalente al vestido azul, moreteado de semen presidencial, de Monica Lewinsky).

A partir de ahí trenza Wolfe, olfato lupino, el juego de contradicciones entre los documentos oficiales (el acta de la autopsia, los veredictos finales) y los testimonios de testigos, vertidos en fechas tan distantes como el momento inmediatamente posterior a la muerte de Marilyn (``dijimos eso porque eso es lo que debíamos decir'') y los de madurez de los declarantes (``estoy lo suficientemente viejo como para seguir ocultando la verdad''). En medio de ello, el intríngulis político.

Así como hay eme de Marilyn, hay K de Kennedy, y eme de muerte

En el difícil lindero del lavadero, Wolfe hilvana intríngulis: Jack, es decir John F. Kennedy, había decidido terminar su relación con Marilyn. Ella llamaba con incómoda insistencia a la Casa Blanca, para tranquilizar a ``la mujer despechada''; Johnnie envió a Bobby, su hermano, correo incómodo al mismo tiempo que infructuoso: los micrófonos ocultos, hechos instalar por Jimmy Hoffa -enemigo político de los Kennedy- documentan frases indignadas de la Monroe: ``me siento utilizada, un pedazo de carne''. También había mandado Hoffa poner micrófonos en la casa del actor Peter Lawford, cuñado de Jack. Las grabaciones -uno de los deportes favoritos de los gringos- acusan jadeos coitales de Jack y M pero también de Bobby y M.

La investigación de Don Wolfe culmina así: la tarde del sábado 4 de agosto de 1962 llegó Bobby a casa de la criatura frágil, una vez vulnerado su punto delicado: su terror al rechazo. Regresó en la noche, luego de amenazas mutuas, acompañado de dos hombres. Le fue suministrada, vía intravenosa y en presencia del entonces ministro de Justicia, Robert Kennedy, ``una dosis capaz de matar a 15 gentes''. Desaparecieron entonces todos los papeles, incluido el célebre cuaderno rojo, que era el diario de Marilyn, conteniendo ``secretos de los Kennedy. Secretos peligrosos''.

Era la noche del sábado. La historia oficial dice que Marilyn murió en domingo.