La Jornada 27 de octubre de 1998

Alberto Ruy Sánchez: las trampas están en la razón, no en la fe

Tiene su casa llena de artesanías mexicanas: las hay de barro, madera, papel y azúcar; de insospechados diseños y colores, asoman lo mismo en el estudio que en el comedor y él las exhibe orgulloso a sus visitantes, mientras ofrece chocolates y café caliente.

Generoso, Alberto Ruy Sánchez concede una entrevista la tarde del domingo para hablar de Los demonios de la lengua, su libro más vendido y cuya nueva edición en Alfaguara -corregida, aumentada y con espeluznantes grabados de Joel Rendón- se presenta hoy a las 19:30 horas en el bar La Llorona (Mesones 87, Centro Histórico).

Como buen cultivador de asombros, el director de la revista Artes de México y autor de Los nombres del aire, entre otros libros, colecciona además de artesanías, demonios que aguardan el momento de aparecer en sus inquietantes relatos. Por lo pronto, uno de esos demonios -el de la lengua- se volvió ya famoso, pues el volumen que se refiere a este peculiar ``monstruo'' superó los 20 mil ejemplares y es probable que la cifra crezca aún más.

-¿Por qué resulta tan seductor el demonio de la lengua?, ¿quién es ese diablo?, ¿quiénes son sus principales víctimas?, ¿cómo opera? -se le pregunta abusando de su infinita paciencia.

-Los demonios de la lengua son los que hacen a las personas creer en las certezas. Tener certezas. Estar absolutamente seguro de algo, de la propia importancia, por ejemplo; de que uno tiene la verdad, de que vale la pena morir por algo o matar a alguien por algo, ésos son demonios terribles y muy contemporáneos.

-¿Se puede vivir sin certezas, sin asideros, sin pisar terreno firme?

-Una cosa es tener terreno firme y dudar, y otra, atreverse a pasar por encima de los demás para afirmar tus certezas. El extremo de esto son los fundamentalismos, como el islámico. Los demonios de la lengua obligan a las personas a expresarse con certeza sobre las cosas y hacer guerras de palabras. Los demonios de la lengua son los de la intolerancia.

``La certeza de hacer el bien puede llevar a los seres a hacer mucho mal. Hay en este libro una crítica a la idea de que lo racional es bueno y lo no racional malo. En la fe, en cambio, no hay trampas; las personas creen ciegamente. Las trampas están en la razón.

``La certeza tiene que construirse momento a momento, segundo a segundo. No puedes tener certezas estables para siempre, tienes que cuestionarte si valió la pena lo que hiciste, si lo hiciste bien, si hay que rehacer el rumbo. La certeza hay que instalarla en el tiempo, no darle la calidad de lo eterno, porque si no se vuelve una diosa o un dios o un demonio.''

Mezclar historia y ficción

Explica que Los demonios... ``es un libro sobre la duda, porque desde el principio está presente. La intención del texto es mezclar historia y ficción, por eso hay personajes verídicos y situaciones ficticias.

``No era mi pretensión instalar la duda moral, que sí se expone; quiero hacer sentir más bien la duda de la verosimilitud del relato, y cada vez que la historia va tomando cuerpo de ficción introduzco elementos históricos verdaderos. En estos últimos años he encontrado más información sobre el personaje de José Antonio Llorente, inquisidor disidente que ayudó a que se acabara esta práctica y al que incluyo en mi libro.''

-¿Crearías un tratado de demonología?

-Tal vez. Nunca he publicado nada que no haya empezado a escribir 15 años antes y aunque he publicado uno cada año, todos están hechos de cosas que conviven mucho conmigo. Es probable que emprenda algo así, sigo con esa obsesión; continúo investigando. En Canadá recogí muchas historias de demonios pertenecientes a las tradiciones orales de los indígenas de ese país.

-¿Existen algunos demonios que te resulten más interesantes?

-El demonio de la vanidad es tremendo y divertido porque nos hace ridículos a todos. Literariamente es muy interesante explorarlo. Unos demonios más atractivos, para una obra más dramática, son los que tienen que ver con la venganza.

-¿Cuáles son tus demonios favoritos?

-Si el demonio es ángel que cayó, puede ser que haya un demonio que se convierta en ángel -o que uno lo convierta. Y el que yo salvaría es el de la lujuria, más que el de la gula, aunque es de mis favoritos.

--¿Como escritor estarías haciendo de manera particular el bien?

-Nunca se sabe. La moral no está en el mensaje que uno expresa, sino en lo que las personas hacen con él. Por ejemplo, una crítica tan interesante del islamismo como la que hace Salman Rushdie, en Los versos satánicos, los fundamentalistas islámicos la convirtieron en un acto de odio y venganza. De las cosas, una parte es lo uno hace; la otra corresponde a los demás.

``Sólo soy un artesano que toma la cuerda lisa y le da vueltas para que tenga un estilo, una estética.''

La presentación de Los demonios... promete sorpresas. No habrá comentaristas, pero sí un performance basado en el libro a cargo de la bailarina Tatiana Zugazagoitia. (Yanireth Israde)