``Broma académica venenosa, pero bastante seria''
Cómo aumentar tus pilones
Jaime Durazo
La ambición es un vicio
que puede engendrar la virtud.
Quintiliano
La ley de Lotka y don Quintiliano
Según Callon y otros (1995; p. 10), del Instituto de Sociología de la Ciencia de la Universidad de París, es un hecho universal que ``la comunidad científica se divide en una élite que publica la mayor parte de los artículos (científicos) y en una masa de investigadores poco productivos''. Tal hecho lo cuantifica una distribución estadística extensamente documentada para los principales países productores de ciencia, la denominada ley de Lotka (DeSolla-Price, 1963):
donde N(n) es el número de autores que generan ``n'' publicaciones durante un determinado periodo de tiempo. Ejemplo: por cada autor que publica seis artículos durante un año, probablemente habrá 36 que publican sólo uno en el mismo lapso.
Mencionado por DeSolla-Price, pionero de la cienciometría intuida por el físico y filósofo materialista John D. Bernal, el fundamento de la ley de Lotka se encuentra en el propio mecanismo de la producción científica personal, que está lejos de ser un fenómeno aleatorio. ``Un autor que publicaÉ aumenta su capacidad de credibilidad. Cuanto más se reconoce su labor, más fácil le resultará convencer a los organismos que deben financiar la investigación y más fácil logrará atraer a otros investigadores y técnicos (y estudiantes) que quieran participar con él en un nuevo ciclo de producción'' (p.22). Bien, muuuy bien, ¿y...?
Bueno, lo que de aquellos ilustres franceses deduzco es que si puedes y te decides pronto, publicar un segundo artículo te será más fácil que el primero, y el tercero más que el segundo, y el cuartoÉ etc. Lo que apantallantemente afirmo es que, similar a la estructura molecular del ADN, por ahí va una cadena de oportunidades ciertamente meritorias asociada con otra de oportunismos ciertamente contingentes. Con lo último me refiero a que los investigadores -humanos al fin- estamos expuestos a las tentaciones de la publicacionitis indiscriminada, per se, al igual que los compradores a las probaditas gratis, los ganchos y las ofertas de temporada del supermercado. Uno se pica, pues.
Mi afirmación tiene sustento. Por un lado, me apoya el celebérrimo Quintiliano (¿quién diablos fue Quintiliano? ¿Tenía acaso la virtud de poseer un quintillón de dólares?) Por otro, dispongo de la reflexión de dos personajes de mi área profesional: una tesis parecida la sostuvo hace años un presidente de la Sociedad Geológica de América (King Hubbert, 1963), y otra, también parecida, le preocupa hoy al director del Instituto de Geofísica de la UNAM (Urrutia Fucugauchi, 1997). Los títulos de sus artículos son más que elocuentes.
Copilco el Alto
¿A qué viene todo esto? Resulta que en 1996 la producción científica del mencionado Instituto de Geofísica, creámoslo o no, pues la muestra es muy pequeña, parece obedecer a la ley de Lotka. Perdón ahora por mi atrevimiento. No obstante que la producción global pudo ser localmente buena, como número absoluto (calificado según Harvard) no fue MB ni B y confieso que yo, H-1 investigador de la tres veces H masa académica de ese instituto, no contribuí con nada a elevar la calificación.
Deseo recapitular y hacer notar el indicio que de todo esto se sustenta y considero supera al rollo vil: si la producción fue regular o mala, es decir, tercermundista, no fue sólo culpa de los académicos, también fue culpa del señor Lotka y del factor constante que aparece en su ley, mismo que para nosotros es la constante de Copilco el Alto.
Kafkatlán
Tomemos por cierto el idicio aludido, generalicemos y pasemos a ingeniar cómo mejorar nuestro futuro rendimiento científico. A mi manera, también estoy preocupado y aprovecho para vender una idea. ¿Te gustaría competir con los académicos primermundistas y que éstos te hicieran los mandados y (no) se comieran los pilones? ¿Cómo?
Lo primero es reconocer y resignarse a que el factor (1/n2) del fenómeno bibliográfico es inexorable y siempre habrá 1 de a 6 por 36 de a 1. (La élite es la élite y, salvo un milagro, de todas maneras Juan te quedas.) Lo segundo es recordar que afortunadamente vivimos en Kafkatlán y podemos metamorfosear la susodicha constante copilquense. Para aumentarla hay multitud de formas; me concretaré a unas pocas y todas chicanas.
Según la aritmética de los pilones académicos, dos publicaciones en inglés son más que una (la aritmética en español no es tan benigna); ergo, en mi investigación te haré coautor si tú me correspondes con lo mismo.
Se puede ampliar la idea: que todos los artículos generados sean firmados por, digamos, seis o más coautores, y se incluya a aquellos de la mencionada masa poco (o im) productiva que sean cooperadores. La filosofía es que nada es de gorra: o corren muestras o prestan equipo o traducen y revisan ortografía o se ponen determinada camiseta y le cantan Las mañanitas al chief o preparan el café y las tortas, ¿otros?
Aunque a esto elegantemente lo podría designar como trabajo en equipo o multidisciplinariedad, explicaré a continuación otra forma más suave, yo diría tecnocrática, que me gustaría llamarla a la Pelochas. Lo estarás sospechando, no soy original (acaso si seré procaz), creo estar aprovechándome de algunas vivencias y de las nuevas e irreversibles circunstancias.
Sucede, hoy y aquí, que el modo de producción de los artículos científicos -perdón don Carlos Marx- está en plena transformación. ¿Recuerdas el cuento ``Canastitas en serie'', de B. Traven (1974)? De la ineficiente producción artesanal, romántica y a veces exótica de los retraídos sabios ortodoxos estamos pasando a la flamante producción en cadena de los pragmáticos y abiertos sabios nueva ola. ¿Recuerdas la película Tiempos modernos, de Charles Chaplin?
La MUP (minimum unit of publication -adaptación simultánea de la rasuradora de Okham y el sagrado principio de Maupertuis-), la Caprecypre (capacity of recycling published results -ciento por ciento ecología peiperiana-) y el cacaraquear los güevos -sabiduría gallinácea aplicada al principio darwiniano de sobrevivencia en la chamba-, son sólo tres de los conceptos de una mercadotecnia que rápidamente gana terreno al estímulo de los pilones académicos, el aumento de estudiantes graduados con beca y otras circunstancias favorables. ¡Ojo!, el horno ya está en su punto y aquí viene:
Lo mero güeno
Si se busca fama y fortuna (de perdis local y en devaluados pesos), cada uno de los ortodoxos tendrá que soltarse la greña, pedir a la virgencita de Guadalupe que le aumente su IQ y organizar su propia empresa de artículos científicos, sea fábrica, maquiladora o una combinación (o de perdis un changarro). Ni modo. Se recomienda irle al América, autopostularse a Reina de la Primavera, aprender computación, publicar en inglés, familiarizarse con las artes del moche, asociarse a clubes académicos y, de ser posible, registrarse en los tratados de libre comercio.
¡Oraleee...! Masa de académicos de México, ¡desmistificaos! ¡Sí-se-puede! ¡Sí-se-puede! ¡Sí-se-puede! Total, si el negocio fracasa quién quita y seamos rescatados por el Conacytproa. El secreto está revelado.