Emilio Pradilla Cobos
Actores políticos y sociales

El primer informe de Cuauhtémoc Cárdenas como jefe de Gobierno electo, mostró las fuerzas y posiciones de los actores políticos y sociales en la política capitalina. Era un momento privilegiado para ello, pues se sometió a juicio, integralmente, lo realizado por el gobierno democrático de la capital, en relación con sus propuestas de campaña. Ese momento confirmó lo ocurrido antes y anunció lo que está ocurriendo después.

El PRI, que carga a cuestas la responsabilidad histórica de la crisis urbana estructural (económica, social, política y territorial), que a pesar de la capacidad de maniobra que le da ser el partido del Presidente y el gobierno federal, soporta el peso de sus errores políticos y económicos y de la descomposición del régimen de partido de Estado, se mostró balbuciente y sin argumentos. No supera el síndrome de la derrota que sufrió en las elecciones de 1997, anunciada, justificada pero no asimilada por sus castas dominantes habituadas al poder prepotente. Sus dirigentes están maniatados por su responsabilidad en los problemas urbanos, al haber sido parte de los anteriores gobiernos del DF, sometidos a juicio político, administrativo, y penal por corrupción. Ni el uso desestabilizador de sus bases corporativas y los recursos que recibe del partido de Estado, le permiten hacer un papel decoroso. Pero a largo plazo no se puede menospreciar la capacidad de maniobra que le otorgan estos factores y la permanencia de muchos cuadros suyos en la administración distrital.

El PAN, convertido en el DF en parte de la ``chiquillada'', carente de ideas y propuestas, recurre a formas de debate usadas en el pasado por el PRD como oposición, ahora como caricatura pues se enfrenta a una mayoría y un gobierno que oye y deja hablar a sus opositores, que no es autoritaria como la priísta; pero confía en la impaciencia ciudadana y en la reacción de los sectores sociales más conservadores. El PT y el PVEM aparecen como lo que son: pequeños grupos sin política propia ni base social. La oposición en el DF está todavía desarmada, sin argumentos para usar las dificultades objetivas (herencia y contexto nacional), los problemas imprevistos (incendios, inundaciones), las limitaciones del gobierno; pero puede recuperar su capacidad de acción y desestabilización.

El PRD, convertido en mayoría absoluta por el impacto electoral de Cárdenas, está por debajo del esfuerzo del gobierno. Su trabajo legislativo no ha tenido la creatividad y eficacia que requiere para que la Asamblea Legislativa sea a la vez, autónoma, crítica y motor del impulso transformador de la ciudad. El partido no ha resuelto su fraccionamiento en grupos de interés, ni aporta elementos programáticos al gobierno o nuevas formas de soporte político y ciudadano a su gestión; no ha superado su pasado de partido formado por líderes de organizaciones sociales reivindicativas. No logra integrar en su acción al gran número de intelectuales, técnicos, productores y trabajadores que votaron por Cárdenas y lo apoyan ahora; no influye políticamente sobre ellos. Mantiene su carácter y debilidades de antes de julio de 1997.

Las organizaciones sociales populares, que apoyaron y apoyan a Cárdenas, se encuentran en medio de la contradicción entre la esperanza de que su gobierno mantenga el compromiso con los sectores populares, la evidencia de sus limitaciones operativas y financieras, y el aumento de sus necesidades objetivas derivado de la crítica situación económica nacional, el deterioro de sus condiciones de vida y el impacto de los desastres naturales. Las organizaciones empresariales, cuyo peso creció enormemente con el neoliberalismo salinista-zedillista, lo usan para tratar de imponer sus intereses en función del manejo de la inversión y la creación de empleo. Según las encuestas, los ciudadanos en general mantienen su apoyo mayoritario y confianza en Cárdenas. Es un complejo juego de posiciones y fuerzas que debe ser interpretado cuidadosamente por todos los integrantes del gobierno capitalino, para orientar su acción en el futuro inmediato y garantizar la continuidad de un proyecto democrático verdadero de transformación urbana.