La Jornada 1 de noviembre de 1998

Mis fotos y mis canciones coinciden en tratar temas banales: David Byrne

Merry Mac Masters, enviada, Oaxaca, Oax, 31 de octubre ``Algo inocente'' es como David Byrne (Escocia, 1952) siente, a veces, aquel ojo suyo que mira por el visor de la cámara. ``No siempre desecho las cosas. Decir, oh, aquello es sólo esto o eso no es más que eso. A veces logro mirar algo y realmente disfruto verlo. Tal vez sea una bendición poder mirar las cosas de esa manera''. Aunque el músico y fotógrafo radicado en Nueva York niega estar siempre viendo recuadros, reconoce que ``a veces'' sí lo hace. Lo suyo es, indudablemente, un ojo privilegiado que combina con un buen sentido del humor.

Un ejemplo de lo anterior es la fotografía que realizó el año pasado en Jacksonville, Florida, donde unas cortinas amarillas, que cubren una puerta de vidrio, contrastan con un alfombra de tonos verdes. ``El cuarto de conferencias tiene acceso a un estacionamiento. He encontrado que a veces cuando retrato lugares así, que son muy mundanos, la extrañeza allí contenida se hace más aparente en la fotografía. Creo que estos cuartos son realmente lugares fuera de lo común. Fueron hechos para los seres humanos, pero éstos no se sienten cómodos allí (risitas)'', dice Byrne a modo de explicación de la imagen de brillante colorido, como todas sus fotografías, con la cual hemos iniciado el recorrido de la primera de las tres salas que comprenden su exposición Fe, inaugurada la noche del pasado viernes en el Centro Fotográfico Manuel Alvarez Bravo, de la ciudad de Oaxaca.

A esta parte de la muestra se le ha puesto Espacios vacíos, algo que efectivamente le ``obsesiona''. En su ``colaboración'' con Laureana Toledo, curadora de Fe, no se realizó un proyecto específico a partir de las salas del CFMAB, sino que, más bien a partir de una revisión de su material fotográfico, se dio cuenta que mucho era de lugares vacíos.

Una cafetería emblemática

Sigue la imagen de una cafetería sin ocupantes. ``Es la del Monasterio de Monserrat, cerca de Barcelona (España). Claro, uno no se da cuenta (risitas). A mí me pareció maravilloso ir a esa bella montaña para ver el relicario, y retratar la cafetería (carcajada). Tal vez pensé que la cafetería era emblemática de la transformación sufrida por el relicario. Parece un comedor europeo oriental''. En seguida, tres paredes y un piso parecen flotar. ``Ese fue un cuarto donde mostré unas fotos en Tokio, Japón. El diseñador lumínico del museo sugirió colocar las luces en el piso, así que hice un retrato del cuarto antes de colgar las fotos. Me parecía un lugar completamente surreal. Se trata de un museo pero, como suelen hacer en Japón, está ubicado dentro de un almacén''.

No todas las fotografías de Byrne, fundador en 1977 del grupo de rock Talking Heads, remiten a una historia. En una de las grandes placas un espejo refleja la cortina de enfrente. Otras, no obstante, extraen explicaciones que todavía producen asombro en la voz del artista. Así pasa con Casa recién pintada, cerca de Venus, Texas, de 1985: ``hice una película llamada Historias verdaderas, y quería que uno de los personajes viviera en una casa sin nada alrededor. Sabía que podía encontrar casas de esa zona. Era una casa habitada, pero la usamos para la locación. A mí me pareció extraordinario que esa gente haya construido su vivienda sin ningún árbol a su alrededor para protegerla del viento y del sol. Claro, esto me gustó. Parece un juguete, y el paisaje como si se hubiera hecho por un niño. El horizonte es sólo una línea recta, no hay nada, es como estar en la luna''.

Viajero incesante (lleva su cámara en su mochila roja), tanto por trabajo como por gusto, Byrne opina de ese mundo construido por el hombre que se ve reflejado en sus imágenes: ``Mucho de ello es bello, porque no tiene mucho sentido. Creo que las personas quieren pensar que construyen cosas motivadas por razones racionales y razonables, pero la mayor parte del tiempo no lo hacen así. Actúan por impulsos animales. Los resultados a veces son extrañamente bellos, en otras ocasiones ridículos, pero eso me gusta''.

--A muchas personas no les gusta el mundo en que viven.

--Claro, hay muchos problemas, pero no se le critica a un perro por ser como un perro, entonces, no se le puede criticar a las personas por ser como son. Muchas cosas que hacen es sólo porque son personas actuando como tales.

--Pero hay personas y personas.

--Sí. Y supongo que tendremos que hacer lo posible para asegurar que no destruyan demasiado, porque son mucho más fuertes, tienen mucha más tecnología que los perros (risitas), cosa que los hace un poco más peligrosos.

La sala contigua a Espacios vacíos lleva por título Cuarto concurrido. Sus habitantes son un sinnúmero de fotos también en color, aunque de menor formato, colgadas, a manera de un montaje, una en torno a la otra. Sus contenidos son tan abigarrados como su aspecto general. Para Byrne el horror vacui, al que son tan afectos los mexicanos en sus altares e iglesias, viene a ser una especie de Zen al revés: ``al jardín Zen se le limpia de todo con la idea de tal vez poder pensar y ver con mayor claridad. Para mí se obtiene el mismo efecto diciendo `intentemos meter todo lo de este mundo en este altar o en esta iglesia'. Así se verá, como todo en este universo, con todo bullendo en el mismo espacio. De alguna manera al igualar todo, arrojándolo junto, es como si nada tuviera ya significado. Todo se ha vuelto nada. Así está en el mismo plano que la vacuidad del otro tipo de espacio''.

Fue el arte gráfico y no la música lo que llevó a David Byrne a la universidad. Estudió tanto pintura como grabado y fotografía. En cierto momento comenzó a hacer fotos con negativos ``encontrados'', del tipo de un ``mercado de pulgas o de una casa cuando los ocupantes la dejan''. Le interesaban más los montajes y el hallazgo de cosas que tomar ``bellas imágenes''. Eran los años 70 y había arte conceptual que empleaba la fotografía. Eso le resultó emocionante, porque la imagen se utilizaba a la manera de los periódicos, los boletines científicos o los manuales instructivos, como un testimonio de algo, y no en términos artísticos. Ese tipo de trabajo lo influyó. Más adelante vio el de otros fotógrafos como el estadunidense Bill Eggleston, uno de los primeros en trabajar con el color. Durante mucho tiempo las imágenes en blanco y negro eran aceptados como arte, pero las de color no lo eran. ``El color era algo que usaban los turistas o las personas para retratar a sus familias, pero no era aceptado como un medio de expresión. Claro, yo no estaba de acuerdo con eso''.

Pronto, Byrne también se cambió al color. Alguna vez quiso trabajar de nuevo con blanco y negro, pero dice ``no entenderlo''. Además, califica el trabajo que ha hecho en ese medio como ``terrible'', que ``no funcionó'' y era ``aburrido''. Al mismo tiempo que realizaba sus estudios artísticos, tocaba con amigos, sin pretensiones de una carrera, sólo por diversión. Pero siempre estuvo presente la fotografía, incluso cuando sus actividades musicales cobraron mayor éxito. En una ocasión alguien le dijo que hacer fotos era una manera de ``pensar visualmente''. Así que igual que a veces uno ``hace anotaciones en papel o elabora ideas musicales, también la cámara equivale a un modo de pensar''.

--¿Ejerce la música alguna influencia en su fotografía o viceversa?

--Eso lo desconozco. Lo que sí sé es que

ambas comparten el hecho de tratar temas banales o cosas muy cotidianas, como algunas de mis canciones y muchas de las fotografías. Pero la manera en que lo hacen puede ser muy diferente.

Fue hace sólo cuatro años cuando Byrne exhibió sus fotos por primera vez. Si no lo hizo antes fue porque ``tenía miedo que me fueran a criticar por ser un músico mostrando fotografías. También tenía miedo, porque no estaba muy seguro de cómo dar a conocer mi trabajo. Sí sabía que lo quería exponer de una manera diferente a como normalmente se muestra la fotografía''.

Poco común resulta el montaje de la útima sala del CFMAB. Objetos sagrados, de origen netamente conceptual --``todo está más o menos estudiado antes de retratarlo''--, gira en torno a enseres de auténtica veneración o de estima personal. Al iluminarlos de la misma manera, ``todos parecerían tener atributos especiales''. Un trozo de azufre, una pesa, una piedra, pinzas, un zapato de niño, una placenta humana, un cuenco con plumas, una muela, una ofrenda a Ochún, un martillo, un cuchillo roto, unas cápsulas medicinales y un fardo también medicinal son los objetos que han sido colocados sobre terciopelo rojo o azul, para ser fotografiados y, luego, colgados dentro de unos elaborados marcos dorados. Byrne procura exhibirlos en un cuarto ``lo más oscuro posible, como si se entrara a una iglesia''. En el CFMAB cada cuadro se ilumina individualmente; una vaporosa tela negra cubre cada una de los dos accesos.

Entre todos esos objetos, Byrne le da un especial significado, ``obviamente'', al frasco con placenta de su hija, que guarda en el refrigerator, aunque ``debería enterrarla en el jardín''. La piedra, por su parte, cobra importancia para el artista en la medida que se considera el ``lugar donde reside el dios o la diosa en la santería'', y resguarda dentro de un recipiente. Pero también tiene que ver con la idea oriental de que ``algo tan sencillo como una piedra redonda pueda ser bello y poderoso''. Si el entrevistado menciona a la santería es porque se interesa por las religiones del Nuevo Mundo, que se han salido de influencias africanas, indígenas, europeas, todas mezcladas''. Continúa: ``en general son religiones que emplean mucha danza, música y trance. También tiene que ver la comida, los altares, los trajes. Son cosas que existen en muchas religiones, pero en aquellas eso es muy poderoso. De esa manera es como un espectáculo de rocanrol no es tímido. Con eso me puedo identificar''.

(Fe, muestra de 141 fotografías en color, de David Byrne, se exhibe hasta el 15 de enero en el Centro Fotográfico Manuel Alvarez Bravo, Murguía 302, Oaxaca, Oaxaca.)