Juan Soto Ramírez
Vaguedades psicológicas
Una opinión siempre es ambigua, y aunque parezca que detrás de la construcción de opiniones existen procesos lógicos, son igualmente imprecisos, borrosos, vagos, etc. Los psicólogos, para legitimar su discurso, fervientemente se han ocupado de ese tipo de cuestiones sin darse cuenta de que las fluctuaciones dentro de sus sistemas de variables, por un lado, nunca se ven debido a que, en estricto, sólo son una simulación de la realidad, y por otro, que esos sistemas sólo contienen premisas hechas de lenguaje las cuales, de alguna u otra forma, suponen que traducen a relaciones numéricas o viceversa.
Sin prestar mucha atención a ese tipo de cuestiones, han olvidado que las cadenas binarias sólo pueden ser manejadas por un ordenador, de donde se presume que tiene origen la exactitud de sus aseveraciones; sin embargo, sea como fuere, el cerebro humano, incluso el de los psicólogos, puede razonar de manera vaga a pesar de que cuente con informaciones precisas sobre un hecho, un fenómeno, un acontecimiento, etc., lo cual, obviamente, podría generar conclusiones falsas a partir de premisas verdaderas.
Es cierto, psicología no es sinónimo del estudio de la mente o del comportamiento porque, bien o mal, la psicología está hecha de historia e historias que llevan más historias dentro. Por si fuera poco, quienes dieron por sentado que psicología es el estudio de la mente o del comportamiento terminaron por creer que eso es verdad, y en ese preciso momento pasaron a formar parte de la historia.
El lenguaje es vago e impreciso porque así como atrapa algunas propiedades de los objetos deja sueltas muchas otras. Cuando se afirma que un árbol es grande, se da por sentado que no es pequeño, por simple que parezca, pero a la vez no se dice que también tiene tronco y hojas y que éstas caen en el otoño o que es muy triste porque se trata de un sauce llorón.
Es decir, al referirnos a un objeto cualquiera sólo atrapamos algo de él: los artistas su circularidad y los científicos su cuadratura. De ahí que la estética esté en el arte y no en la ciencia y, en consecuencia, entre dos teorías igualmente verdaderas se opte por la más bella.
Sin embargo, parece ser que todo está en la mirada porque lo alegre, lo triste, lo romántico, lo cursi, etc., no está dado en los objetos, de alguna manera llega a ellos a través de la mirada, que no es más que el vehículo de los afectos. Por ello, la ruptura amorosa no puede ser vivida en la misma intensidad por los implicados, sobre todo si para uno es liviandad y para el otro es gravedad. En consecuencia, se pueda afirmar de algo que siempre será vago por el hecho de que nunca se podrá decir todo de ello o porque lo que se dijo resulta erróneo.
Debemos reconocer que los avances logrados por la psicología no han alcanzado a esbozar una epistemología del sentido común, pero eso no es todo: las conclusiones a las que se ha llegado a partir de la realización de estudios, cuya sofisticación metodológica fue escrupulosamente diseñada para aislar variables que nunca están aisladas de otras en la realidad, son extremadamente parecidas a las que cualquier persona con cierto cúmulo de bagaje cultural podría ofrecer en un momento de lucidez.
Y si reconocemos que el comportamiento humano es impredecible, resulta vago pensar que la tarea de la psicología sea predecir, cuantificar, traducir a variables, etc., la conducta humana. Mucho menos sensato y poco útil ha sido querer hacer de la psicología un aparato burocrático dividiéndola en áreas de investigación, coordinaciones o líneas de desarrollo. Pero todavía resulta más enfadoso hablar de muchas psicologías: infantil, social, industrial, educativa, corporal, clínica, etc., y hasta psicoanálisis, si es que alcanza la categoría o el nombramiento.
Más provechoso es admitir que la psicología está hecha de lenguaje y que por muchos años ha estudiado eso de lo que está hecha, y que lo único que ha manejado son palabras. La psicología, al igual que muchos otros cuerpos de conocimientos, es vaga e imprecisa no sólo porque sus paradigmas han tenido que cambiar a través del tiempo (E-R; E-O-R; E-A-O), sino porque ha construido verdades que sólo duran un tiempo y suponen que detrás hay un modelo de hombre mucho más perfecto, mientras que sólo existen palabras que van fincando realidades siempre convincentes y mágicamente seductoras. Esto no ha hecho más que engrosar la propia historia de la disciplina, hecha de historias.
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