Tal parece que el PRD no celebró uno más de sus Consejos Nacionales sino que más bien repitió uno de sus tantos viajes al mundo de los principios y los baños de pureza. La forma adoptada es la de una tajante instrucción a sus cuerpos legislativos: suspender negociaciones con cualquier partido que, en el tema del Fobaproa, no se distancie, con prístina claridad, de la postura gubernamental. Es decir, el PAN de sus preocupaciones actuales.
Días atrás, dos tendencias se dibujaron con transparencia en la caliente arena pública aunque negadas tanto por Porfirio Muñoz como por López Obrador. Una apuntaba hacia lo que fue, finalmente, la postura triunfante, la de las sentencias tajantes para alejarse del tintineo de la política tradicional. A esta recia tesitura la acompañaba una amenaza explícita: los que quieran actuar de esa conocida manera, saben que tienen dónde y con quién hacerla. La otra, la que por ahora cedió el lugar a la disciplina, intentaba construir una base consensual desde la oposición para lograr multiplicar su fuerza negociadora.
La definición acerca de la conducta del PAN fue fulminante. Ya llegaron, como siempre, a un arreglo con el gobierno y, por tanto, no les interesa encontrar un terreno propicio y leal para entenderse con el PRD. El panismo ha sido y será, una tapadera del priísmo corrupto y dañino y al que es preciso desenmascarar.
El PRD no tiene mejor recurso que mantener la fidelidad a sus principios y consolidar su alianza con el pueblo, fue la conclusión básica. Fuera de ese cónclave contenedor de tales resonancias sólo queda el simple ciudadano que, acongojado por la crisis que ya le dura unos 20 años, todavía espera confiado que alguien le ayude para alivianar el peso de sus penas y necesidades perentorias.
El pensamiento elaborado por Muñoz Ledo no se quedó atrás: ``Negociación global o ruptura global''. De esta crucial manera el PRD se adentra en un radicalismo que muchos desean que sea una táctica de cálculo político y no una postura inapelable. Se sabe que núcleos bien plantados al interior del PRD (Saucedo, Garavito) pugnan por desvincular a su organismo de todo compromiso con el grupo gobernante pero, antes de ello, enjuician a sus compañeros diputados tasándolos de complacientes y poco solidarios con sus arranques y finiquitos.
Tal pareciera que, por virtud de la misma negación, las condiciones de injusticia del modelo imperante o la ineficiencia administrativa de la tecnocracia desaparecieran para dar cauce a una serie de ``transformaciones inaplazables''. No puede ser de esta sencilla y simplona manera. La vía para acceder al poder pasa, ineludiblemente, por las urnas, es decir, por la simpatía de una fracción mayoritaria del electorado que el PRD está, todavía, lejos de conseguir. Y, una vez asegurado tal poder, los cambios tienen que ser dosificados y consensuales, no sólo en lo interno de una nación sino contemplando la participación puntillosa de la comunidad externa.
El PRD viene gestando una imagen, ya bastante asentada aún en sectores proclives a votar por sus candidatos y a concordar con sus postulados, de usar cualquier coyuntura particular y concreta para exigir modificaciones estructurales de gran aliento. En el complicado presente, sojuzgar al Fobaproa para conseguir una reforma de Estado, coartada en muchas de sus partes, es un caso ejemplar. Pero todavía van más al fondo: plantean introducir, de una buena vez, modificaciones serias al modelo financiero y, si se puede, a la estructura económica general. No se dejan de lado tampoco las peticiones justicieras para que rueden cabezas o prisión para todos los culpables reconocidos por el público. Pretender desaparecer, por motivo de voluntad o deseo, todos los pasivos que el rescate bancario generó es pecar de inocencia y alentar falsas expectativas. Tener ambiciones de estos talantes no es el problema, antes bien, es arraigada cualidad de un sujeto público. Pero convertirlas en trincheras impasables, es llana necedad.
El caso Fobaproa ha logrado concientizar a grandes segmentos de la ciudadanía. Se sabe ya de los errores cometidos (diciembre), sus onerosas complicidades (fideicomisos del PRI), las insanas relaciones de los actores de las finanzas y los políticos, en fin, de los pasivos monetarios, de imagen, históricos y legales de una forma ineficiente y malsana de ser gobierno y conducir la banca. Pero se sabe también que cualquier quita que se logre aliviaría el pesado fardo de compromisos que el Fobaproa acarrea ahora y las que quedarán para el futuro. No se le pide, a ningún partido político que, en aras de su visión de limpieza, de justicia o cualquier otro principio, deje pasar medidas que bien podrían mejorarse con propuestas conciliadas sobre una mesa de acuerdos. El PRD tiene que alejarse del encuadre, ya bien extendido y generalizador, de ser el partido de la no negociación.