El grupo cubano Síntesis cautivó en la Alhóndiga de Granaditas
Angel Vargas, enviado, Guanajuato, Gto., 25 de octubre Ť De las percusiones se desprende un ritmo frenético, que embelesa, hipnotiza. Los cánticos aceleran el correr de la sangre; la respiración se agita. El silencio y la quietud ahora son actos impuros, una forma de herejía. Ya no es posible guardar más resistencia. Los poderes de la naturaleza se desencadenaron. El ritual ha comenzadoÉ
Enfundado en una túnica morada, el guía marca los sonidos y los movimientos. De negro, un par de robustas mulatas provocan el trance con sus voces, que de lo agudo a lo grave manejan a su antojo. Es música y baile, con el cual se ha conjurado a los orishas, a esos dioses de origen africano que se afincan en la naturaleza.
Se trata del concierto que el grupo cubano Síntesis ofreció anoche en la explanada de la Alhóndiga de Granaditas, en la víspera de la clausura de la 26 edición del Festival Internacional Cervantino (FIC). Hora y media de ebullente fiesta y alegría para todos los reunidos en ese sitio.
Integrada por nueve músicos, esta agrupación, que se formó hace 22 años, imprimió sabor contagioso y ritmo a esta ciudad de estrechos callejones, donde lo pretérito se manifiesta en carne de piedra. Para ello, los artistas se valieron de una propuesta que combina el rock, la rumba, la conga, la trova y hasta el hip-hop con los ancestrales sonidos afrocaribeños.
Y es que en su nombre, Síntesis, marca su camino expresivo. Lo contemporáneo se vale de lo tradicional y lo clásico para amalgamar un ritmo y un sabor que sincretizan gran parte del desarrollo musical cubano.
En su presentación de anoche, el grupo ofreció algo más que un sabroso espectáculo, que en sus primeros momentos incitaba a bailar, aun con las nalgas pegadas en la silla, y que en sus instantes postreros desencadenó el baile desinhibido, de pie; fue todo un acto de rito que lo mismo utilizó temas de Silvio Rodríguez y Amaury Pérez que cantos rituales modenizados -en dialectos africanos-, investidos del tropical y cachondo percutir de las tumbas y del energético fluir de una batería, un bajo, dos guitarras y dos sintetizadores.
Cerca de una veintena de rolas conformaron el programa de la primera presentación del grupo dentro del FIC -la segunda se realizó esta noche, junto con la Conjunto Folclórico Nacional de Cuba, para cerrar por este año la fiesta cervantina-. En el transcurso de los 90 minutos de duración del concierto, el mundo de las imágenes fue un elemento extra que se agregó a lo musical.
Dentro del escenario, enmarcados por un sucesivo juego de luces, que del fiucia pasaba al morado, al verde, al amarillo o al azul, que adquiría caprichosas formas por la colaboración del humo que llenaba ese espacio, dos figuras se distinguieron. La primera, la cantante y tecladista Ele Valdés, quien convertida en toda una medusa del trópico -por su peinado a lo rastafari- dejó marcados con su voz de trueno cada uno de los temas que interpretaba: ``A cantá conmigo, oiga, mi negro'', decía mientras sus amplias caderas se contoneaban de un lado a otro.
La segunda, el director, bajista, cantante y arreglista Carlos Alfonso, que vistiendo una larga túnica morada y con el cabello teñido de rubio, pese al color moreno de su piel, definió el ritmo y la armonía de cada una de las interpretaciones, incitando al público al final del concierto a participar en un enorme baile colectivo. ``A bailá, caballero''.
Los ritmos se sucedieron unos a otros: la trova, la rumba, la conga... Y todos aquellos que presenciaron el inicio del rito pudieron percartarse, en el transcurso de éste, cómo los conjuros de la música y el baile de Síntesis complacieron a los orishas, pues las primeras gotas que amenazaban con lluvia en la noche del sábado desistieron de su intento.