La Jornada 17 de octubre de 1998

El gran baúl..., apuesta al futuro por una hermandad universal

Claudia Herrera Beltrán Ť Como correo del futuro, miles de mensajes infantiles aguardarán medio siglo en un cofre enorme, el más grande construido en el pueblo de Olinalá, Guerrero, para ser conocidos por los niños del año 2050. Ahí se encontrarán con un tesoro, los deseos de lo que sus abuelos -en su momento- quisieron preservar del mundo.

Michael Vetter, productor de El gran baúl para los niños del futuro, habla del proyecto que a partir del próximo lunes se exhibirá en el Papalote Museo del Niño -para recibir cartas de infantes de 7 a 15 años-y que se cerrará el 17 de noviembre en una fiesta que será la culminación de un documental televisivo.

Por esos días, niños de Alemania, Canadá, Grecia, Israel, Filipinas, Polonia, Rusia, Sudáfrica, Tibet, Turquía, Tanzania, Bielorrusia, Finlandia y otro país por confirmar harán lo mismo y compartirán sus experiencias en un programa que será producido en cada nación y que el próximo año se podrá ver en los 15 países participantes.

Abrir una ventana al mundo

El autor de la idea es el documentalista alemán Pierre Hoffmann, quien por conducto de su productora Faust Film convocó en febrero del año pasado a cineastas de varias naciones para participar en esta propuesta apoyada por la UNESCO y el Club de Roma, que la incluyeron en el proyecto ``A los que nacen después''.

En México, Vetter -cineasta autodefinido como austromex por su nacionalidad austriaca y sus 30 años de vivir en el país- se encargó de concretar una propuesta difícil, porque la crisis económica canceló el apoyo de instituciones gubernamentales y privadas y sólo se hizo posible con los recursos de MV, productora del cineasta, y con la colaboración de sus amigos.

Antes de recoger el baúl en Olinalá, Vetter, acompañado de su asistente, Teresa Solís, platicó sobre el proyecto que, dijo, encierra una apuesta al futuro para crear una hermandad con seres de diferentes culturas y para hacer una ``especie de asalto de la inocencia que nos falta a los adultos''.

Asimismo, para los pequeños significa una oportunidad de que manifiesten sus ideas y cuando conozcan los videos de otras latitudes se les abra una ventana hacia el mundo. La idea es que ``vean que hay niños de otros credos, de otras culturas, de otras lenguas, pero que tienen los mismos problemas de sobrevivencia'', explicó el realizador de los documentales Los dioses del México antiguo y Senderos.

Cada uno de los países participantes construyó su baúl. En México aparecen animales míticos y flores propias de fábulas y leyendas ancestrales, mientras los esquimales de Canadá diseñaron un trineo, y los sudafricanos una casa multicolor.

Los niños elaboran sus mensajes en pinturas, esculturas, collages, grabaciones de música, danza, teatro y todo tipo de expresiones innovadoras en las que manifiestan qué es lo que desean conservar del mundo. Sus inquietudes ya se hicieron presentes en un taller organizado por el Papalote Museo del Niño, en el que manifestaron su preocupación en la ecología y el deterioro de su entorno.

Su libertad para expresarse está garantizada y la mejor prueba es que en Vietnam del Norte, la serie se suspendió cuando se comprobó que el gobierno censuraba los mensajes y en su lugar entró Tanzania. En cambio, en Abisinia el proyecto se canceló a causa de la guerra civil.

Como se esperan muchos trabajos con la convocatoria nacional que se conocerá el día 19, el Papalote formará un grupo de especialistas para elegir los mejores mensajes y cada niño cuyo trabajo se guarde en el cofre acudirá a la ceremonia para depositar personalmente el suyo y recibirá un diploma que dice: ``Nos vemos en el 2050'', con lo que se vuelven vigilantes del cofre y embajadores para el futuro.

El baúl, explica Vetter, se cerrará el 17 de noviembre, pero quizá sea en un acto simbólico, porque se piensa abrirlo para recolectar datos usando tecnología avanzada.

Con el sello de la cerradura, la aventura del baúl apenas comienza porque los cofres se convertirán en objetos itinerantes. El próximo año la Unicef los invitará a una exposición en Berlín, Alemania, y en el 2000 -año del niño- el gobierno de Canadá los va a presentar en la Expo 2000.

Documental para descubrir un tesoro

Los pensamientos de algunos infantes no tendrán que esperar décadas para ser conocidos. Cada videoasta elaboró un programa de televisión de media hora que se unirá al resto en una serie traducida en la lengua de cada país y que se difundirá en diversos medios de comunicación.

El programa mexicano que busca transmitirse mediante Edusat y otros canales televisivos muestra tres historias de niños que representan el agua, la tierra y el aire; y retrata el camino que emprenden desde su casa al museo para depositar su mensaje.

Un episodio muestra a Rodrigo, de 14 años, y su hermana Cristina, de diez, que nadan en las aguas de Cancún; el primero se interna en las profundidades con snorkel y aletas, mientras que en sus ratos libres remoza un velero antiguo. Su familia acompaña a Rodrigo (personificación del agua) al aeropuerto para desearle buen viaje a la capital.

Teresa, huichol de ocho años, simboliza la tierra. Abre un espacio en su vida cotidiana llena de juegos mágicos y tradiciones para iniciar el recorrido hacia la ciudad de México, primero a pie y luego en ferrocarril, acompañada de su hermano mayor.

Mario, de 13 años, refugiado en Casa Alianza y que vivió en la calle, es el aire. Narra haber dejado su trabajo de limpiaparabrisas en Reforma, y cuenta cómo nació su inquietud de ser piloto. Al final, aborda el Metro para arribar al Papalote y así los tres destinos quedan ligados a la celebración, en la que miles de participantes dejan su mensaje y se vuelven guardianes del gran baúl, igual que los tres protagonistas, futuros testigos de su apertura en el 2050.