Miguel Angel Barrón Meza
Publicar y morir
``Publicar y morir'' es el título del editorial del número de agosto de la reputada revista IEEE Transactions on Automatic Control, del Instituto de Ingenieros en Electricidad y Electrónica de Estados Unidos; cuando lo leí pensé: el editor se equivocó, debió decir ``publicar o morir'', ya que para los que nos dedicamos a la investigación la frase entrecomillada es de sobra conocida y nos la tomamos muy en serio.
En Estados Unidos, si un investigador no publica es casi seguro que se le retiran los presupuestos para sus proyectos y no sólo eso, también corre el riesgo de perder su empleo; en México posiblemente no lo despidan, pero también es casi seguro que perderá las becas por productividad de la institución donde labore, no se diga la del SNI, lo cual en algunos casos puede representar perder hasta las dos terceras partes de sus ingresos.
Así que, muy a la desesperada, a veces forzadamente porque desearíamos más tiempo para madurar las ideas, nos dedicamos a publicar artículos en revistas o memorias de congresos, preferentemente del extranjero porque son los que más peso tienen para las comisiones de evaluación.
Resulta que el editor ejecutivo de la mencionada revista, Christos Cassandras, ha notado con asombro que desde la década pasada a la fecha ha habido un incremento sorprendente en el número de manuscritos recibidos para su posible publicación; tras meditar sobre el asunto, comenta que se puede deber a dos situaciones: la comunidad del IEEE ha elevado su creatividad e incorporado a brillantes investigadores, o bien una fracción importante de dicha comunidad envía material de dudosa calidad.
Lo crítico del caso es que debe decidir entre aumentar el tamaño (número de páginas) de la revista sin sacrificar su calidad o rechazar un gran número de manuscritos. El dilema de Cassandras es el mismo que el de la mayoría de los editores ejecutivos de las revistas científicas prominentes; todo mundo quiere publicar en ellas por diversas razones, entre las cuales pueden estar las siguientes: el artículo publicado tendrá mayor valor, el o los autores ganarán prestigio, pero sobre todo, dado que esas publicaciones tienen una difusión bastante amplia, la posibilidad de ser citado por otros autores (que también es un criterio importante para las comisiones de evaluación) es bastante alta.
Al igual que Cassandras, todos podemos preguntarnos: ¿todavía es posible hoy en día escribir un artículo bajo la embriaguez de las ideas, la excitación del descubrimiento y un deseo genuino de compartir conocimiento?, y si es así, ¿el revisor será capaz de reconocer tales artículos?
En la actualidad, cualquier investigador puede publicar mucho utilizando técnicas tan variadas como imaginación tenga, por ejemplo, publicar el mismo artículo varias veces con diferente nombre, rebanar los resultados de un proyecto para escribir el mayor número de artículos posible, manipular o inventar resultados de experimentos, etc.
Sin embargo, el número de publicaciones, a diferencia de hace algunos años, ya no equivale automáticamente a una alta productividad intelectual sino que también, como se acaba de mencionar, puede equivaler a excursiones a escondidas a la trivialidad, la marginalidad y el fraude (ver por ejemplo el libro Las mentiras de la ciencia, de Federico Di Trocchio). De ahí el título que Cassandras dio a su editorial: hoy es perfectamente posible ``publicar y morir''.
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