Factible, descifrar un enigma y tener nueva perspectiva de Teotihuacán
Mónica Mateos, enviada, Teotihuacán, Méx, 20 de octubre Ť No obstante que la zona arqueológica de Teotihuacán ha sido estudiada de manera sistemática desde hace un siglo, por vez primera se excava debajo de uno de los dos grandes edificios del área. El hallazgo realizado hace diez días en el interior de la pirámide de la Luna sustenta una hipótesis: se trata de un entierro a partir del cual los antiguos mexicanos iniciaron la construcción de esa pirámide ritual, lo cual habría ocurrido alrededor del año 150 de nuestra era. Estamos al borde del desciframiento de un enigma que ofrecerá una nueva perspectiva de la civilización teotihuacana.
El hallazgo, dado a conocer ayer de manera oficial por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), se compone de un esqueleto humano, perfectamente conservado, que por su ubicación y rica ofrenda que lo acompaña podría tratarse de un importante personaje de la cultura teotihuacana. Se encuentra sentado, mirando hacia el sur, rodeado por huesos de animales, puntas de flecha y cuchillos de obsidiana, fragmentos de collares de concha y caracoles marinos, vasijas dedicadas al dios de la lluvia, Tláloc, que aún conservan su pigmentación azul, así como dos bellísimas figuras antropomorfas de jadeíta verde, cuyos tamaños fluctúan entre 35 y 52 centímetros de altura, respectivamente, y muestran incrustaciones en los ojos de un material aún no identificado.
La ofrenda se ubica en el eje central sur-norte de la pirámide, aproximadamente a dos o tres metros de profundidad desde el nivel del piso. Se llega a ella por un túnel de 27 metros que se abrió del oeste hacia el centro del edificio.
Durante la excavación se detectaron tres construcciones, más antiguas que las que actualmente están a la vista. Después, el túnel continúa seis metros hacia el sur, formando una ``L'', ahí ocurrió el hallazgo.
Entierro en un sitio de privilegio
Los arqueólogos responsables del proyecto, Rubén Cabrera Castro, del INAH, y Saburo Fujiyama, de la Universidad Estatal de Arizona, Estados Unidos, pretenden continuar el trayecto del túnel hasta llegar a la parte central de la pirámide -siempre a nivel subterráneo-, para lo cual faltan 64 metros. Parte de la ofrenda y el esqueleto están incrustados en la tierra, por ello no ha avanzado la exploración debido al peligro que representa excavar el relleno de piedra suelta.
Los objetos que se encontraron en la pirámide de la Luna no se habían detectado en hallazgos anteriores en Teotihuacán. A pesar de que la pirámide del Sol también ha sido objeto frecuente de estudios arqueológicos, y actualmente se explora su interior, se sabe poco acerca de la construcción de este edificio.
La osamenta hallada en la estructura dedicada al satélite terrestre, debió pertenecer a un personaje que seguramente gozaba de alta posición social, tanto por la calidad de su ofrenda como por el lugar privilegiado en el que fue inhumado, explicó el arqueólogo Cabrera.
Una de las incógnitas que los estudiosos de las culturas prehispánicas no han develado es el nombre del o los gobernantes de la época de mayor esplendor teotihuacano: ``a diferencia de otras culturas en donde sabemos que había reyes o gobernantes, aquí ignoramos cuál era su forma de gobierno. Como fue una urbe profundamente religiosa, probablemente estaba dirigida por un consejo de ancianos'', por lo cual los investigadores prevén hallar más osamentas en el área en la que hasta el momento sólo se aprecia un par de fémures humanos, agregó.
``Posiblemente estamos ante la tumba de alguien de muy alto rango social, es factible que pueda ser el gobernador del estado teotihuacano o puede ser un sacrificio, pero con las ofrendas de mayor calidad nunca vistas en otros entierros teotihuacanos. El individuo se encuentra exactamente en el eje central de la pirámide, no en el centro, aclaro, pero creo que no cualquier persona pudo ser enterrada en un sitio de privilegio. La ubicación de los objetos para la cultura teotihuacana fue muy importante porque estaba relacionada con la orientación de los cuerpos celestes. Este entierro, que obviamente tiene que ver con factores cosmogónicos y sociales de la cultura teotihuacana, todavía continúa hacia el norte, el este y el oeste, así que todavía no podemos señalar su dimensión'', añadió el arqueólogo Fujiyama.
La ciudad de Teotihuacán, situada en el centro de una fértil llanura, fue poblada por campesinos hacia el siglo V aC. Alcanzó su esplendor entre los siglos II y IV de nuestra era, tenía una extensión de 22 kilómetros cuadrados en los que vivían casi 200 mil personas.
Analizar las piezas
La pirámide de la Luna se localiza en el extremo norte de una gran avenida que tuvo cuatro kilómetros de longitud, llamada calzada de los muertos por los aztecas, habitantes posteriores a los teotihuacanos. No se sabe qué lengua se hablaba en Teotihuacán, seguramente también fue el náhuatl u otomí; era una ciudad cosmopolita, donde se hablaban diferentes idiomas pues contaba con un barrio zapoteco, el de mercaderes del Golfo de México o el de las personas del Occidente.
La cúspide de la pirámide de la Luna, a pesar de que ésta es de menor tamaño que la del Sol, se encuentra en la misma línea horizontal que la cúspide del gran edificio dedicado al astro rey. Este efecto se logra porque la pirámide de la Luna se construyó en un terreno más elevado. Fue a principios de los años sesenta, cuando Teotihuacán fue abierta al público, ya con sus dos magnos edificios reconstruidos.
El Proyecto Pirámide de la Luna tiene un presupuesto de un millón de pesos, aseguró María Teresa Franco, directora del INAH; el financiamiento proviene de la National Science Foundation, con el permiso del Consejo de Arqueología del INAH y la colaboración de la zona arqueológica de Teotihuacán.
Los trabajos de exploración iniciaron a finales de junio pasado y concluirán en febrero del próximo año. Han trabajado entre 15 y 20 investigadores tanto de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, la Universidad Nacional Autónoma de México, como de la Universidad de las Américas, la Universidad de Arizona, la de Tokio, Japón, y la de Zaragoza, España.
``Los hallazgos apenas son el principio. Lo más importante es el análisis de las piezas, los estudios minuciosos de los materiales que estamos descubriendo, esto también requiere un costo y un tiempo considerable'', puntualizó el arqueólogo Rubén Cabrera.