¿Por qué México sigue sumido en el subdesarrollo a pesar de que es una de las naciones con más recursos naturales, económicos y sobre todo humanos y culturales? Para que no suene a una aburrida discusión en historia o civismo, la misma pregunta puede cobrar mucha actualidad si la reformulamos.
¿Cómo es posible que en México sigan ocurriendo fraudes e impunidades del tamaño de un Fobaproa, incluyendo su impacto empobrecedor en los bolsillos de una sociedad de suyo empobrecida por la economía neoliberal, así como su impacto demoledor en la moral de la misma sociedad de por sí vapuleada por la impotencia ante barbaridades como la reciente legalización de la usura por cuenta de la (dizque) Suprema Corte de Justicia (doble dizque), lo que a su vez recicle la pobreza (de los deudores así desahuciados), lo mismo que la microcriminalidad de los plebeyos (por la suma de esos nuevos pobres), la macrocriminalidad de los nuevos virreyes (por el ejemplo sin castigo de los fobapropistas) y la así acrecentada impotencia que, al conjugarse con el secular maltrato de comunidades como las indígenas, lógicamente llega a explotar en una insurrección que, para colmo, es respondida por los poderosos con una guerra tan dispareja como cobarde y silenciosa?
Quedó larga la pregunta, pero así ya no puede tachársela de abstracta o irrelevante. Relaciona entre sí varios de los lastres más bochornosos y actuales de México. ¿Por qué pues, un México con tantos y tales lastres pese a tantas potencialidades?
La variedad de respuestas posibles es infinita. Por ejemplo, los electricistas podrían atribuirlo a que México se ha quedado sin luz, es decir, sin lo que los filósofos llamarían el Plan Fundacional; los sociólogos, el Pacto Social, y los juristas, simplemente la Constitución. Los éticos (¿no es tiempo de una profesión para la ética?) más bien lo atribuirían a las ya incontables burlas sufridas por la Constitución que nos rige desde 1917. Los historiadores dirían que la causa es precisamente la vejez de aquélla. Sin faltar la posible respuesta de algún neoliberal prudente: la desrregulación no debe llevar hasta la muerte de la propia Constitución (hay que dejarla con puras garantías mercantiles, pero no desaparecerla).
Lo cierto, y lo serio, es que en todas las respuestas aparece una razón constitucional. Ello significa que la manera en que México se constituyó, ya no funciona, jamás ha funcionado, sobre todo en cuestiones como la discriminación indígena. Y esa falta de funcionamiento tiene que ver, en resumen, con las fracturas de todo tipo que la ``modernización'' neoliberal no ha hecho sino llevar al punto de la ingobernabilidad. Todavía no la ingobernabilidad total, pero ya cerca.
Por todo ello, resulta muy saludable el llamado de la Asociación Nacional de Abogados Democráticos (ANAD) a conformar, desde la sociedad misma, un Movimiento Nacional Constitucionalista. Es decir, ``un gran movimiento nacionalista, plural, democrático'' que, tras rescatar ``lo mejor de nuestra cultura e historia'', se vuelque a tejer los consensos que eventualmente darían cuerpo a la nueva Constitución requerida por México.
La materia de trabajo y la autoridad moral de la ANAD, la sitúan como un convocante por demás idóneo. Además, entre sus cualidades se incluye una tradición de apertura y generosidad (específicamente, para tantas víctimas del actual Estado ni derecho ni de derecho). De modo que desde el mismo llamamiento de la ANAD, el pasado 10 de octubre, ya participaron agrupaciones de lo más diverso: el Movimiento Ciudadano por la Democracia, la Asamblea Ciudadana de Deudores de la Banca, el Consejo Nacional de Trabajadores, el Frente Zapatista de Liberación Nacional, la Universidad Obrera, así como representantes indígenas y sindicales (ferrocarrileros, maestros de la sección X del SNTE), entre otros.
Crece, pues, la demanda de reconstituir a México desde sus cimientos. No por casualidad, la Segunda Declaración del Congreso Nacional Indígena, al ``Nunca más un México sin nosotros'', agrega: ``Por la reconstitución integral de nuestros pueblos'' (La Jornada, 13-X-98). Sólo reconstituido, de preferencia con una nueva -y buena- Constitución, México saldrá por fin del atraso... y de los lastres francamente ofensivos.