Necesario, reorganizar y regionalizar las políticas científicas
El Sistema Nacional de Investigadores
Eduardo Andrés Sandoval Forero
Las siguientes líneas pretenden reflexionar acerca de las condiciones y los efectos que genera en los investigadores, los productos de investigación y las instituciones el pertenecer al Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Los referentes parten del conocimiento directo, en el área de ciencias sociales y humanidades.
Para comenzar, mi reconocimiento a la importancia de la evaluación de la investigación, su verificación, su validación y perfeccionamiento como la esencia de la dinámica del conocimiento.
Sin embargo, no debe de soslayarse que a pesar del proceso de mundialización del mercado, la cultura y la ciencia no todos somos iguales; unos son más iguales que otros, por lo que no deja de ser una gran falacia aplicar criterios de evaluación del primer mundo a países que también se encuentran en el subdesarrollo del conocimiento. Es decir, no es factible competir al tú por tú con comunidades científicas que tienen soportes de gran tradición de investigación, infraestructura de punta, alta tecnología, recursos económicos suficientes, políticas definidas a muy largo plazo para la investigación, y condiciones honrosas para los científicos.
Esa gran disparidad obliga a que la comunidad científica que se encuentra en desarrollo aquilate su capital en las habilidades, capacidades y producción científica, tecnológica y cultural en sintonía con los problemas propios de la región.
Pero esos acondicionamientos históricos y estructurales se ven alterados por los indicadores que se utilizan en la evaluación de la investigación.Veamos algunos:
¿Quién evalúa a quién?
La evaluación de pares, hasta donde conozco, parece ser lo mejor que los administradores de la ciencia han decidido. Pero ello, por sí mismo, no garantiza una evaluación objetiva, desinteresada y justa. ¿Quién es un evaluador válido de una teoría, una metodología o una exploración del conocimiento?
Recuerdo una conversación con un nivel III del SNI, quien me decía que en todo proyecto o toda investigación concluida que él evaluaba, el principal criterio era si citaban por lo menos tres de sus libros. Es decir, su interés personal subordina a cualquier investigación y se encuentra por encima del conocimiento no compartido por otros investigadores.
¿Qué se evalúa?
Desde hace cinco años, las universidades tienen su sistema propio de evaluación. Al igual que el SNI, evalúan principalmente la productividad, lo que ha conducido, además de la presión y tensión en los profesores-investigadores, a un desempeño excesivo en la cantidad, pero sacrificando las exigencias de la calidad en la investigación.
Es ``más valiosa'' la articulitis que la producción seria, profunda y mesurada de un libro, cuya lógica admite que su preparación tarde entre tres y seis años. Esa perversidad también ha conducido a que la mayoría de los libros que actualmente circulan sean simples recopilaciones de artículos o maquila de varios autores, mas no de equipos que crean una obra colectiva, producto de la investigación social.
El SNI, al igual que las universidades, se basa en insumos, eficiencia y eficacia para determinar la asignación de recursos mediante la legitimación de jerarquías llamadas ``de calidad'', que priorizan la cantidad a partir de criterios técnicos.
Un investigador que no reporte resultados cuantificables en un año es dado de baja del SNI, al igual que si presenta escasos dos o tres artículos, a pesar de la profundidad e innovación científica que contengan; de ahí que la mayoría no pretenda realizar investigaciones exhaustivas de varios años, tiempo realmente necesario para aplicar y desarrollar cualquier conocimiento. Al respecto, uno de los evaluadores del área II del SNI comentaba: ``Con seguridad, ese cuerpo colegiado hubiera expulsado al famoso Einstein, por su excesiva lentitud'' (De la Peña, Guillermo, Las ciencias sociales en México, 1994: 216). Hay que recordar que la teoría de la relatividad se encuentra expuesta en 25 cuartillas.
Dime dónde publicas y te diré quién eres
Sin tener en cuenta que los investigadores de un país en desarrollo son reflejo y producto de esa condición histórico-estructural, se aplican criterios de los países altamente desarrollados.
Se exigen publicaciones internacionales y de renombradas casas editoriales, como si la objetividad evaluadora extranjera fuera mayor que la nacional, en la que se valora el potencial de la editorial y no el producto de la investigación.
¿Acaso las grandes editoriales no publican también chatarra en su literatura? No siempre ``el hábito hace al monje'', y la calidad científica no puede ser reducida a la extranjerización.
El SNI y las universidades
Dadas las precarias condiciones económicas en que se debaten los investigadores de las universidades, éstos se ven obligados a participar en un sistema paralelo al de su institución que les brinde estatus e ingresos complementarios.
Pero, en realidad, el SNI se encuentra por encima de las evaluaciones internas de las universidades, y genera una especie de esquizofrenia en la que el investigador, en el mejor de los casos, tiene que conciliar dos sistemas de evaluación. En el peor, el investigador se dedica a trabajar en función de los requerimientos del SNI y no de las necesidades de su institución. Pero qué gran contradicción para los investigadores y las instituciones, cuando una gran cantidad de su personal califica con ciento por ciento en su evaluación interna y es reprobado en el SNI.
Se sobrestimula el esfuerzo personal, muy loable por cierto, pero irrelevante y de escasa trascendencia para la ciencia; se debilita la colectividad tanto académica como de investigación, y el trabajo no rinde más allá de las pretensiones del investigador solitario en detrimento de la labor persuasiva, constante y silenciosa de la mayoría de los docentes no miembros del SNI. Lo expuesto se ilustra con el caso que a continuación me permito narrar:
Una facultad de ciencias sociales, en una universidad obtuvo dos cátedras patrimoniales durante un año. En ese periodo tan sólo asistieron dos veces -no dos días- e impartieron pláticas improvisadas por cerca de dos horas. Al transcurrir el año, el directivo de la facultad enriqueció su informe a partir de la presencia -no del trabajo- de los dos consagrados investigadores del nivel III del SNI (por razones obvias no doy sus nombres).
La perversión también ha conducido a la clonación de algunos investigadores de niveles superiores del SNI: son tiempos completos y asesores de varias instituciones nacionales, donde lo único que queda claro es el desafío a las leyes más elementales de la física. Esas repercusiones han sido evidentes en los programas de posgrados de excelencia.
En respeto al tiempo, y derivado de lo expuesto, propongo que se regionalice el sistema de investigadores, de manera que efectivamente los pares de evaluación así lo sean, a partir de la noción que tengan de la región en dos dimensiones: las necesidades que en ella existen y el desarrollo del nivel de conocimientos aplicados. Esta labor se facilitará siempre y cuando cada universidad de la región organice su sistema universitario de investigadores.
Las promesas de reorganizar la comunidad científica son grandes, como también lo son sus potenciales riesgos. Dentro de los primeros puede identificarse la posibilidad de eliminar el aislamiento de los científicos, la labor individual, la investigación que se realiza por interés de la persona y no por las necesidades de la sociedad o de la ciencia.
El tránsito de la ciencia hacia un nuevo siglo involucra aspectos que trascienden un sistema nacional de evaluación, pero que obligan a abordar las formas en que se debe evaluar para avanzar en el conocimiento. La urgencia de regionalizar la ciencia, así como el sistema de investigadores, conduce inevitablemente a romper con los desequilibrios de un sistema federal altamente centralizado, de manera que se impulse la calidad en la productividad y permita saltar costosas etapas de desarrollo e integración a la sociedad global.
Las decisiones que se tomen, o se dejen de tomar, afectarán a la sociedad científica en las próximas décadas. Estos son tiempos de reorganizar y regionalizar la política científica y su marco normativo propicio para el desarrollo de la sociedad del conocimiento, así como para la apropiación social del mismo.
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