Son muchas las evidencias que se conservan de la época en que la ciudad de México estuvo cruzada por canales y acequias, que eran conducto principal para hacer llegar mercancías de los pueblos aledaños, como Xochimilco y Santa Anita, y aun de sitios lejanos, que utilizaban el transporte en canoa por ser más rápido y económico que las carretas y animales. También eran medio de trasladado de los particulares, quienes tenían en muchos casos angostos brazos de los canales frente a sus casas, con pequeños embarcaderos.
Huellas de todo ello las podemos ver en calles como Perú, con su trazo ondulante, que hace fácil imaginar el correr de las aguas, alguna vez cristalinas. Otro caso es Mesones, donde se puede ver el frente diminuto de una casita cuyo interior es ahora un sinuoso pasillo, clara evidencia de un breve canal casero. Lo mismo sucede en Venustiano Carranza, donde hoy se encuentra el restaurante El Malecón, con una fachada de escasos cuatro metros.
Por allí corría la afamada Acequia Real, que a su paso daba servicio al inmenso convento de San Francisco y a la mansión del capitán Cristóbal Zuleta, acaudalado español que se avecinó en ese sitio en el siglo XVII, bautizando la vía. Al cegarse y convertirse en calle, el trazo serpenteante se modificó a fines del siglo pasado, trozando una parte de las bellas capillas de San Antonio y del Calvario --pertenecientes al convento de San Francisco--, que se encuentran en San Juan de Letrán (Eje Central Lázaro Cárdenas) y Venustiano Carranza, hoy ocupada una de ellas por la librería Pórtico, del gobierno del Distrito Federal, especializada en la ciudad de México.
En la antigua Zuleta --entre el Eje Central y Bolívar-- se encuentran en la actualidad inumerables tiendas de artículos para hacer ejercicio y deportes: Martí y Acosta, Dual, Rubens, Gutiérrez o la recién inaugurada Acofer Sports, situada en una casita que se acaba de restaurar y que conserva una graciosa orientación de medio lado, que delata el paso de la antigua acequia.
Este es sin duda el mejor lugar para intentar realizar el apotegma griego que promete una mente sana en cuerpo sano, pues aquí se encuentra cualquier aparato o adminículo que pueda soñar, que ayude a ese propósito; desde unas pesetas de mano hasta impresionantes caminadoras que marcan la velocidad y le dicen el ritmo cardiaco para evitar un infarto poco saludable.
Para los aficionados a los deportes, la cosa no se queda atrás: balones, pelotas, raquetas, redes, cascos, patines, uniformes. Como es de suponerse, venden también todos los accesorios del asunto: pants, tenis, trajes de baño, sudaderas, shorts, uniformes de futbolistas, etcétera, y todo a los precios más bajos, pues la competencia esta dura, lo que le permite probar, comparar y ofrecer.
Como esta actividad puede producir un cierto cansancio, sobre todo si en cada lugar prueba los aparatos, no se preocupe, porque entre tienda y tienda tiene dos excelentes sitios para reponer fuerzas con un tequilita y una abundante comida: el Salón Luz original, con su tradicional sopa de pollo con huevo duro y queso que revive a un muerto, y sus panecillos negros con carne cruda, que si le agregan anchoas se vuelve una delicatessen. El otro sitio es el restaurante Los Suspiros, en su preciosa casa del siglo XVII, bien restaurada, con su fuente adornada con macetas de flores coloridas que alegran el bello patio, en donde se degusta comida mexicana.
Nota práctica: en medio de todos estos sitios placerosos, hay dos buenos estacionamientos, y a unos pasos del Metro San Juan de Letrán.