La Jornada martes 20 de octubre de 1998

ASTILLERO Ť Julio Hernández López

En el estado de México lo único cierto es que las perspectivas electorales del PRI son suficientemente malas como para que, aún con el voto opositor dividido -entre PAN y PRD-, existan condiciones favorables para desplazar del poder al partido tricolor.

Las estadísticas electorales, y la composición de los órganos de representación y gobierno de los principales puntos urbanos de la entidad muestran un priísmo en desventaja que, por añadidura, enfrenta hoy una inocultable división interna, en la que están peleando los representantes de las corrientes de Emilio Chuayffet y de Carlos Hank González en busca de la candidatura para alguno de sus personeros.

Del ``nosotros pensamos'' al ``yo pienso''

Pieza importante en esta escaramuza -preparatoria de la madre de todas las elecciones que será la contienda presidencial del 2000- es un hombre de larga carrera y abultada hoja de servicios en los gobiernos estatal y federal y en las andanzas partidistas: Humberto Lira Mora quien, luego de ser secretario de Acción Electoral del Comité Nacional priísta durante la campaña de Ernesto Zedillo, ocupó una subsecretaría en Gobernación, una subdirección en Pemex, y actualmente es uno de los secretarios regionales del comité presidido por Mariano Palacios Alcocer.

Lira Mora es un ejemplo de la conversión que viven los cuadros más ortodoxos de ese partido (a quienes con frecuencia sólo está quedando como recurso de sobrevivencia y promoción abrazar algunas de las técnicas democráticas de moda) y de la erosión de sus cuadros políticos.

En efecto, este político texcocano ha comenzado (en la etapa final de su carrera política) a hablar en primera persona y no en tercera, con la que la escuela tradicional priísta y gubernamental recomendaba esconder el pensamiento propio. Ese tránsito oratorio tardío ha sido acompañado, además, de un activismo desatado con el que plantea abiertamente su pretensión de ser candidato a la gubernatura y su exigencia de que tal posición se decida en las urnas, mediante consulta a la base.

El empuje de Lira Mora (retador, al grado de enfrentar verbalmente al propio gobernador en funciones, César Camacho Quiroz) tiene explicación en el hecho de que don Humberto es el beneficiario de la paulatina desaparición de cuadros mexiquenses de primer nivel.

Sin secretarios de Estado (Oscar Espinosa Villarreal se hizo pasar un tiempo como mexiquense, lo que además de ser rechazado con pasión por algunos que de verdad han hecho política en la entidad, sería un detalle ínfimo ante la fama pública ganada que lo hace inviable para efectos electorales), sin personajes políticos de primer nivel (Emilio Chuayffet deambula entre su bien resguardado cubículo de investigador y el limbo político), Lira Mora no ve frente a él a ningún adversario importante, y por ello ha tomado la bandera de la democracia interna. (Su activismo no tiene, sin embargo, sólo resortes idealistas, sino que forma parte del amplio grupo de intereses denominado hankista, en una subcorriente encabezada por Ignacio Pichardo Pagaza).

Otros aspirantes priístas

Desde luego, hay otros aspirantes en el tricolor. Destacan Jaime Vázquez, actual secretario de gobierno, que cuenta con el respaldo pleno del gobernador Camacho Quiroz quien, conviene recordarlo, suplió a Chuayffet cuando éste emprendió lo que parecía una promisoria carrera de primerísimo nivel que, sin embargo, le dejó sin el Palacio de Gobierno de Toluca y sin el Palacio de Covián desde el que aspiraba a llegar a los mismísimos Pinos.

Por otro lado está el senador Héctor Jiménez, con una amplia carrera como legislador. Arturo Montiel, el activo presidente del PRI estatal, está también en las listas de precandidatos que se manejan en el Consejo Ejecutivo Nacional. Con menos fuerza se habla de la ex alcaldesa de Toluca, Yolanda Sentíes, y de Carlos Rojas, el secretario general del Comité Nacional.

Lo importante, en medio de estos jaloneos internos en el estado vecino al Distrito Federal, es el hecho de que se percibe una tendencia favorable a la victoria para cualquiera de los dos principales partidos de oposición, PAN y PRD, y que a diferencia de otras entidades, hay posibilidades de triunfo a pesar de la división del voto opositor y de las riñas internas de estos dos partidos.

Suele decirse que las elecciones del estado de México son preludio de las presidenciales, y en este caso puede adelantarse que en aquella entidad hay un voto urbano politizado, irritado, que va a enfrentar con fuerza a un priísmo agotado, sostenido por el aparato oficial pero ayuno ya de las alegorías y milagros electorales que le han mantenido largo tiempo en el poder.

De las circunstancias internas de la oposición se hablará aquí en próxima entrega porque vale la pena dedicarle a ese asunto un buen espacio.

La reanudación del diálogo

El gobierno federal ha convertido su éterea comisión de interlocución con el zapatismo en un refugio de resentimientos y en un instrumento político inoperante. Un comisionado que no hace nada, asesores que en lugar de buscar soluciones idean venganzas, operadores políticos que en vez de construir puentes los dinamitan, emisarios que no se comunican ni entre ellos...

Suficiente tiempo ha pasado ya para que el gobierno federal se entere de que la estrategia del endurecimiento sólo ha servido para evidenciar (a veces tragicómicamente) sus carencias, para ganarse animadversión internacional, para enredar aún más el asunto, y para convertir el tema chiapaneco en el punto de referencia histórico de valoración del zedillismo.

La postura del subcomandante Marcos de abrir el camino a la reanudación del diálogo, merece del gobierno una revisión y una genuina disposición a corregir lo mal hecho. De otra manera continuará la comedia de equívocos mientras el tiempo pasa, el poder presidencial mengua y las letras del libro de la historia comienzan a cargarse de negro en la página correspondiente a este sexenio de cuatro años.

Las glorias de Murillo Karam

Por razones locales, y por otras de índole nacional, no pudo realizarse la esperanzadora alianza entre PAN y PRD que en Hidalgo pudo intentar el desplazamiento del añejo poder caciquil priísta instaurado en el gobierno estatal.

Miguel Angel Granados Chapa ha quedado así en una circunstancia menos favorable en la lucha contra un poder consolidado, vengativo y tramposo, que ha cerrado el paso a la posibilidad de una alianza y con ello, ha disminuido de manera muy importante las posibilidades de un triunfo opositor.

Columnista político ampliamente reconocido, hombre versado en el estudio de las ciencias sociales y en particular de temas jurídicos, ex consejero electoral ciudadano, Granados Chapa tiene frente a sí el esquema de una alianza distinta, la que le ofrecen el PRD y el PT.

Con independencia de los resultados electorales que sin duda le serán larga y cuidadosamente preparados por los mapaches hidalguenses y los nacionales que deseen cobrarle comentarios y observaciones periodísticas anteriores, Granados Chapa está ahora frente a una nueva etapa de su vida pública en la que, como antes, cumplirá con su conciencia y sus obligaciones cívicas.

Fax: 5 45 04 73 Correo electrónico:[email protected]