La Jornada viernes 23 de octubre de 1998

Astillero Ť Julio Hernández López

El asunto del tiradero de residuos radiactivos de Sierra Blanca, Texas, es sólo una parte del grave problema ecológico que vive el país.

El famoso caso del confinamiento que se buscaba instalar en territorio estadunidense (ubicado a 30 kilómetros de la frontera con México) muestra el desdén de las metrópolis por los derechos de lo que entienden como sus colonias y, maltratando lo que queda de soberanía nacional, exhibe las incongruencias, las insuficiencias y la minusvalía de una clase gobernante proclive a lo estadunidense y dominada por el temor a las reacciones de la potencia que controla su economía.

En ese contexto, conviene precisar que la detención del proyecto de Sierra Blanca no es realmente un logro definitivo del gobierno mexicano, sino resultado de una tarea de sensibilización y denuncia en la que confluyeron diversos actores (diputados federales, instancias de estados cercanos al punto de peligro, medios de comunicación), y una decisión fundada más en intereses texanos que en consideraciones al vecino.

Pero, de este lado de Sierra Blanca, la geografía mexicana está infestada de sitios donde de manera descontrolada se desechan materiales y sustancias altamente contaminantes.

Entregado al capital extranjero, el desarrollo nacional está buscando el corto plazo (creación de empleos, recepción de inversión foránea, acopio de datos estadísticos que den imagen de crecimiento), sin reparar en los daños profundos a la ecología, a la salud, al futuro.

El asunto de Sierra Blanca dará todavía suficiente material para hablar. Pero conviene no agotar la vista sólo en ese tema, por llamativo que resulte. Hay más, mucho más, dentro de nuestro propio país, y no sólo a treinta kilómetros de nuestra frontera norte, para entender que la soberanía nacional es diariamente llamada, y nuestras tierras envenenadas, por un capital extranjero que riega sus desperdicios por doquier sin que haya poder nativo capaz de frenar eso que llaman globalización, neoliberalismo, desarrollo.

Adiós a El Chaparro

El país entero está lleno de campesinos que son víctimas de injusticias. Los tribunales agrarios llenan gavetas y más gavetas con expedientes en los que se consignan las desgracias de quienes viven en el medio rural. Muchos de esos mexicanos protestan en paz, esperanzados, o se enfrentan con violencia, encorajinados. Sus casos ganan cada vez menos interés público. A pocos importa una marcha, un plantón, un discurso, un volante, relativos a las quejas de los hombres del campo. Cuando la irritación lleva al cierre de calles, el pueblo no se une sino que se enfada y expresa destempladamente su hartazgo.

Pero don Pedro Jasso encontró un mecanismo tan simple para expresar sus demandas que justamente por esa sencillez ganó presencia en los medios nacionales e internacionales. Vino desde San Luis Potosí a lomo del burro con el que allá desempeñaba sus faenas campiranas. Se instaló frente al Palacio Nacional y demandó una audiencia del presidente Zedillo para exponerle los problemas de la comunidad de San Juan de Guadalupe, en San Luis Potosí. No gritó ni insultó ni maldijo. Simplemente se sentó a esperar, con su burro a un lado. La insólita estampa conquistó los medios pero no desazolvó los oídos gubernamentales. El Presidente nunca lo recibió ni lo escuchó. Un año, dos meses y quince días después de haberse instalado en el Distrito Federal, don Pedro y su burro, llamado El Chaparro, regresaron a San Luis Potosí, luego de que en las instancias estatales se dieron indicios de solución que comenzaron por el encarcelamiento del grupo de defraudadores de los intereses de los comuneros.

Este miércoles, ya en casa, El Chaparro murió, con quince años de edad encima. Ha sido sin duda el burro más famoso de la historia mexicana. Su imagen fue impresa en diarios estadunidenses como The New York Times y en medios de otros continentes. También fue tomado por cámaras de programas televisivos estadunidenses y europeos. Una vez, ganó (no él, en estricto sentido jurídico, pero sí de manera figurada, al ser el objeto de la resolución judicial) una petición de amparo en la que se asentaba el pleno derecho de don Pedro a que su medio de transporte le acompañara irrevocablemente en sus tareas -así fueran éstas las de la protesta pública-. En el Zócalo de la ciudad de México se convirtió en parte del paisaje festivo y folclórico: daba vueltas a la plancha de asfalto con niños sobre su lomo; turistas y niños se fotografiaban con él.

``Mi burrito era criollo, por eso aguantó de aquí a México andando sin herraduras. Era un asno pedrero acostumbrado a la mala vida'', dijo don Pedro ya ante el cadáver equino, según una nota sin firma publicada en el diario potosino Pulso. Don Pedro narró a ese periódico que en el Zócalo capitalino, El Chaparro comía de todo: zanahorias, cebada, alfalfa, hojas de elote, chocolates, dulces, galletas, frutas, ``y los niños le daban paletas y nieve''. Ya de regreso a San Luis Potosí, el famosísimo animal sólo comía alfalfa y cebada, ``pues no había dinero para más''. El sábado, por la tarde, comenzaron sus problemas intestinales. Dos veterinarios de la UNAM lo atendieron, y concluyeron que sus problemas eran graves. El miércoles murió.

Enterrado en un predio contiguo a aquel en el que vive don Pedro, descansa para siempre El Chaparro. Los problemas agrarios continúan, los vivales que defraudaron a los comuneros presionan en busca de dejar las rejas tras las cuales están, las autoridades que atienden el caso parecieran creer que con haber logrado que don Pedro regresara del Distrito Federal se conjuró su fuerza moral y que ahora pueden incumplir promesas y evadir obligaciones.

Junto a la tumba de El Chaparro, otros Chaparros (y don Pedro, y otros Pedros) esperan su turno para, de ser necesario, reanudar la batalla por la justicia.

Astillas: Dice el señor nuncio apostólico, don Justo Mullor, que no hay bronca en el ejido eclesiástico, que todo está en santa paz. El clero mexicano, dice, está unido al Papa, y asegura que son falsas las versiones dadas a conocer por Arturo Lona de que le había pedido la renuncia al obispado de Tehuantepec. Alguno de los dos prelados, por lo visto, deberá llenar muchísimas planas escribiendo el mandamiento que dice ``No mentirás''... El jefe del gobierno capitalino, que es el líder real del perredismo, se reunió ayer con el dirigente del PAN en la capital del país, pero dice el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas que lo dicho en esa peculiar reunión con Gonzalo Altamirano Dimas no es del interés de los ciudadanos del Distrito Federal. Bonita aportación cardenista al debate sobre el derecho de los periodistas a recibir la información que los profesionales de la comunicación consideran necesaria y no la que los políticos o funcionarios desean conceder... La verdad es que se presta a bromas la campaña nacional de donación de artículos para discapacitados que ha iniciado el PRI. En algunos notabilísimos casos que son del dominio público (gobernadores ignorantes, legisladores de origen corporativo, declarantes vacuos, por ejemplo) ¿se valdrán las autodonaciones?... Este domingo se elegirá guardaespaldas del sexenio de Manuel Cavazos Lerma. El candidato único es Tomás Yarrington. Esta columna le ofrece a usted la exclusiva de que el citado Yarrington será el ganador de dicha plaza de vigilante sexenal. Por desgracia, Astillero no le puede dar los datos exactos de los comicios, debido a que éstos serán elaborados hasta el sábado, unas horas antes de que las urnas sean instaladas, en un domingo más de normalidad democrática...

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