La Jornada 28 de octubre de 1998

Museo de la Ciudad de México, sitio de escaso rostro y mucho nombre

José Angel Leyva, especial para La Jornada/I Ť Cuando alguien escucha hablar del Museo de la Ciudad de México suele reaccionar con desconcierto, confundiéndolo con otro o pensando en un nuevo centro cultural. Pocos capitalinos saben que se trata de un recinto con más de 30 años de existencia y que se ubica en Pino Suárez 30, en el edificio antiguo conocido como el palacio de los condes de Santiago de Calimaya, en el corazón de la urbe.

Es esta la realidad de un museo con mucho nombre y poco rostro, casi sin identidad, que nació en la megalópolis, cuando los capitalinos no tenían derecho a participar en la elección de sus representantes, cuando la ciudad era presa de un sistema político que negaba la existencia de los ciudadanos y de la urbe misma, allá por los años sesenta.

El museo careció de sentido desde sus orígenes, pues nadie pudo explicar sus objetivos museográficos, cuál era la lectura que proponía al público local y foráneo. En ello coinciden la actual dirección del recinto, el Instituto de Cultura del DF y algunos especialistas que trabajaron en la pasada administración. Justamente en tal indefinición e ``inexistencia'' es que el instituto pretende erigir su emblema, el centro de su lenguaje desde donde se irradie a todos los puntos de la metrópoli el espíritu y las acciones de su gestión, la primera en la que los capitalinos hacen efectiva su mayoría de edad. Allí, en el Museo de la Ciudad de México, finca gran parte de sus reflexiones en torno de qué es la urbe, su cultura, su museo, su historia, sus búsquedas.

Muchos se preguntarán ¿dónde está dicho museo?, y ¿qué es? Con esa inquietud asistimos a una reunión, un lunes, con el nuevo y viejo personal que labora en el Museo de la Ciudad de México.

Un problema de definición

Conrado Tostado, nuevo director de la institución, responde a la interrogante señalando que en el nombre del museo está implícita una aspiración. Pero, insistimos, ¿qué significa que hoy, con las dimensiones y la complejidad de la urbe, en contraste con las posibilidades físicas del viejo palacio, aún se llame así?

``Cuando el tema es la ciudad misma y ésta ha adquirido una magnitud como la actual --señala Tostado-- debemos reconocer que rebasa con mucho las capacidades físicas del inmueble. Hasta hace muy poco era el museo de historia de la ciudad. Pero aquí nos enfrentamos a un problema conceptual, ¿qué es la historia de la ciudad?, ¿de qué historia se va a ocupar para abarcarla? Pienso que el conjunto de museos capitalinos dan cuenta de la vida de la ciudad de México. Entramos a un problema de definición de lo que ha sido y debe ser. ¿Un museo de historia, de arte, de urbanismo, de la historia política, de culturas populares, del Estado? Es la interrogante inmediata y para lo cual organizamos un seminario. Una vez que se decida el carácter del museo, estamos obligados a cuestionar si el recipiente, el lugar que hoy ocupa, un palacio barroco, es el sitio adecuado para contener sus objetos y para desarrollar sus actividades. Mientras respondemos a tales preguntas y definimos sus posibilidades reales, trabajamos para que el museo sea de arte, de historia, de la colectividad, que nos muestre las relaciones con la ciudad.''

La explicación del funcionario, quien depende del Instituto de Cultura, intenta aclarar el hecho de que además de cumplir con las tareas de un museo en el sentido tradicional del término, un lugar donde se exponen objetos, sea el centro de operaciones de una serie de actividades extramuros relacionadas con la política cultural para la ciudad de México, como el programa La calle para todos.

Sin embargo, ¿en dónde están los límites de las funciones específicas del museo con las del instituto? La responsable de organizar el seminario, Ana Elena González, explica que estudian las posibilidades museológicas del siglo XXI, que incluyen trabajos de campo o extramuros y que sí buscan definir no sólo sus límites, sino las interacciones con las diversas actividades o programas del instituto. ``Nuestro plan tiene mucho que ver con una idea central, que es legitimar un valor que son los bienes del patrimonio vivo. Por ejemplo, el tema del agua. Qué beneficios o qué perjuicios causan nuestras relaciones con el agua'', insiste la museógrafa.

En opinión de Patricia Montaño, coordinadora del proyecto de exposiciones temporales en los barrios, es importante entender que los museos actuales ya no tienden a ser sólo casas donde se muestran colecciones sino organismos que interactúan con la comunidad. Para ella, la definición del tipo de museo podrá salir del mencionado seminario, pero considera que tenemos una gran riqueza en la población de la urbe, que no sólo incluye a los nacidos en esta ciudad, sino a las grandes comunidades venidas de todo el país y del extranjero.

``Son escasos los visitantes del museo -reconoce Montaño. Nos proponemos, entonces, que asistan para mostrar sus expresiones y a nutrir los contenidos del recinto: sociales, históricos, culturales, artísticos.''

El proyecto del museo en los barrios implica identificar un sujeto colectivo y un espacio urbano que ha resistido las agresiones de la modernidad. Se intenta que confluyan la cultura local con el arte contemporáneo, que artistas y escritores acudan a los barrios y participen con los colonos. El programa incluye desde la realización de actividades en centros de reunión vecinales (panaderías y misceláneas), además de conciertos de campanas en los que participan la Arquidiócesis de México y el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Musical (Cenidim), hasta un coloquio internacional de artes de la calle, con el Centre National des Arts de la Rue, del Ministerio de la Cultura de Francia.

Tostado reitera: ``nosotros somos el instituto, estamos dentro de éste. Así que no podemos pensar en límites sino en puntos de coincidencia con otros grupos que trabajan dentro del mismo con proyectos orientados a `La calle para todos'''.

Buscar un guión

En la búsqueda de definiciones y de identidad del museo, se proyecta invitar a una treintena de personajes de distintas disciplinas para que aporten sus opiniones y su experiencia sobre cuál deberá ser la ruta a seguir. Teóricamente, del seminario saldrán las respuestas para saber qué tipo de museo se necesita impulsar, si será sólo del Centro Histórico, si estará ceñido a la historia de la ciudad y qué historia privilegiará; si es preferible construir uno nuevo de mayores dimensiones y más moderno que el actual, tal vez en el cerro de la Estrella o en el Ajusco; o crear un corredor museístico en el barrio de La Merced con otros museos similares en las delegaciones.

¿Qué es un museo de la ciudad?, es la pregunta inicial que deberán responder arquitectos, historiadores, periodistas, directores de teatro, museólogos, poetas, periodistas, artistas, geólogos, museógrafos, astrónomos, urbanistas, entre otros, para luego abordar el tema de qué es la ciudad, esta urbe que se salió del primer cuadro, del Cuadrante de la Soledad en el que José Revueltas instaló a sus personajes, arquetipos de la pobreza, la injusticia y la marginación.

La gran mancha urbana que desbordó la escena cultural y política de los años cuarenta para dejar sólo la soledad multitudinaria del comercio y la nostalgia de un centro intelectual: el viejo cascarón histórico considerado como ``la ciudad'' en el decenio de 1940.

Sin embargo, ese vientre de donde parten la masificación y el exceso, las plagas de la modernidad en el subdesarrollo, como las califica Fernando Benítez en su Historia de la ciudad de México (Salvat), o la nueva colonización demográfica, nos obligan no sólo a replantear la historia, sino a descubrirnos, a preguntarnos ¿qué es lo que deseamos? y ¿qué es lo que podemos?

El historiador Carlos Aguirre es autor del guión museográfico del Museo de la Ciudad de México, a petición de la directora de entonces, María Amparo Clausell. Aguirre está considerado para participar en el seminario, pero no comparte la idea de convocar a un grupo multidisciplinario para discutir sobre el futuro del recinto, pues está convencido de que sólo los especialistas y las personas con experiencia en museos son los que pueden y deben debatir. No es posible, en su opinión, que por el hecho de ser escritor o intelectual se habilite a alguien, por reconocido que éste sea, para que influya en el destino del museo.

``Se necesita un guión, no que alguien sepa hacer libros -agrega. Son trabajos totalmente diferentes. Un guión es algo específico. Un museo es complejo porque intervienen diversos profesionales, pero hay alguien que determina la función y los medios como éste debe cumplir sus objetivos. Un museo de historia no está hecho por el historiador, sino por los objetos, por su acervo, por sus políticas de adquisición de colecciones, pero aun así éstos no hacen el museo, ni tampoco el guión histórico, porque es a final de cuentas el museógrafo quien coloca las piezas siguiendo muy de cerca la idea del historiador y elabora la lectura que se ofrece al visitante.

``Estoy en favor de la discusión, pero hay que fijarse muy bien en lo que se va a discutir y en quiénes van a debatir. Primero se trata de saber si el recinto es o no un museo de la ciudad, como fue su idea original, y si es o no un museo de historia. Una vez definido este punto, se puede discutir cómo se cumplirán sus funciones.''

La historia está por hacerse: Aguirre

``Es urgente la reflexión sobre esa otra pregunta inaugural: ¿qué es la ciudad? -continúa el historiador. Sobre todo hoy que existe un cambio sustancial en su vida política, que impactará en todos los niveles de su estructura y formas de convivencia. El recinto nació con la desventaja obvia frente a los museos nacionales, con un sistema político en el país que determinaba la centralización y con un régimen que no daba lugar a que la ciudadanía eligiera a sus gobernantes. En ese sentido se vivía una contradicción, por un lado una urbe con privilegios de ser el centro político-económico-cultural, y por otro, el ser una ciudad de segunda al no poseer el derecho de decidir quién la gobernara. Así, el museo no podía ser más que el reflejo de su realidad, un recinto de segunda. Naturalmente, el personaje es la ciudad.

``El reconocimiento de ésta es el reconocimiento de nosotros como ciudadanos, del derecho a elegir a nuestros representantes. No hay un concepto claro de lo que es la ciudad de México y nos preguntamos, ¿qué museo necesita? Para mí debe ser un museo de historia de la ciudad, que nos acerque al conocimiento del pasado para entender el presente y el futuro. Un museo en el sentido tradicional, con sus exposiciones temporales y su exposición permanente, con su acervo creciente y bien clasificado. La historia está por hacerse, no existe. Un museo es la institución, no sus intenciones políticas.''

Conrado Tostado va más allá, reconoce incluso la necesidad de reflexionar sobre el concepto mismo de cultura, sin perder de vista la tarea de construir un perfil claro de museo, que hoy no posee, y en el cual se inclina más porque confluyan el arte popular con el arte contemporáneo.

Ana Elena González aclara que la intención de sus actividades nos son pedagógicas, pero éstas sí son una herramienta indispensable para acercar y acercarse al público. Para ella, un museo no se avala por su oferta educativa, pero no debe perder de vista lo importante que es para crear puentes con la comunidad y sus identidades. La museógrafa ve en este aspecto, en la identidad, la fuerza motriz de las búsquedas actuales del museo: el descubrimiento y fortalecimiento de nuestra identidad urbana, con la heterogeneidad que ésta implica.

Físicamente el recinto es insuficiente para contener las tareas y objetivos que la presente administración le ha asignado. Por ello, el Museo de la Ciudad de México se plantea en lo inmediato como un ``polo de irradiación'' cultural hacia los diferentes rumbos de la urbe. Un museo extramuros en busca de la ciudad. El debate ya se desató y es indispensable conocer la propuesta de lo que el director del recinto denomina las cuatro ``situaciones'' del patrimonio vivo de la ciudad: el barrio, el agua, el cuerpo y el prójimo.