La Jornada lunes 26 de octubre de 1998

ASTILLERO Ť Julio Hernández López

Con la invitación que este sábado hizo desde Chetumal a los presidenciables de su partido para que asuman públicamente sus aspiraciones, el presidente nacional priísta ha puesto en dificultades a los favoritos de Los Pinos, Esteban Moctezuma Barragán y Francisco Labastida Ochoa, presionándolos para que corran los riesgos derivados de elegir entre la apertura o la cerrazón, entre la batalla a campo abierto o la espera de la decisión del dedo supremo.

Hablando en un escenario político de división y encono (como es el que ha quedado después de las escaramuzas del gobernador quintanarroense contra los políticos del centro, especialmente los del comité nacional), Mariano Palacios Alcocer ha dicho que ``ya es tiempo que demuestren sus aspiraciones'' quienes dentro del PRI busquen la candidatura presidencial.

Los tiempos...

La valoración de los tiempos propicios para los autodestapes, hecha por el queretano dirigente nacional del PRI, carece de obligatoriedad y coercitividad, pues en todo caso los únicos plazos válidos en términos institucionales y estatutarios son los marcados: cuando los órganos directivos de ese partido -normalmente los consejos políticos- emiten convocatorias para procesos internos de elección de candidatos.

En términos de política real, no estatutaria, esos tiempos de autodestapes también están regidos por la voluntad del jefe verdadero del tricolor quien, aun cuando se multipliquen las declaraciones públicas en contrario de él mismo, sigue siendo el Presidente de la República.

Bajo tales consideraciones, es de suponerse que lo dicho por Palacios Alcocer no es una pifia monumental sino una instrucción superior cumplida a cabalidad. No está en las menguadas alforjas del queretano la posibilidad de acelerar los tiempos sucesorios por sí mismo, y muchos menos la de arrojar sobre los secretarios favoritos para la sucesión -como son vistos los de Gobernación y de Desarrollo Social- la exigencia de que expresen en público sus aspiraciones.

Una consecuencia inmediata de ese destape forzado sería que Francisco Labastida y Esteban Moctezuma comenzasen a ser analizados y juzgados con más severidad por sus expresiones públicas como funcionarios y por sus actos y movimientos oficiales. Otra, en un escenario extremo, sería que renunciaran a sus cargos para evitar la percepción de que desde sus puestos estuviesen usando recursos para su promoción o llevando a colisión los intereses del servicio público con los de las aspiraciones personales.

El zedillismo, a escena

Suponiendo, así, que las palabras del dirignete Palacios Alcocer obedecen a una estrategia bien pensada (y no a un tropiezo declarativo o, peor, a una maniobra tramposa, ajena o contraria a la débil y difusa voluntad presidencial), es de suponerse que al fin tendrá el zedillismo a sus precandidatos deseados, abiertamente instalados en el escenario de la sucesión.

Hasta ahora, la del Presidente es la única facción sin aspirantes explícitos. En el foro están algunas corrientes adversas, como las encabezadas por los gobernadores Manuel Bartlett y Roberto Madrazo (quienes a estas alturas ya deslizan críticas públicas contra el gobierno federal en ejercicio, y que en privado son con frecuencia terriblemente ácidas y burlonas en relación con el mismo tema de la administración y el manejo político del zedillismo).

Abiertamente, sin pedir permiso a nadie, los dos recorren el país, organizan células de proselitismo, se promueven sin recato y anuncian que están dispuestos a pelear hasta donde sea necesario para que el poder presidencial no sea el que designe al próximo candidato priísta al mayor cargo en disputa en el año 2000.

(En Chetumal, a donde acudió junto con José Antonio González Curi, gobernador de Campeche, el mandatario de Tabasco, Roberto Madrazo, aseguró que el Presidente de la República ya no es el fiel de la balanza -frase lopezportillista- ni el gran elector. Por cierto, la presencia de los dos gobernadores alivió la pesada carga a su colega caído en desgracia, Mario Villanueva Madrid, quien luego de forcejear con Los Pinos, tratando de dejar sucesor, o cuando menos de condicionar a quien quedase como candidato al relevo, ha sido maltratado públicamente. Visitas presidenciales canceladas, obligación de bajarle de tono a sus críticas contra el comité nacional del PRI y en especial contra Carlos Rojas Gutiérrez, presencia de palo en la toma de protesta de Joaquín Hendricks, donde sólo hablaron éste y Palacios Alcocer, dejando -contra una costumbre de décadas- sin participación oratoria al gobernador presente, son adelantados de los días difíciles que le esperan a Villanueva Madrid, a causa de los equívocos tendidos en el proceso mafioso de sucesión).

En la oposición, campañas abiertas

Pero si en el terreno tricolor alguna parte de la caballada está desbocada, en el opositor las cosas andan igual: en el PAN, Vicente Fox lleva un año en abierta campaña, cometiendo excesos similares a aquellos que en el pasado el blanquiazul criticaba y denunciaba con empeño, pero que ahora le parecen virtudes cívicas. El aparato gubernamental guanajuatense utilizado en la promoción personal del candidato Fox parece ya tan natural que nadie recuerda con espanto aquellas escenas donde la oposición censuraba la simple presencia de gobernadores priístas en actos de ese partido.

En el PRD, Porfirio Muñoz Ledo ha leído con cuidado la circunstancia política de Cuauhtémoc Cárdenas y ha considerado que el desgaste en el ejercicio del gobierno de la ciudad de México (sus pifias graves y ampliamente conocidas, la incapacidad para resolver los problemas sustanciales, los enredos de las camarillas) le abre la posibilidad de buscar la candidatura perredista a la Presidencia de la República. En caso de que persista la tendencia de popularidad altamente favorable a este último, y que, como es previsible, el aparato interno le siga siendo favorable a la hora de los comicios internos, Muñoz Ledo tendrá el camino abierto cuando menos para ser candidato al gobierno capitalino y, desde allí tejer, si la edad y la salud se lo permiten, su candidatura presidencial para el 2006.

A la antigüita

En tales escenarios, como salta a la vista, el único segmento que sigue jugando al estilo antiguo, esperando otros tiempos, moviéndose con cautela, es el del zedillismo.

Labastida y Moctezuma Barragán, que en realidad son miembros de un mismo grupo, están atenidos al momento en que su jefe -el presidente Zedillo- les dé el banderazo de salida. Mientras tanto, tienen que sortear con desfiguros las presiones de los periodistas para que definan sus aspiraciones futuras. Cuentan, además, con una gran desventaja, pues mientras que Bartlett, Madrazo, Fox, Cárdenas y Muñoz Ledo cumplen encargos recibidos a través del voto popular, los secretarios de Estado son hoy simples funcionarios designados (aunque el sinaloense haya sido gobernador, o el titular de Sedeso sea senador con licencia), en quienes el jefe electo, el doctor Zedillo, ha delegado responsabilidades. Los que hoy actúan en nombre del sufragio recibido tienen un excelente parapeto para sus afanes futuristas, mientras que los funcionarios cuyo origen es la designación administrativa están sujetos a un escrutinio más celoso.

Ahora, lo único que resta es saber si los dos funcionarios con capucha estarán dispuestos a seguir las recomendaciones de su líder formal nacional. No tienen mucho para dónde hacerse. Seguir con el juego declarativo de que lo único que les interesa es cumplir con el encargo actual que tienen, y evadir a la prensa con retórica, sería un mal signo en los tiempos cambiantes que corren. Son y seguirán siendo aspirantes informales a la Presidencia de la República, y mucho bien le harían al proceso de democratización que vive en el país si, abiertamente, se asumieran como tales, sobre todo ahora que hasta su dirigente nacional así se los está pidiendo.

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