Arnoldo Kraus
Sida: notas obligadas

No hay inteligencia idónea contra la sinrazón. No hay lógica suficiente que transforme conceptos anquilosados. De nada sirve la sensatez contra el oscurantismo. Igualmente inútiles son cordura, juicio sano y raciocinio cuando las ideas de enfrente provienen de corrientes fundamentalistas.

Cuando se habla del sida ``de todos'', ¿qué decir de los maravillosos esfuerzos de investigadores en todo el mundo, de activistas a favor de la tolerancia o de quienes han fallecido estigmatizados y denigrados, no por la enfermedad sino por el hombre? Y cuando se habla del sida ``de ProVida y de la Unión Nacional del Padres de Familia (UNPF)'', ¿qué comentarles?, ¿cómo argumentarles?, ¿en qué abrevadero sumergirse para convencerlos que sus sinrazones pueden llevar al panteón a miles de jóvenes?

Los estudiosos de las religiones y de la figura de Dios han explicado que incluso en la Biblia, la figura del Creador se transmuta, se modifica. Ni los tiempos ni los individuos ni las figuras superiores permanecen iguales. Sería erróneo pensar que las modificaciones del mundo y sus habitantes no están acompañadas por variaciones similares en el refugio bienhechor de las religiones. Ya nadie quiere Dioses que castiguen; nadie tolera más ``niños de la calle'' huérfanos por padres ausentes ni la imagen de madres que perecieron como consecuencia de abortos mal practicados.

La Tierra está plagada de tanto dolor y tragedia, que las muertes evitables y las enfermedades prevenibles son obligación del ser humano pensante. Ese en el que Dios confía: en el que usa la razón para evitar llagas innecesarias. Después de todo, ya tenemos muchos siglos en esta tierra y demasiados muertos por fanatismos y fundamentalismos religiosos. Por eso, Dios debe cambiar su idea de ética y amor hacia sus vástagos. ¿Qué significa hoy civilización? Y más aún, ¿cuáles son los vínculos entre civilización, tolerancia y sida? ¿Seguirán algunos religiosos --yo los llamo religiosos sin moral-- afirmando ``que lo que Dios no logró lo conseguirá el sida''?

Civilización, sobre todo desde la perspectiva ético-religiosa, apela al mutuo respeto entre los seres humanos y a la tolerancia. Implica, asimismo, la expresión del libre pensamiento que no dañe ``al otro'', el cual debe, idealmente, fincarse en conocimiento y razón. Las recientes diatribas y denostaciones de los grupos arriba mencionados contra Juan Ramón de la Fuente y la Secretaría de Salud (Ssa) atentan, paradójicamente, contra su propia alma mater: no usar condón, en algunas situaciones, puede significar sida, muerte. Es impensable que grupos que fincan su concepción de vida y humanismo en la moral religiosa, propaguen ideas abyectas y decimonónicas: decir no al condón es decir sí al sida.

Hace pocos días, acudimos, otra vez, a un nuevo festín de lo absurdo. Las asociaciones de marras, tras menospreciar los esfuerzos de la Ssa y acusar a De la Fuente de auspiciar políticas equivocadas, aseveran que para evitar el contagio del VIH/sida ``la abstinencia es la solución aunque duela'' y, haciendo uso de la mejor retórica pirandelliana afirman que ``...la población expuesta al contagio de enfermedades de transmisión sexual es similar a los alcohólicos que sólo resuelven su problema dejando de beber''. Asimismo, acusan a De la Fuente: ``es un mentiroso y se puede convertir en un genocida, responsable de la muerte de miles de mexicanos''. En sus mantas estaba inscrita la leyenda, ``el condón es como jugar a la ruleta rusa''.

Ni la Organización Mundial de la Salud ni Conasida ni innumerables científicos en todo el mundo juegan. Los estudios que han demostrado la utilidad del condón son incontables. Repasar los datos que han comprobado su eficacia, o la experiencia tailandesa, o los ensayos que muestran las ventajas del condón cuando se distribuye gratuitamente, rebasa los propósitos de este artículo. No así recordar los miles de seres humanos que se infectan cada día o los muertos por ignorancia o miedo. ¿Qué opinan sobre estos casos ProVida y la Unión Nacional de Padres de Familia?

La dinámica societaria ha modificado todas sus caras, entre ellas, la sexual. La Tierra se ha achicado. No hay ni lugar ni alimento para todos. Es probable que tampoco haya recursos para mantener con vida a toda persona que contraiga sida. Los médicos sabemos el valor de la prevención. Las religiones que quieren a sus feligreses deberían preferir condones en lugar de virus mortales. Ante la alarmante diseminación del sida y el hecho de que el condón es la mejor arma para disminuir el impacto de la epidemia, toda campaña a favor de su uso es bienvenida. La abstinencia y la fidelidad son vías preventivas plausibles, pero la realidad y el virus conocen otras verdades.