Tengo en mis manos el libro De la violence et des femmes (La violencia y las mujeres) publicado en París en 1997 y escrito por un grupo de mujeres encabezadas por Cécile Dauphin y Arlette Farge, dedicado a la espléndida historiadora francesa Nicole Loreaux, entre cuyos títulos se cuentan Maneras trágicas de matar a una mujer, Mujeres en duelo, Las experiencias de Tiresias... y lo menciono porque Loreaux ha inaugurado una manera nueva de hacer historia que se adentra con bravura y extraordinarios resultados al difícil territorio de lo femenino. Con enfoque histórico se visitan diversos lugares, épocas y países para empezar la violencia femenina dentro de la ciudad, en la Grecia clásica y en el París de la Revolución y la guillotina; la segunda parte revisa las configuraciones inestables y móviles entre lo masculino y lo femenino en varios periodos; en tercer lugar, se examina el fenómeno de las guerras del siglo XX y los actos de crueldad contra las mujeres y específicamente la violación.
El texto va precedido de un prefacio de las compilaciones y se inicia con estas palabras: ``El tema es oscuro y laborioso para quienes lo exploran. Está sembrado de obstáculos y uno puede aventurarse con facilidad en un campo donde abundan los lugares comunes y los estereotipos más arraigados, a tal punto que es difícil evitar que se provoquen sentimientos de desagrado o de fascinación, difíciles de clasificar. Además, los `discursos' cotidianos sobre este tema están ya hechos, en tanto que la actualidad se abre regularmente sobre paisajes devastados donde a menudo se producen actos de violencia contras las mujeres y también en ocasiones algunas manifestaciones de violencia femenina''.
En particular me interesa un ensayo de Pauline Schmitt Pantel sobre la construcción de la violencia en la Grecia antigua. La mitología clásica es una continuada historia de violaciones como puede verse muy bien en Las bodas de Cadmo y Harmonía de Calasso y obviamente en Hesíodo, Homero, los trágicos griegos, Ovidio... para no citar más que a unos cuantos. Los dioses son un claro ejemplo de esta nefanda actividad empezando con Zeus y, con todo, la mayoría de los textos griegos habla poco de la violencia de que fueron objeto las mujeres o disfrazan el rapto y la violación como si se tratase simplemente de una seducción, y cuando se refieren específicamente a esas dos formas de violencia se las achacan a los bárbaros -los centauros, los lapitas- y nunca a los griegos. Por otra parte, las leyes griegas a este respecto eran muy ambiguas y no existía ninguna palabra que designase específicamente a la violación: los textos recurrían al término violencia física demasiado ambiguo para dar cuenta de esta situación. Se sabe que el legislador Solón establecía que la violación de una mujer libre tenía como pena una multa de diez dracmas, cantidad aparentemente irrisoria.
Otro texto que trata un tema semejante acaecido 2 mil 500 años después, se ubica en la actual ex Yugoslavia donde las mujeres fueron sometidas sistemáticamente a la violación colectiva como las de la epopeya homérica. Hablamos del periodo 1991-1995 y no es sino hasta el 27 de junio de 1996 que el Tribunal Penal Internacional de La Haya, creado especialmente para juzgar los atentados contra derechos humanos cometidos en la ex Yugoslavia, decreta por primera vez en el derecho internacional que la violación es un crimen contra la humanidad, examinando para ello el expediente concerniente a Foca, la ciudad bosnia que en 1992 cayó en manos de fuerzas militares y paramilitares serbias: antes de la deportación de toda la población no serbia, esas tropas perpetraron masacres y torturas, entre las que se cuenta la violación sistemática colectiva acompañada de sevicia y de asesinato de mujeres y niñas encerradas con ese fin en apartamentos, casas o moteles.
Cuesta trabajo creerlo, dos siglos y medio por lo menos de violencia reiterada que los códigos penales nunca contemplaron como crimen. ¿Podría decirse que en México sólo se dan casos aislados de este tipo de atropellos? ¿No existen datos fehacientes que demuestran que en épocas de guerra los militares consideran legítimo cometer violaciones masivas o individuales, ya fuera durante la Revolución o recientemente durante las guerras de baja intensidad a las que por desgracia parece que nos vamos acostumbrando? ¿Y no se dan casos vergonzosos de asesinatos en serie cometidos después de haber violado o torturado a las víctimas como viene sucediendo en Ciudad Juárez? En este sentido, me remito a una artículo de Sergio González Rodríguez aparecido recientemente que termina: ``¿Cuántas muertas más tendrá que haber para que el Ejecutivo y la PGR se decidan a intervenir? De acuerdo con las investigaciones hasta la fecha, todo indica que estos crímenes tienen alguna forma de protección policiaca, y el gobierno panista habría solapado -de una u otra forma- estos hechos''. Y obviamente, estos casos no son por desgracia aislados, muy a menudo aparecen en la prensa algunos de los múltiples hechos de violación colectiva o individual que nunca se resuelven o a los que se les da un tratamiento indigno.