La Jornada sábado 17 de octubre de 1998

Orlando Delgado Selley
El Nobel de Economía

Mientras el mundo de los economistas ortodoxos se sacude porque el Premio Nobel de Economía 1998 fue otorgado a Amartya Sen, estudioso de los problemas del crecimiento en relación con el bienestar, en México la política económica sigue manejándose bajo el mismo paradigma teórico

La Academia Sueca hasta ahora había premiado a economistas cuya característica definitoria era su ortodoxia; Kaldor, Joan Robinson, Sraffa, Lange, entre otros merecedores indudables del premio, fueron descalificados ya que sus propuestas económicas cuestionaban elementos centrales de la economía neoclásica. De manera clara, se premió a quienes desarrollaron técnicas formales, decisivas en la evolución de una visión particular de lo económico, restando importancia a quienes hicieron aportes serios para que la teoría del crecimiento y el bienestar se convirtiera en una palanca para luchar contra la pobreza y el hambre.

En esta década, por ejemplo, los Nobel de Economía se dieron a Markowitz, Sharpe y Miller (1990) por la teoría de la economía financiera; a Coase (1991) por sus aportes al análisis de los costos de transacción; a Becker (1992) por la extensión de la microeconomía al análisis de la conducta; a Fogel y North (1993) por estudios ecométricos sobre cambios institucionales; a Harsanyi, Selten y Nash (1994) por la teoría de juegos no cooperativos; a Lucas (1995) por el enfoque de las expectativas racionales; a Mireless y Vickrey (1996) por su teoría de incentivos con información asimétrica; a Merton y Scholes (1997) por su evaluación económica de paquetes accionarios. Como se observa, análisis puntuales, econométricos, sobre cuestiones financieras; ninguno en la tradición de Smith, Ricardo, Malthus, Marx.

No es, de ninguna manera, casual que en 1998 se reconozca una aportación económica, entre cuyos ejes está la evaluación de la calidad de vida y la necesidad de que el Estado intervenga para corregir la actuación de las fuerzas del mercado; en este año, la economía mundial ha enfrentado una serie de eventos que cuestionan profundamente la globalidad y, con ello, las bases teóricas en las que se sustenta.

Las diferencias entre el Banco Mundial y el FMI, no parecen ser circunstanciales; los planteos de Stighitz cuestionan la concepción vigente sobre los mercados financieros y la libre movilidad del capital. El informe de la UNCTAD de 1998, además de reconocer con precisión la naturaleza y causas de las crisis financieras recientes, propone acciones que no resultan compatibles con la ortodoxia económica.

La crisis económica conduce a un severo y cada vez más extendido cuestionamiento de la economía neoliberal. En un viejo trabajo, Amartya Sen advertía: ``el hecho de que el fenómeno del crecimiento siga siendo un enigma... estima en parte la complejidad del crecimiento económico, pero refleja también nuestro cuatro de valores...'' (Economía del Crecimiento, FCE, P.34) Valores que no contemplan el análisis de temas como la pobreza y sus orígenes, junto con la manera como deben combatirse.

El reconocimiento a este enfoque crítico, señala la pertinencia de análisis alternativos, de economistas que no olvidan que la economía trata de relaciones sociales y no solo de relaciones entre variables económicas; que ser economista no solo requiere de un amplio ominio de matemáticas y estadística, sino también de historia y sociología; que la ciencia económica ha enfrentado siempre múltiples discusiones, cuyo desarrollo le ha permitido avances sustanciales, lo que implica que el estudio del pensamiento económico es fundamental en la formación de un economista.

En México, los datos sobre la extensión de la pobreza; expuestos por Boltvinik el 15/X en la Jornada, son terribles; pero, los economistas oficiales en el Gobierno y los oficiosos en los centros de enseñanza privada, no se ocupan de ellos, siguen preocupados por los equilibrios macroeconómicos. Los conceptos clave para ellos, como economía sana, estabilidad, los lleva a ocuparse de la salida de capitales, actuando sobre las tasas de interés, soslayando el impacto que medidas como esta tienen en el ingreso de las familias.

Así, convendría recomendar a los tecnócratas la lectura de los trabajos de Amartya Sen, para ver si con ello se ocupan en atender al reclamo esencial: mejorar la calidad de vida de la población, lo que requiere poner en el centro el crecimiento con una distribución del ingreso equitativo, es decir, el desarrollo; viejo tema, siempre nuevo.