ASTILLERO Ť Julio Hernández López
El caso Tamaulipas es un adelanto de lo que espera a la política mexicana en la elección presidencial del año 2000. Los vacíos dejados por la figura presidencial están siendo llenados por las peores fuerzas del priísmo que, sin control ni castigo, están reviviendo las épocas del fraude electoral, del carro completo y del uso del aparato estatal para favorecer campañas y candidatos del tricolor.
Tamaulipas es un excelente botón de muestra, por cuanto dimensiona el alcance real de las palabras presidenciales que hablan de democracia y de respeto a las leyes mientras, en los estados, en la realidad verdadera (no en la virtual), los gobernadores se han constituido en señores feudales sexenales, cuya máxima preocupación, al final de de su ejercicio, es protegerse las espaldas, evitar indagaciones, eludir revisiones y pasar tranquilamente al ejército de impunes depredadores del dinero público.
Pero, ¿de qué asombrarse?
Ciertamente, lo que hoy sucede respecto a Manuel Cavazos Lerma y los discursos presidenciales de normalidad democrática no es ni reciente ni novedoso. Suficientes demostraciones ha dado el salinista goberndor del Golfo de su objeción tajante a todo avance político. Impuso a su delfín, Tomás Yarrington, como candidato oficial del PRI, desplegando toda una serie de artificios políticos que, para empezar, desplazaron a los favoritos del centro, Marco Antonio Bernal, Antonio Sánchez Goicochea y Diódoro Guerra.
Como jugador de casino que conociese la carga de los dados, o como bateador beisbolero que supiese de antemano el curso del lanzamiento por venir, Cavazos Lerma se anticipó y aprovechó los discursos presidenciales de presunto alejamiento de las decisiones sucesorias en Tamaulipas. Cuando los operadores de Los Pinos quisieron aplicar las decisiones superiores, se toparon con un gobernador plantado a pie firme en defensa de su cachorro. Bernal, el jefe de la misión negociadora del gobierno federal con los zapatistas, recibió así tal maltrato en la contienda interna por la candidatura a gobernador que esbozó brevemente algo parecido a una insurrección. Haciendo dupla perdedora con Bernal corrió la suerte adversa el director del Politécnico Nacional, Diódoro Guerra.Antes de la elección, Cavazos Lerma se regaló seis años de tranquilidad imponiendo sucesor.
Conservar el poder al costo que sea
Si tal hizo frente a sus compañeros de partido, lo realizado ahora en los comicios constitucionales no fue sino la crónica de un fraude anunciado. Despilfarro de dinero, abuso de poder, colusión entre poder público y campaña priísta, mapachismo doctoral: ha ganado Tomás Yarrington, y Cavazos Lerma, y el PRI, y la impunidad y la corrupción.
Es la vuelta al pasado. El PRI tramposo y cínico que los discursos dan por bien muerto. Por el contrario, allí está, vivito y coleando, en los estratagemas de Bartlett, en los dineros de las campañas de Roberto Madrazo (la anterior, para ser gobernador; la actual, para ser Presidente de la República), en los berrinches de Mario Villanueva Madrid, en el releccionismo de Víctor Cervera Pacheco, en la impunidad que José Antonio González Curi le garantiza a Salomón Azar, en las concertacesiones que cuidarán las espaldas de Chirinos y de Otto Granados, en los triunfos feudales de Cavazos Lerma.
Lo visto ahora en Tamaulipas sólo es un adelanto de lo que espera en la madre de todas las batallas electorales que será el 2000. Los grupos económicos se aplicarán a fondo para sostener el sistema que les ha dado tanto a ganar, los factores de poder económico (como el narcotráfico) encontrarán el camino para influir y tomar decisiones. En esos callejones oscuros siempre estará en lo alto la mano armada con el puñal (o, mejor dicho, a medio cuerpo, con el cuerno de chivo empuñado). En el 94 fueron Colosio y Ruiz Massieu. En el 2000 será lo que sea necesario. En el 94 la descomposición era menor. Ahora los riesgos son mayores, y la energía de las decisiones también deberá ser mayor. Por lo pronto, desde las tierras del cártel del Golfo se envían mensajes claros: el poder deberá conservarse a como dé lugar.
¿Quién decide?
Las discusiones panistas respecto a la manera como elegirán a su candidato presidencial reflejan las necesidades de apertura de un partido de presencia y fuerza política crecientes y masivas que, sin embargo, todavía vive bajo esquemas de operación controlados por familias, grupos y corrientes cupulares.
La batalla no es nueva, ya antes se dio entre los llamados doctrinarios y los neopanistas bautizados con el pragmatismo como santo y seña. Actualmente se pelea entre quienes buscan entregar las decisiones del blanquiazul a un universo amplio (lo más amplio posible: abierto a los ciudadanos, dicen unos; sólo a los adherentes o simpatizantes explícitos, señalan otros) y quienes desean preservar el poder de la postulación a la élite directiva.
El PAN ha vivido un decrecimiento luego de la salida de Carlos Salinas de Gortari del poder. Con el ex presidente mencionado los intereses blanquiazules vivieron épocas de gloria, en las que se llegaron a quejar de que el gobierno federal les había robado su programa económico. Ahora han pagado electoralmente sus vinculaciones salinistas. Por otra parte, les esperan momentos comiciales difíciles, en caso de que se unan con el PRI y el gobierno para convertir en deuda pública el Fobaproa. Por ello, el PAN necesita explorar caminos que le den cierto baño de pueblo, cierta cercanía con las volubles voluntades ciudadanas.
Astillas: Madrugador, Porfirio se autodestapa, mientras Cuauhtémoc se escabulle con un calendario en la mano y Andrés Manuel se promete a sí mismo sólo ver el año venidero hacia el trópico... En el PAN, Vicente sigue adelante corriendo solo (puntero sin contrincantes), Diego juega a las escondidas y Felipe espera su certificado de mayoría de edad política... En el PRI, Madrazo y Bartlett siguen pasándose los semáforos y Labastida y Moctezuma se portan bien a los ojos de papá... Dado que en México hay una incesante tendencia a copiar denominaciones e instituciones estadunidenses para aplicarlas a México, valdría hacer el siguiente ejercicio: ¿a quién podríamos nombrar zar de las drogas? Y ya encarrerados, ¿quién sería el de este sexenio, quién el del salinista, quién el del delamadridista?... Mario Villanueva Madrid ha sido beneficiado por la naturaleza. La desgracia política en la que cayó al pretender imponer a Jorge Polanco Zapata como candidato priísta a gobernador de Quintana Roo será necesariamente hecha a un lado, ante los daños que llegase a provocar el más reciente de los huracanes que se ha presentado por aquellos lares del sureste. Sin embargo, conviene recordar que junto a la mano presidencial extendida para ayudar a damnificados, y a su voluntad de participar personalmente en tareas de rescate y reconstrucción, el presidente Zedillo ha dejado su propia lista de damnificados políticos; en Acapulco, el presidente municipal Juan Salgado cayó luego de demostrar frivolidad e irresponsabilidad; en Chiapas, un comentario oportuno al oído presidencial llevó al Ejecutivo a pronunciar frases contra la Cruz Roja Mexicana que desataron una tormenta, aún en curso, contra José Barroso Chávez... A propósito de Guerrero, ¿qué tal la reaparición triunfal de Rubén Figueroa Alcocer? ¿Alguien dudaba que el verdadero ganador de la riña interna por imponer candidato había sido quien gobernaba la entidad cuando aconteció la masacre de Aguas Blancas?, ¿quién es el verdadero gobernador de la entidad, el que tiene licencia, o sea Figueroa, o el sustituto, de nombre Angel Aguirre Rivero?, y los próximos seis años ¿quién va a gobernar, René Juárez, o su padrino y promotor?... Los perredistas están atentando contra el buen humor de Gurría, el sudor de Ortiz y los trajes usados de Mancera. Todo por el simple detalle de creer que han hundido al país y que sus conductas como funcionarios agravaron la crisis nacional.
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