La Jornada 27 de octubre de 1998

La música de Liszt rubricó la fiesta de Cervantes en Cuévano

Renato Ravelo, enviado, Guanajuato, Gto., 26 de octubre Ť El Festival Internacional Cervantino concluyó apabullante: los acordes de un fragmento de Canción y triunfo de Tasso, de Franz Liszt, acompañaron el despertar de una lluvia de cohetes. Frases propagandísticas del FIC se encendieron sobre la Alhóndiga de Granaditas y dieron la bienvenida a la versión 27, un espectáculo cubano que había dejado mucho qué desear acababa de concluir.

Era una mala versión de lo que el presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA), Rafael Tovar y de Teresa, acababa de referir como la ``optimización de recursos'', el uso de la imaginación: lo que se ahorraron con el grupo Síntesis y el Conjunto Folclórico Nacional de Cuba se lo gastaron en cohetes.

Tovar y de Teresa, una hora antes, al clausurar el Cervantino había recibido un fuerte aplauso que contrastaba con los silbidos que se le dieran, por vía de su representante Luis Fernando Brehm, al gobernador Vicente Fox. Para Sergio Vela, director del festival, también hubo aplausos.

Síntesis, experimento fallido

Desde temprano, la Alhóndiga se convirtió en escenario espectacular: gradas repletas de jóvenes que gritan sus regionalismos, que desperezan la noche igual la música previa de Maná que el grito de Molotov de ``¡Viva México, cabrones!''.

Esperan todos como pólvora que le anda por explotar. Es la gratitud a la generosidad de la vida, de estar en el penúltimo Cervantino de fin de siglo, con sombrero de cuernos cual vikingo, con la morra y la raza.

Síntesis ofreció apenas una probada de lo que el día anterior había brindado con esa generosidad de su propuesta afrocubana, que en yangó tiene una de sus más logradas raíces. Repitió fragmentos del programa previo. El conjunto del folclor yoruba presentó coreografías sin mucha imaginación. Igual se podría haber matado un pollo para darle más credibilidad al espectáculo.

El público busca cualquier pretexto para entusiasmarse y aunque le resulte difícil lo intenta y silba a las bailarinas del conjunto, también a los bailarines cuando salen sin camisa, un par con un extraño proyecto de panza que normalmente no se tendría.

Sólo en una canción se dio el abrazo tan común en este escenario entre público y grupo. Tenía sabroso ritmo, que daban contundentes e inobjetables ganas de moverse.

En su parte más atrevida, Síntesis intentó hacer una adaptación coreográfica de su música. El resultado que en principio era curioso, llegó a adquirir tal confianza que se lanzaron a búsquedas más fuertes, pero sin mucho tino, tanto que hubo un momento entre la música y la coreografía que sólo faltaba decir: ``y ahora con ustedes, Jorge Ortiz de Pinedo''.

Las palabras de Rafael Tovar habían definido para el próximo Cervantino ``una reflexión sobre los grandes acontecimientos artísticos del siglo XX, porque es claro que este es el festival más importante del país''. Y habló de la imaginación que optimiza los recursos limitados por la crisis.

Todos recibieron lo que buscaban, los cohetes prendieron el cielo, la raza gritó, el hecho histórico se había consumado. Las cabalgantes notas de Liszt y la bandera mexicana hecha de luces formaban un cuadro extrañamente charro, que emocionaba el más íntimo reducto nacional del corazón.