La Jornada 18 de octubre de 1998

Danzón dedicado a la ciudad, el salón de baile llevado al museo

Angel Vargas Ť La garganta se abre para expirar con mayor fuerza el aire contenido en los pulmones: ``¡Danzón dedicado a...!'', y la música comienza a sonar. En todo un rito, que empieza en la vestimenta. Hombre y mujer dejan en ese momento la explicación de la vida en las extremidades inferiores, en el suave y sabroso contoneo del resto de sus cuerpos. Ya no son dos, sino uno: la pareja. Ha dado comienzo el acto sacro del baile.

¡Cuántas imágenes así no se habrán grabado ya en la historia!, tanto del mundo de la realidad como de la ficción. En el caso de la ciudad de México, esas imágenes son, desde hace varios años, estampas clásicas de toda una gran época: la de los salones de baile.

Desde ayer, el Museo de la Ciudad de México abrió sus espacios al danzón. Primero, dedicó más de 14 horas de la jornada sabatina a vivir el ambiente de un salón de baile. La música de seis danzoneras -la de Acerina, la Cinco Estrellas y la Mexicuba, entre ellas- marcaron el ritmo no sólo a reconocidos personajes de ese mundo del paso cadencioso, sino al público en general que se dejaba llevar por esa galantería y erotismo que imperó en el barroco edificio del siglo XVIII, que es el antiguo palacio de los condes de Santiago de Calimaya. Además de la exhibición de baile, se realizó una mesa redonda sobre el tópico, en la que participaron Carlos Monsiváis, Antonio Zedillo, Jesús Flores y Escalante y Pablo Dueñas.

Segundo, el museo abrió sus salas a la ``exposición viva'' Danzón dedicado a la ciudad, cuya razón de ser puede quedar resumida así: ``se pretende trasportar por un día el salón de baile al museo, permitiendo al público asistente ser espectador o transformarse en participante, en momentánea pieza de museo que cobra vida, baila y gira en la atmósfera mágica de una noche de danzón''.

Según la historiadora Anabelle Vargas, curadora, la muestra nació por una inquietud personal: ``Soy una amante del danzón. Voy a los salones de baile con cierta regularidad; me encanta. Pero veo que la mayoría de los que asisten son personas mayores; hay pocos jóvenes que se interesen en cultivar este tipo de ritmos y de aficiones. Lo de moda es ir a discotecas. Poco a poco, el danzón y los demás bailes finos de salón tienden a desaparecer, porque la gente no los conoce''.

Otras de las razones aducidas por la investigadora para montar la muestra fue la intención de aclarar ciertas concepciones erróneas y negativas que algunos sectores de la sociedad tienen sobre ese ritmo y del mundo en torno a él: ``Me molesta el desdén con que generalmente se refieren a ese baile. Escuchan danzón y dicen `¡Ah, cabaret o música de viejitos!', y eso no es cierto. Se trata de desmitificar esa cuestión, de quitar la leyenda negra que sobre él pesa. El danzón no significa burdeles; generalmente se bailaba en salones especiales, y si la gente conoce uno de éstos se dará cuenta que a ellos se va realmente a bailar y no a tomar; que no son sitios de vicio ni de perdición, imagen a la que han contribuido mucho las películas''.

Conformada por fotografías, carteles, pinturas, vestuario y arte popular, en su mayoría de la colección particular del ex administrador del Salón Colonia, Simón Jara, la exposición, musoegráficamente, está dirigida a recrear un salón de baile, con un doble propósito: ``para que los danzoneros de corazón se vean como parte activa de un museo y para que las personas que no tengan la menor idea del asunto se animen a conocer no sólo el danzón, sino los demás ritmos y el ambiente de esos sitios de sano esparcimiento que son los salones de baile'', concluyó Anabelle Vargas.

(Danzón dedicado a... permanecerá abierta hasta el domingo 25 de octubre en el Museo de la Ciudad de México, Pino Suárez 30, Centro Histórico)