La Jornada Semanal, 25 de octubre de 1998
y yo que nada pido esta vez te pido:
Bendita silueta de espada al filo
la luna nueva,
sarracena;
brumoso vuelo la contiene
remotamente continua y
fría;
el tiempo se vacía una vez por siempre
sobre el abierto
pecho rojo
que yace al fondo del valle tenue
abre los brazos,
alcánzame,
detenme y tenme
Jonás tensa y ata las sogas
Las olas suben y Desirée cavila
Saca Noé a relucir las velas
La corriente aprieta y si no hay apremio
El gracioso cuan pesado vaivén del agua
y desde allí Desirée aplaude
la luminosa navegación que de por sí
de toda la distancia reunida
Baile de balsa al alzar la marea
la tendida mano del timón
en una dulce sonata de aparejos
duros
la brisa con gusto de sal
que por necesidad del aire
despliega
difícil podría ponerse la
travesía
alza la barca y la
enmontaña
la inmensidad
y dos o tres dones de la
distancia
Yo no camino:
Me llamo Lucía.
Voy por la vida sin casco;
Piso calles
Me enamoro
Bailo
salto.
O mejor aún,
ruedo
y festejo que mis
faldas vuelen
rían con risa de encaje roto
se alcen exhaustas de
viento lujurioso
a la intemperie, dicen.
Zcuyo nombre no sé
ni sabré jamas.
de cuellos insolentes
y pestañas lacias.
cuando los gatos mastican su ronroneo
y comiendo tu
ombligo
duermo feliz,
aunque mañana despierte con la lengua
adolorida
y las manos listas
para acariciar de nuevo el pelaje
de la soledad.
Llegan, se detienen, se meten en la academia,
son los
sobrevivientes de un mundo espeso
que fueron vistos con
miedo,
ahora, con la medalla
recogen cada quince días
por
abrir el libro.
Así estamos bien, nada aquí, nada acá,
algunos
nos negamos a entrarle por atrás,
fueron instantes en que la
civilización estaba lejos.
¿Pues cómo hablaba por
teléfono?
Ahora vas a ser observado
por la lente de un
lector
perdido entre las letras,
ya sé que no te
interesa,
déjame ser tu esclavo, humíllame,
ya no soy el ángel
aquel.