La Jornada 23 de octubre de 1998

Isabella, tre caravelle e..., visión de Dario Fo sobre Cristóbal Colón

Renato Ravelo, enviado, Guanajuato, Gto., 23 de octubre Ť ¿Cristóbal Colón es héroe, mentiroso, afortunado explorador? En la visión del dramaturgo italiano Dario Fo es todo eso, y en su pesimismo racional y esperanzador, es un hombre como todos, susceptible de salvar a la humanidad.

En el teatro Cervantes, Isabella, tre caravelle e un cacciaballe, que esto último equivale a ``charlatán'', con la Compagnia Italia que dirige Adalberto Rosseti con actores nacionales y de origen italiano. Se trata de una puesta en escena fársica, donde incluso el rap tiene cabida.

``¿Cómo puede ser hereje alguien que repite de memoria cosas que escribieron otros?'' -pregunta Dario Fo- para cuestionar al actor al que van a colgar por sabe Dios qué maledicencia.

El proceso es interrumpido para avisar que dicho actor ha recibido la consigna de la Santa Inquisición de representar a Cristóbal Colón.

Tres historias paralelas

En un dinámico Eduardo Ramírez España es en quien descansa, con su papel de Colón y pícaro actor, buena parte de los encantos de la representación. Otro tanto en Lucero Trejo, que lo mismo encarna a la reina Isabel que a Juana la Loca.

Dario Fo hace un paralelo entre las tres historias: la del actor condenado, que es él que es su género; la de Colón que representa quizá uno de los espíritus más mitificados de Europa, y la de la vida diaria, la historia de las hormigas que siempre cuenta.

La falta de culpabilidad de Colón con sus mentiras, su extraordinaria capacidad de asombro, su heterodoxia sin patria, son en la puesta que propone la Compagnia Italia, los elementos simbólicos de una realidad muy cotidiana.

En el tono festivo se cuentan los detalles de la historia que no son tan conocidos sobre los viajes del navegante Colón: el cabildeo que tenía que hacer mientras Isabel trataba de convencer a su marido, el rey Fernando, de que dejara en paz a los musulmanes en sus Cruzadas que eran más una empresa financiera que un caso de fe.

Hasta qué punto, plantea Fo con su filosa facilidad de elevar las cosas por los cielos, una cruzada y un viaje de expedición no terminan por responder a los mismos bajos intereses; los judíos que se expulsan, los nativos a los que se engaña y los musulmanes que se venden como esclavos son la parte oscura de la historia, que es una gran transacción económica.

Aspirar a un pequeño trono

Colón es el hereje que engaña a un sacerdote para que le diga a la reina que el monarca de Gran Bretaña está a punto de aceptar su viaje; es el abusivo que le quita al vigía su premio por haber sido el primero en gritar la cercanía de la tierra, es el director de escena que prepara a los esclavos que lleva con atuendos de oro para que los reyes católicos financien las siguientes expediciones, es como él mismo se define: ``alguien que aspira a tener su pequeño trono''.

Sin embargo, el contexto que eleva a Cristóbal Colón a la categoría de héroe, que termina por desterrarlo, juzgarlo y olvidarlo, es uno propio de los tronos grandes en el que no importa pasar sobre los pequeños príncipes.

Colón, como el actor juzgado por herejía, terminan por tener su trágico destino. Ese no cambia, Dario Fo no hace ese tipo de concesiones épicas, pues su solución es estética. En el momento justo en que está por consumarse la ejecución del actor, congela la imagen y un grupo de brazos levantados a contraluz, con una luz parecida a un sol, impacta.