El nacionalismo es hoy el mayor enemigo de la cultura democrática
Juan Manuel Villalobos, especial para La Jornada, Madrid, 16 de octubre Ť El nacionalismo es en la actualidad el mayor enemigo de la cultura democrática, como un animal proliferante y escurridizo de muchas cabezas, afirmó hoy el escritor peruano-español Mario Vargas Llosa.
Más que una concepción racional y pragmática de la historia de la sociedad, la doctrina nacionalista es un acto de fe colectivista y utópico de la noción de comunidad, que necesita de los agravios históricos para justificar sus pretensiones de víctima, apuntó.
``Por eso, como hacen las iglesias, los nacionalismos no dialogan: descalifican y excomulgan. El nacionalismo tiene que ver mucho más con el instinto y la pasión que con la inteligencia. Su fuerza no está en las ideas sino en las creencias, las pasiones y los mitos.''
Al participar en el ciclo de conferencias Nuevas visiones de España, reflexiones en el camino hacia un nuevo milenio, organizado por el Centro Cultural Círculo de Lectores de Madrid, Vargas Llosa aseguró que el nacionalismo se reproduce en varios países de Europa con apariencia y formas diferentes aunque, dijo, es el fondo y no la ``envoltura circunstancial y singular lo que constituye un desafío a la cultura democrática''.
Ante más de 250 personas, el autor de La guerra del fin del mundo dictó la conferencia El desafío de los nacionalismos, en la que criticó las expresiones en Gran Bretaña, Francia, Austria e Italia, países donde el nacionalismo se ha establecido como una ``doctrina protoplasmática''.
Sería un error, agregó, creer que los abusos cometidos en el pasado por pueblos fuertes contra comunidades débiles son la razón de ser del nacionalismo, pues si se tratara de ajustar cuentas con el pasado, aquél se extendería hoy por cada ``comarca''.
El ex candidato a la presidencia de Perú en 1989 se preguntó entonces si había acaso un país que no tuviera desagravios que reclamar a la historia. ``No hay sociedad que cuando vuelve la cabeza y escruta su pasado no se encuentre con un espectáculo de horror, crímenes y atropellos indecibles que se cometían tanto entre sociedades, pueblos y naciones como entre clases e individuos''.
Subestimar toda creación del espíritu
En la ideología nacionalista y su concepción del ser humano ``anida inevitablemente una semilla de violencia que germina sin remedio cuando se vuelve acción de gobierno'', al empeñarse en construir ``la ilusoria nación integrada cultural, social y linguísticamente en cuyos retoños humanos se transustanciaría la unidad nacional'', afirmó.
Vargas Llosa agregó que no hay sector más afectado por los estragos que el nacionalismo causa como el de la cultura.
``La perspectiva nacionalista tiende a rechazar o minusvalorar toda creación del espíritu, que en vez de magnificar o privilegiar los valores locales, lo regional, lo nacional, lo folclórico, lo relegue, ridiculice, niegue o simplemente los minimice dentro de una perspectiva cosmopolita o universal.''
Para el nacionalismo, dijo, ``las creaciones más respetadas y respetables son aquellas que confirman sus prejuicios sobre las identidades colectivas''.
Aseguró que en la práctica el nacionalismo cultural significa el ``ensimismamiento provinciano''. Por lo anterior, dijo Vargas Llosa, el nacionalismo no ha producido nada de memoria en la literatura ni en las artes, razón por la cual ``los profetas del nacionalismo no han ingresado nunca a la primera división en materia de pensamiento''.
Grave problema para España
El escritor, quien actualmente reside en Londres, aseguró que la tarea intelectual -no así la artística- tiene la obligación de hacer esfuerzos por mantenerse dentro del realismo que obliga a reconocer el nacionalismo como el problema más grave que enfrenta España.
Por ello, dijo Mario Vargas Llosa, ``en mi opinión -que es la de un sudaca que también tiene pasaporte español, ironizó- es que los nacionalismos deben ser intelectual y políticamente enfrentados, de manera resuelta y sin complejos y no en nombre de un nacionalismo de distinta figura, sino de la cultura democrática y de la libertad''.
Finalmente, señaló que el nacionalismo sólo empezará a ceder el campo cuando en las regiones donde ahora se extiende sea evidente lo que para quienes lo combaten es una verdad transparente: ``que no hay un solo agravio e injusticia que no puedan solucionarse en un régimen de libertad y democracia''.
Si esta verdad llega a ser aceptada, concluyó, el nacionalismo experimentará un proceso equivalente a aquel que ha hecho del socialismo en los tiempos modernos una fuerza democrática.