La intensificación de los patrullajes del Ejército en la zona zapatista a partir del 25 de octubre, su simulacro de asalto a La Realidad el día 27, los vuelos de aviones militares noche y día sobre las comunidades, hechos denunciados por el subcomandante Marcos y organizaciones no gubernamentales, sólo pueden entenderse como actos irresponsables de provocación; su propósito indudable es obstaculizar el camino a las iniciativas del EZLN para sacar el conflicto del punto muerto al que fue llevado por el gobierno hace casi tres años. Tales acciones de los militares forman parte de la tortuosa táctica oficial, de su doble discurso, a menos que estemos en presencia de una situación más grave aún: que el Ejército en Chiapas esté realizando ya su propia política frente al EZLN, lo cual no puede descartarse en modo alguno.
Los actos de hostigamiento del Ejército adquieren el significado de provocaciones, pues se inician tras el anuncio de la decisión del EZLN de reunirse con la Cocopa y con organizaciones sociales y políticas para remprender la búsqueda de caminos para la paz. Son un mensaje ominoso a los zapatistas, a la sociedad, a la Cocopa, al Congreso de la Unión. Sólo provocan la explicable desconfianza de la dirección indígena que interpreta el hostigamiento como una forma de rechazo gubernamental a sus iniciativas. Hay razones para desconfiar; nadie puede ni debe olvidar la traición del 9 de febrero de 1995, cuando el gobierno del doctor Zedillo -con la participación activa del procurador panista Antonio Lozano Gracia- tendió una trampa para detener a Marcos y a otros dirigentes del zapatismo.
En esas circunstancias es inadmisible la explicación de la Secretaría de Gobernación de que las del Ejército en Chiapas son acciones ``como las que regularmente'' realizan los militares en otras entidades del país. No sabíamos que en otros estados, salvo Guerrero, el Ejército se dedicara a vigilar y acosar a las comunidades, a realizar intensa labor policiaca. La declaración oficial leída por el señor Rabasa parte del supuesto de que todos los mexicanos somos retrasados mentales a quienes se puede hacer comulgar con ruedas de molino. En realidad lo dicho por el coordinador del gobierno federal para el diálogo en Chiapas es una forma de justificar las acciones de los militares o encubrir la incapacidad gubernamental para impedir que éstos hagan lo que se les antoje, aunque su conducta se convierta en obstáculo a medidas que buscan la solución del conflicto.
Ciertamente la Secretaría de Gobernación saludó la decisión del EZLN de reunirse con la Cocopa y organismos representantes de la sociedad, pero fueron palabras únicamente, el gobierno no dio ni un paso práctico para evitar incidentes o acciones irresponsables como las de los últimos días, siempre posibles en esa zona donde tiene lugar una guerra especial, silenciosa, de baja intensidad. Ahora ofrece garantías para el posible encuentro con la Cocopa, pero no es suficiente, no es seguro que el Ejército cese sus actividades de hostigamiento.
Tiene razón el senador Pablo Salazar Mendiguchía: no se trata de montar una escenografía de seguridad para el encuentro. Se necesitan con urgencia pasos serios encaminados a crear un ambiente de seguridad y confianza para construir nuevamente bases para solucionar el conflicto. Una medida sin la cual es imposible el restablecimiento de una dosis mínima de confianza es la desmilitarización de la zona o al menos una reducción sustancial de los efectivos -aun 23 mil soldados y mandos, cantidad que admitió indirectamente el gobierno ante los diputados españoles de Izquierda Unida, son un exceso-, el cese de sus patrullajes innecesarios e injustificables; al mismo tiempo acabar con los grupos paramilitares creados a la sombra de los gobierno federal y estatal. Pues más vale un paso práctico de parte del gobierno que los discursos del doctor Zedillo o el palabrerío del señor Rabasa, quien ha demostrado hasta la saciedad su incapacidad; es sólo un peón.
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