Al mismo tiempo que las tasas de interés han subido de manera muy importante en México y en otros países de América Latina, en Estados Unidos se anunció una segunda baja en la tasa básica usada por la Reserva Federal. No sólo eso: una tasa fijada directamente por el mercado, la libor en dólares, que durante mucho tiempo fluctuó alrededor de 6 por ciento anual, ahora anda alrededor de 5 por ciento al año, menos que el porcentaje aplicado aquí, por un mes, a los adeudos normales de una tarjeta de crédito.
Este fenómeno no se debe sólo a la intención de frenar la posible recesión que se ve venir en otros países. Una causa fundamental es el hecho de que grandes capitales están huyendo de México y de otros países en cuya estabilidad económica no confían los dueños de esas fortunas, y se refugian en lugares como Estados Unidos y Europa, cuyos sistemas financieros les inspiran confianza. En cuanto a la mano de obra barata, parecen preferir a países como China, que no ha abatido, en aras de un libre comercio indiscriminado, sus defensas contra situaciones como la que se está viviendo.
Los efectos de esto en nuestra economía deben ser tomados muy en cuenta. Por un lado, con crédito escaso y caro, el poder de compra se desploma y la inversión se deprime, lo cual implica un cuadro más recesivo y, en un momento dado, la crisis. Este elemento no se da aislado, sino sobrepuesto con otros fenómenos recesivos: fuga de capitales, restricción severa del gasto público y un discurso oficial que niega la posibilidad de cambiar esta situación. En estas páginas citamos, hace poco, una serie de ejemplos de inversiones canceladas o pospuestas.
Por otro lado, el que tiene dinero difícilmente lo va a invertir en una actividad productiva en México, cuando que le rinde bastante depositado en el banco. Como, además, la inversión productiva requiere de mercado para vender lo producido, y éste está contraído, con mayor razón el que tiene dinero lo meterá al banco en instrumentos de renta fija. Como este dinero concentrado en los bancos tampoco se dirige a la producción, precisamente porque los bancos prestan ahora poco y caro, el cuadro recesivo se completa. Y eso que no hablamos del gran número de personas y empresas endeudadas que nunca llegaron a salir de la situación que se generó a partir de 1995, o que recayeron en ella después de una reestructuración del adeudo.
Pido disculpas al lector por este cuadro, pero la situación no está para novelitas rosas. Sería, para poner un ejemplo de actualidad, como si viéramos unas nubes bien cerradas y bien negras, y aun así quisiéramos salir a la calle sin impermeable ni paraguas, sin siquiera un plástico o un periódico para cubrirnos.
La alternativa, que debe ser discutida en los foros partidos-gobierno y legislativos, es un cambio en la política económica, planteado ya incluso en el nivel mundial y en los organismos internacionales. Es absurdo persistir en líneas económicas que están a la derecha de las aplicadas en Estados Unidos, donde se toman medidas para reactivar la economía. Es más, organismos de la prensa extranjera hablan de un acuerdo entre los gobiernos de Estados Unidos e Inglaterra (países en los que el liberalismo económico había tenido sus principales baluartes con Reagan y Thatcher) para buscar una rápida baja en las tasas de interés, y así frenar la tendencia recesiva que se observa en una parte del mundo.
En las condiciones de México, algunas medidas importantes que podrían quedar dentro de este cambio son: si se va a aumentar la deuda pública de manera importante, que no sea pagando con dinero público deudas de multimillonarios que pueden pagarlas, o de personas sujetas a proceso, sino teniendo un gasto público bien ejercido, cuidado, pero no recortado a muerte, y aliviando la situación de pequeñas y medianas empresas endeudadas, y de personas que, habiendo pagado puntualmente antes de las devaluaciones, no pudieron seguirlo haciendo cuando el monto de los pagos se duplicó o triplicó; establecimiento de un sistema de control del medio financiero, y fortalecimiento de la banca de desarrollo, ampliándola de nuevo al ``primer piso'' para que puedan prestar al cliente sin la intermediación de un banco comercial. Esto último puede permitir un uso productivo de los recursos ahorrados en los bancos intervenidos, que hoy son la gran mayoría.