La Jornada 20 de octubre de 1998

Ahora es ``casi total'' la libertad: Naranjo

María Rivera Ť Imagine o rememore el lector una caricatura que representa a Carlos Salinas de Gortari. En la banda que le cruza el pecho se lee una sola palabra: impostor. Así saludó Rogelio Naranjo el comienzo del salinismo desde las páginas de Proceso, y anunció la postura irreductible que el cartonista mantendría durante ese sexenio y la cual le costó descalificaciones incluso de sus amigos. Este fue uno de los capítulos más difíciles en sus 30 años como retratista del presidencialismo mexicano.

Con motivo de la aparición de su libro Los presidentes en su tinta, Naranjo dialoga con su colega Antonio Helguera, de La Jornada, heredero de su posición crítica frente las figuras del poder.

-Oye, de Díaz Ordaz casi no hiciste cartones, ¿verdad? -pregunta Helguera.

-El libro de Los presidentes en su tinta incluye fundamentalmente cartones publicados en Proceso, y la revista salió un par de meses antes de que terminara el gobierno de Echeverría. Sin embargo, incluí algunos de Díaz Ordaz porque considero ese sexenio como punto de partida de muchas cosas en México -acota Naranjo.

-¿Tú empezaste a dibujar en 1968?

-En 68 empecé mi trabajo político. Ya antes había empezado a dibujar en Oposición (órgano informativo del Partido Comunista) y en la revista del Sindicato de Electricistas, en tiempos de Rafael Galván.

-Hoy día estás tú, Rius, Helio Flores y Magú. Quien empieza como monero tiene muchos puntos de referencia. Pero en aquellos tiempos, ¿quién era el tuyo?

-Los más conocidos eran obviamente Rius y Vadillo. Claro que también estaban Carreño y Quesada, pero lo subversivo era Rius. Los otros siempre se ajustaban al periodismo de ese tiempo: dibujaban sin molestar a nadie.

-¿Pero a ti te inspiró alguno de ellos?, ¿por qué decidiste hacerte monero?

-Hice caricatura desde niño. ¡Me encantaba el género!

-Pero tú estudiaste pintura.

-Sí, porque no había escuelas para caricaturistas. Estudié pintura porque no me hacía daño para dibujar.

El secuestro de Rius

-Y la formación política, ¿dónde la adquiriste?

-Mi formación política inicial la obtuve en la universidad michoacana. En esos tiempos la enseñanza de la Universidad Nicolaíta era netamente marxista, muy brava políticamente.

-Pero el cartón político, como tal, ¿lo empezaste a hacer en La Garrapata?

-No. Ahí agarrábamos temas colectivos. No era el cartón político como se entiende en un periódico.

-¿Y te gustaba lo que se hacías en esa revista?

-Pues estaba aprendiendo. Los demás ya tenían experiencia. Rius, toda la del mundo y Helio venía de hacer cartón político en Jalapa.

``La primera época fue la que a mí me gustó más porque estábamos de alguna manera inventando: el tipo de caricatura y el contenido. Si lo medimos por las opiniones del público la revista tenía éxito, pero en cuanto a ventas no. La edición casi completa la regresaban los distribuidores sin haber abierto los paquetes. Tenían la consigna de bloquear su venta.''

-¿Esto era en tiempos de Díaz Ordaz?

-Estaba saliendo Díaz Ordaz.

-Fue cuando secuestraron a Rius.

-¡Sí, fue un sustote! Recuerdo que nos reunimos en su casa para ver qué íbamos a hacer, si le bajábamos el tono a la revista o nos manteníamos igual. Hubo un empate técnico. Rius y A.B. decían que si no cambiábamos nos iban a madrear. Pero Helio y yo opinamos que había que mantenernos igual. Al poco tiempo se terminó la revista.

-¿Y luego qué, te fuiste a Excélsior?

-No, después de La Garrapata trabajé para una revista especializada en pesca. Los pescados me los sabía al derecho y al revés. Me quedaba tiempo para emprender proyectos personales, como aquel calendario erótico de 1970 que tuvo mucho éxito.

Ejercer la libertad de expresión

``Después me llamaron de Cine Mundial, una revista que traía gordas y toda la cosa. Ahí ya me encargaron que hiciera cartón político. Seis o siete meses después me llamaron a El Universal.''

-¿Quién?

-Rosendo Gómez Lorenzo, que era el director editorial. El se portó muy bien conmigo, me dio muchos consejos. Empecé haciendo dos dibujos diarios: uno para El Universal y otro para El Universal Gráfico. Fue un inicio a tope, pero me sostuve. Gómez Lorenzo me decía: `usted hágame buenos dibujos aunque la cosa política no sea una gran idea'.

-¿Pero no descuidaste el aspecto político?

-No. Pero sí recuerdo que en esa época me costaba mucho lograr el humor. A algunos de esos cartones de plano ni se les entendía. Pero él me decía que dibujara bien y que ya lo otro llegaría con el tiempo.

-Hay algunos cartones de ese tiempo que yo no les entiendo.

-Siempre trato de utilizar lo menos posible textos o siglas. Hasta la fecha me pongo terco en suprimir cosas explicativas y entonces quedan unos dibujos que son como signos de interrogación (ríe).

-Pero el humor de los cartones de Proceso sí es muy diferente.

-Bueno, es que de por medio hay ya muchos años de labor. Sin embargo, no es sino hasta ahora, con este libro, que empiezo a ver lo que es mi trabajo de conjunto.

-Durante mucho tiempo tuviste el privilegio de madrear en exclusiva al presidente. Ningún otro monero podía, ¿no?

-Se le dibujaba en otros lados, pero era la caricatura del presidente galán. En Siempre!, Carreño, como los anteriores caricaturistas sabía muy bien darle al presidente un aspecto de mucha dignidad. ¡Hicieron guapo a Díaz Ordaz, que ya es decir!

-Tú eras quien marcaba el límite en cuanto al atrevimiento...

-Proceso salió con la idea de que se había terminado la censura. Era nuestra revista y podíamos publicar lo que se nos diera la gana. La cosa era que las personas se dieran cuenta que ahí se hacía un periodismo realmente diferente. El hecho es que todos fuimos avanzando al parejo en ejercer realmente la libertad de expresión, hasta que llegaron las consecuencias: cuando nos quitaron toda la publicidad durante el gobierno de López Portillo. Fue aquello de ``no pagamos para que nos peguen''. Se originó tanto por el tono de la revista como por mis cartones. En ese tiempo agarré de puerquitos a Díaz Serrano y a López Portillo con lo del petróleo. Era el tema crucial por el que estaba pasando México. Decidir si nos volvíamos ricos o no con la venta del crudo (ríe).

-Otro momento muy difícil fue cuando te cambiaron a páginas interiores de la revista empezando el sexenio de Salinas. Lo recibiste con un cartón memorable, como un muñequito recortable que en la banda presidencial decía: ``impostor''.

-Fue el ataque puro y seco, así nada más. Yo dije: ``que salga el veneno completito, ¡y como va!''

-Aunque te cambiaron para las páginas interiores no le bajaste y trajiste al tipo en chinga todo el sexenio.

-Sí, no había necesidad de bajarle. El cambio de página no fue para censurarme, fue para decirle al gobierno que sí podíamos hacer un reajuste en la revista.

¿Pertenecer a los emisarios del pasado?

-Siento que con Salinas vertiste todo el veneno. Hay unos cartones en ese libros que están ¡muy canijos! Si el tipo los vio debe haberte odiado. Como ése en el que está él, en el balcón presidencial, con la cajita registradora y dice: ``pásenle marchantes....'' Los caricaturistas de otros medios sí lo podíamos tocar, pero no con esa intensidad con la que te lo agarraste tú.

-Sí se pudo. Creo que en La Jornada lo hicieron también, como antes ocurrió en Unomásuno. Si los caricaturistas quieren tocar la figura presidencial lo pueden hacer. Se ha abierto mucho esa posibilidad.

-Pero ustedes fueron la primera grieta. Por ahí se abrió...

-Eso sí. Proceso hizo el trabajo más duro. Pero en ese momento el público lector estaba apoyando mucho.

-Durante el sexenio de Salinas tuve la impresión de que realmente había triunfado la derecha. Tenía la sensación de que iban boyantes: dominaban todos los medios de comunicación y lo que sonaba a izquierda lo caracterizaban como arcaico y ridículo. Pero tú no variaste la línea política de tus cartones. No vi que titubearas.

-No. En ese tiempo me distancié de muchos intelectuales que admiraba. Me veían como un peligro. Llevar una amistad conmigo era algo que les avergonzaba. Decían que era alguien que se había quedado en el siglo pasado, en fin.

-¿Y tú qué pensabas?, ¿te dolía?

-¡Nooo! Mantuve amistad con seres como Heberto Castillo y Carlos Monsiváis. Le preguntaba a éste: ``¿cómo ves mi trabajo, no sientes que anda mal?'' y él me decía: ``¡no hombre!, estás en una muy buena época''. Fue una experiencia de ésas en las que empiezas a dudar por los comentarios que oyes. Y que llega el final del sexenio de Salinas y comienza a salir todo el mugrero, pero ¡en grande!

``Yo estaba acostumbrado a tener ese tipo de razón desde tiempos de López Portillo. También él era carismático y muchos lo adoraban. Y nosotros ¡claro!, éramos los enanos del tapanco, los emisarios del pasado y todos esos calificativos, por cierto, ingeniosos. Al final también se les revirtió todo. Ahora ya es la moda que los presidentes entren muy bravos y salgan huyendo en medio de las carcajadas de todo mundo.''

Trabajar para opinar

-En su sexenio, a Salinas no se le podía ni tocar.

-La censura la he sentido en cada sexenio. Ahora es casi total la libertad. Siempre he estado como al acecho de que nos den una oportunidad para meter mi cartón ¡y a ver qué pasa!

``Durante mucho tiempo cuando hacía un cartón duro en Proceso iba procurando que nadie de los importantes me viera, lo ponía sobre un escritorio y ¡pelas! Esperaba en mi casa el telefonazo... Y entonces sonaba el teléfono y empezaba la negociación. A veces le decía a mi mujer: `diles que no estoy'. Ella no quería, pero una vez les dijo: `ya se durmió'. `¡Pues despiértelo, señora!', le respondieron.

``Cada quien se inventa sus trucos para pasar cosas, pero no conviene, y eso lo sabe cualquiera; echarse la bronca con el medio donde trabaja. Uno defiende hasta donde puede su dignidad y el derecho a publicar, porque uno no trabaja por la paga sino por la oportunidad de opinar.''

-Hoy existe bastante libertad al menos para los moneros, pero yo tengo la sensación de que no ha servido de mucho y que el país está incluso peor que antes.

-¡Bueno! No comparto esta opinión. Si a mí me preguntas económicamente cómo estamos te diría que de la patada. ¡Las políticas neoliberales le han dado en la madre al país! Pero ahora tenemos gobiernos de oposición; una sociedad politizada y actuante; una guerrilla pacífica en Chiapas que está doblándole el brazo al gobierno en mil cosas y de una resonancia mundial que nunca lo hubiéramos soñado. ¿Cuándo íbamos a pensar que llegaríamos a un año en que se le iba a hacer ese homenaje a los caídos en 1968, con la bandera a media asta? Y los priístas se tuvieron que aguantar.

-Ahora el problema es deshacernos de los tecnócratas.

-Sí, pero vamos por partes. Creo que los cambios en la dirección económica también se tienen que dar bien pronto. Porque la carrera presidencial está bien difícil que la gane el PRI y si la logra va a tener que ceder ante la presión de las oposiciones.

-Se han ganado muchas libertades, pero ya es tarde. Está todo destruido, ya se despacharon lo último que quedaba. Pienso que han devastado de tal manera todo que si hay libertad de prensa ¡les vale madre! Tengo una sensación como de desesperanza.

-No lo creo así y no les vale madre. Se están peleando entre ellos. Esto ya se acabó. Hay que empezar a construir el país que queremos. Soy optimista. No se acabaron a México. Hay manera de levantarlo y eso les tocará a las nuevas generaciones. Aunque eso sí, problemas van a existir siempre y los caricaturistas no saldrán sobrando nunca.