Hasta hace apenas unas semanas, muchos analistas (incluyendo al cambiante George Soros) consideraban que la crisis asiática y el efecto dominó terminarían, cuando mucho, en América del Sur y con ajustes en los índices de las bolsas de valores.
Lo cierto es que ahora la preocupación en Estados Unidos y Canadá ha pasado de Wall Street a Main Street. Ello significa que los efectos reales (en producción y empleo) de la crisis financiera y su rápida expansión, ya se dejan sentir en aspectos cruciales de la vida corriente de estos países.
En el caso de Canadá, quien a pesar de que ha tenido una importante corrección de su balanza fiscal (por primera vez en dos décadas tiene un superávit) y de que su tasa de inflación es muy cercana a cero (cuando mucho de 1.2% en este año), está comenzando a sufrir con claridad los estragos de la crisis financiera mundial, al menos en los siguientes aspectos:
a) Una importante reducción de su expectativa de crecimiento económico para este año, y una evidente recesión en el sector industrial, hasta ahora con una caída de 1.3% respecto de 1997, y que bien puede ser sustancialmente mayor.
b) En los últimos seis meses su tipo de cambio se ha devaluado en alrededor de 12% respecto del dólar estadunidense, y además destaca que existe una alta volatilidad cambiaria cotidiana.
c) Entre julio de 1997 y julio de 1998, hubo una dramática reducción de las exportaciones canadienses (48%) a Japón, que es su segundo mercado más importante después de Estados Unidos. Esto sin duda ha empezado a afectar la producción y el empleo en los sectores directamente involucrados, además de los correspondientes efectos hacia el resto de los sectores.
d) Ha habido una sustancial reducción de la inmigración asiática a Canadá. Este efecto merece un comentario aparte, pues en principio es contrario al que nosotros conocemos. De acuerdo con declaraciones del Ministerio de Inmigración (The Ottawa Citizen, octubre 8) y en congruencia con la política canadiense de atracción demográfica, para este año se esperaba un ingreso de inmigrantes y refugiados de 250 mil personas, pero esta cifra se ajustará por los hechos recientes y no rebasará los 200 mil. Esto es a pesar de que 15 mil visas que ya habían sido otorgadas por el gobierno canadiense, no serán utilizadas por sus beneficiarios, lo cual se explica -de acuerdo con esa oficina gubernamental- por el hecho de que muchos de los inmigrantes eran trabajadores altamente calificados, que por la crisis asiática no pudieron vender sus casas o perdieron sus ahorros con los cuales pretendían asentarse en este territorio de Norteamérica.
En el caso de Estados Unidos, las devaluaciones de los países asiáticos (incluyendo a Rusia y Japón), y de las economías latinoamericanas y canadiense, necesaria- mente afectará su comercio internacional (aumentado su déficit comercial), ya que implican una apreciación importante del dólar, además de una reducción de sus importaciones por la caída de sus niveles de actividad económica.
Esa es la razón por la cual ahora el interés norteamericano es tratar de salir de los momentos actuales de crisis financiera mundial por medio de medidas heterodoxas que -al contrario de la ortodoxia del Fondo Monetario Internacional-, exigen reactivar el crecimiento económico. La reducción de la tasa de interés de Estados Unidos apenas es el comienzo y seguramente no será suficiente para desvanecer el sombrío panorama que se puede presentar para los próximos dos o tres años.
La adoración por el libre mercado está comenzando a caer. Es tiempo de volverse radicales.