La Jornada domingo 1 de noviembre de 1998

Arnaldo Córdova
¿Gobernar desde el centro?

Todos sabemos, sólo que muchas veces lo olvidamos, que la geometría política heredada de la Revolución Francesa, que dividía las fuerzas en lucha por el poder del Estado en derecha, izquierda y centro (o pantano), es tan inexacta como engañosa. Para empezar, nadie ha podido, jamás, definir con precisión a qué corresponde cada una de esas posiciones. Luego, habría que considerar que lo que hoy llamamos centro no coincide en nada con lo que era el pantano (o reacción termidoriana, como la llamaron los radicales franceses del inicio de la época napoleónica).

También sabemos, aunque a veces gustamos de hacernos tontos, que los partidos de clase ya no existen en ninguna parte del mundo, aun en el caso de los que todavía llevan siglas tradicionales. Imaginarse que las posiciones de derecha y de izquierda significan definiciones clasistas, mientras que las de centro no, es un engaño teórico y práctico válido sólo para bebés. La verdad es que la geometría política de la Revolución Francesa ya no sirve casi para nada. Y yo diría que ya no sirve, sobre todo, para definir lo que hoy se tiende a llamar centro.

Manuel Camacho ha bautizado a su partido como de ``Centro Democrático'' y, con ello, quiere darle un doble significado. Por un lado, sería el partido que está alejado de cualquier posición extremista; por el otro, sería un partido que quiere hablar a todos y a ninguno en particular. Cuando se dice que un partido quiere expresarse para que todos lo oigan, se quiere significar que es de centro, o sea, que lo mismo desea dirigirse a los sectores políticos de izquierda que a los de derecha. Identificar al centro con una posición por encima de las clases es, sin embargo y desde mi punto de vista, una verdadera tomadura de pelo. Y veamos el porqué.

En la política moderna, de hoy en día, toda organización que pretenda hablar sólo en nombre de o dirigirse sólo a un determinado sector social está perdida. En estos tiempos, ninguna clase social garantiza por sí sola el acceso al poder del Estado. Un partido debe saber dirigirse a todos y pretender representar a todos. Y ello, mediando el hecho de que el poder político se obtiene sólo a través de elecciones y, también, el hecho de que un gobierno se debe hacer para todos y no sólo para unos cuantos o para un solo sector de la sociedad.

Eso no quiere decir, de ninguna manera, que los partidos pierdan su identidad. Ellos pueden seguir siendo de izquierda, derecha o centro, si se quiere mantener la mencionada geometría. Sucede sólo, como decía Marx, que todos los que pretendan gobernar a la sociedad deben demostrar que los intereses por los cuales luchan pueden presentarse como los intereses legítimos de toda la sociedad, sin exclusiones. Eso depende de las ofertas de cada partido y no implica, en absoluto, que signifique que todos se recorran al centro.

Si de algo sirve todavía la mencionada geometría es para distinguir las diferentes posiciones ideológicas de los partidos y no para significar una forma diferente de ejercer el poder, lo que, por lo demás, está ya establecido en la Constitución. Esas posiciones ideológicas pueden o no tener un sentido concreto respecto a las diferencias de clase que se procesan en la lucha política. En todo caso, no son de ninguna manera relevantes en lo que concierne a la obtención y al ejercicio del poder. Aquí lo que cuenta es el voto ciudadano.

Yo podría postular que el PRI es un partido de derecha, que el PAN es un partido de centro y que el PRD lo es de izquierda. Pero eso sería válido sólo por lo que toca a los intereses que tiendan a prevalecer en el seno de cada uno de esos partidos. Una vez llegados al poder, cada uno de ellos tendría que gobernar por encima de los intereses particulares que preconizan, por el simple hecho de que la misma sociedad en la escena política les presentaría demandas que no estaban en sus programas o que sus intereses parciales no considerarían.

Gobernar para todos no quiere decir ``gobernar desde el centro''. Se tiene que suponer que desde la derecha, desde el centro o desde la izquierda se debe gobernar para todos. De otra manera, la política no tendría sentido, y si hay algo que tiene sentido en estos días, eso es la política. Los que se llaman de centro no tienen ningún título para proclamarse los mejores. Todos lo pueden hacer bien, sólo basta que, de verdad, sepan gobernar para todos y se abstengan de imponer intereses particulares que puedan reñir con los intereses generales de la sociedad. El fin teórico y práctico de un buen gobierno es atender en todo caso a esos intereses generales. Hoy ya nadie puede darse el lujo de ignorarlos. Desde sus particulares posiciones, todos deben aprender a hablar para todos y, si llegan al poder, gobernar para todos.