Luis González Souza
Dignidad, simple dignidad
Es la economía, tontos. Con esa advertencia sobre la problemática de su país, los analistas de Estados Unidos espoleaban a los candidatos presidenciales, a principios de esta década. Transportada al México de nuestros días, esa advertencia diría así: Es la dignidad... No se hagan bolas.
Es la mancillada dignidad de tantos y por tanto tiempo, lo que han de escuchar, entender y atender los apologistas del Fobaproa y del guerrerismo en Chiapas. Es decir, los dos grandes problemas del México actual, como ya lo reconoce inclusive el embajador estadunidense en nuestro país (La Jornada, 30-X-98).
Sin embargo, las élites mexicanas no se distinguen precisamente por su capacidad de mexicanizar y actualizar sus visiones. Todavía siguen pensando que los problemas del país son sólo un asunto de macroeconomía. Todavía no advierten que el neoliberalismo ya va en retirada, justamente por su secuela deshumanizante a final de cuentas. A ese grado ha llegado la dependencia y el consiguiente atraso, en este caso mental, de nuestras élites.
No quieren o no pueden entender que la indignación de la gente está en el corazón así del Fobaproa como del conflicto en Chiapas. Por lo mismo, no se percatan de que cualquier solución de fondo tiene que respetar la dignidad de los indignados... que somos muchos y seremos más (como dicen, que algún día dijo, Espartaco).
Ciertamente, la oposición al Fobaproa tiene que ver con las millonadas de pesos que volveríamos a pagar los contribuyentes si finalmente triunfara la solución recién pactada por PRI y PAN (La Jornada, 30-X-98). Pero ése no es el fondo del problema. Pocos se opondrían a esa solución, si la nueva carga fiscal tuviese una razón legítima y un resultado fructífero lo mismo en obra pública que en garantías contra nuevos fraudes y desfalcos, al menos de magnitud fobaproína.
El problema de fondo es que la afrenta del Fobaproa tiene un origen por demás fraudulento y que, lejos de generar castigos ejemplares, busca subsanársele con la quintaesencia de la subcultura del fraude-corrupción-impunidad: el arreglo cupular y a escondidas. En su último debate con Andrés Manuel López Obrador -dirigente del PRD y el único que mantiene una posición vertical- su homólogo del PAN, Felipe Calderón, mostró ya la misma urgencia gubernamental de solucionar (enterrar) el asunto del Fobaproa, centrándose en sus vericuetos financieros y hasta burlándose de su dimensión inmoral, que es la más indignante. Más o menos dijo Calderón que a los responsables del fobaproazo, luego podremos ``darles pamba'' o aplicarles la ``ley del hielo'' (debate en el noticiero Monitor, de Radio Red, 28-X-98).
La misma insensibilidad puede advertirse en la respuesta gubernamental al conflicto en Chiapas. Todavía no se comprende el fondo de la insurrección zapatista: un reclamo desde y para la dignidad, traducible en el derecho de los pueblos indios a sobrevivir y participar como tales, y como todo mexicano, en la (re)construcción de México. Todavía se cree que el conflicto chiapaneco es un asunto de combate a la pobreza a través de limosnas pronasoleras (mismas que, por lo demás, luego se evaporan en la propia subcultura del fraude).
Y como los indios no se dejan ayudar (?) a salir de pobres (??), entonces viene esa afrenta mayor, que es el aplastamiento (para)militar. Así, el reclamo de dignidad es respondido con lo que más duele a la dignidad: el tratamiento a los rebeldes, ya no sólo como esclavos, sino como animales. De ahí la nueva escalada militar, puntualmente denunciada en los últimos comunicados del subcomandante Marcos, fechados el 27 de octubre. Y de ahí, lógicamente, el nuevo alejamiento de la paz.
Para salir adelante, México debe atender -en vez de aplastar- los reclamos de dignidad. Esta es muy difícil de definir, pero es lo único que alimenta la esperanza. La indignación ante brutalidades como el Fobaproa y la encubierta guerra en Chiapas, indican que México aún tiene esperanza. Mas no con élites que no conocen la dignidad, y mucho menos la cultivan. No con élites que sólo saben de dólares y pennies.