Gustavo Viniegra González
El fantasma de Malthus
A principios del siglo XIX, Thomas Robert Malthus enunció la que llamó una ley natural: ``La tendencia constante que se manifiesta en todas las especies vivientes a reproducirse más rápido de lo que crece la cantidad de alimentos que necesitan''. El malthusianismo ha sido debatido en pro y en contra, pues sus predicciones resultaron inexactas en el siglo XIX porque la producción de alimentos aumentó mucho más rápido que la población humana, y en las regiones industrializadas la población dejó de crecer en forma exponencial.
Pero a fines del siglo XX, el fantasma de Malthus ha vuelto a figurar en las discusiones sobre el futuro, pues más de dos tercios de la humanidad siguen creciendo en forma acelerada, sin poder multiplicar en forma paralela la producción de sus alimentos, y la expansión de las actividades industriales ha dado lugar al aumento rápido de la contaminación ambiental, el agotamiento de recursos naturales y un proceso de extinción de muchas especies.
Uno de los límites al crecimiento de la humanidad es el acceso a la energía barata y abundante. Sin ella, se hace imposible la organización y el funcionamiento de una sociedad industrial. La energía barata del siglo XX provino del carbón y el petróleo, formas acumuladas de energía solar transformada hace millones de años en materiales fósiles. Sin embargo, la cantidad de reservas de combustible fósil tiene un límite y la que puede quemarse anualmente sin afectar el clima también, impuesto por el efecto invernadero.
La reserva del combustible fósil no es conocida pero, según algunos expertos mundiales, la humanidad agotó la mitad de ese recurso porque ya alcanzó su velocidad máxima de utilización. Sin embargo, lo más alarmante es que los expertos en climatología insisten en asociar el clima desastroso de 1997 y 1998 con un cambio de la corriente llamada El Niño frente a las costas de Perú y Ecuador, facilitado por el calentamiento global, y denuncian que llegamos ya al límite prudente de ese proceso.
Otra aplicación importante e inesperada del principio inverso de Malthus sería la saturación del mercado. En este caso es la aplicación del principio al revés: el crecimiento explosivo de la producción de bienes y servicios con un crecimiento lento en el número de consumidores efectivos. Por ejemplo: la producción de automóviles por demasiadas fábricas con técnicas automáticas cada vez más eficientes, de forma que la producción supera al consumo. El resultado es la crisis económica por la acumulación de los excedentes que no pueden venderse.
Desde fines del siglo XIX se había previsto la crisis del mercado mundial como la crisis fundamental del capitalismo, porque es imposible sostener una tasa de ganancia creciente con un número fijo o casi fijo de consumidores. En el pasado, las guerras y la expansión global de las industrias permitieron acomodar los excedentes económicos, hasta que se volvió impensable hacer la tercera guerra mundial, por el riesgo de extinción de la especie con las armas nucleares, y hasta que la limitación del mundo y del empleo rentable hizo crónico el problema de la saturación mercantil, acompañada por recesión y desempleo generalizados.
Tal parece que el fantasma de Malthus, visto como el desequilibrio económico y ecológico, nos persigue y estará presente en el siglo XXI. La alternativa es pensar de nuevo nuestra sociedad a escala mundial y transformar el paradigma del crecimiento ilimitado por el del equilibrio con la naturaleza y con nosotros mismos. Ese es el reto de la subsistencia humana en las próximas décadas.
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