En el toreo no es siempre más estético quien más pases da. Las faenas toreras tienen su orografía no siempre a la vista. Es preciso hallarse dotado de mirada penetrante para distinguir los cauces por donde discurre la savia expresiva de la forma. Quien logra apartar la maleza abrumadora de la ribera y mostrar a plena luz, la corriente fecunda de las aguas, explica mejor el toreo, que quien entretenido en los detalles, lo convierten en minucias embarazosas toreando diez y ocho minutos.
Una definición torera formulada con pases claros bien deletreados y mejor rematados, puede encontrar mejor el son de un toro, que centenares de pases cuando la profusión de estos, hurta la estructura general de la faena. El torero dominando A los toros, subraya las líneas fundamentales del toreo, en un intento de doble exaltación expresiva para cumplir con el fin que toda labor estética debe cumplir. La hora estética actual no es de síntesis, si no de estilización de la forma.
Pero este anhelo estético actual no es fácil satisfacerlo con hondura. Se hacen faenas de setenta o más pases estilizados. El toreo para conocerlo a fondo, además de voluntad de enterarse, requiere de espíritu alerta, inteligencia clara y sensibilidad atinada, para recorrer la proyección sentimental del propio estilo torero. El torero para destacar cultiva su sensibilidad da comienzo a una labor dura y recia, que lo lleva al fuerte entrenamiento en las correrías por pueblos y ganaderías. Algo indefinible deberá aromar su temperamento en esta lucha vida-muerte. Su obra no le es fácil de entender, en los primeros momentos, más difícil aún es sentirla. Es como al entrar en la obscuridad; el deslumbramiento anterior impide la visión. Es necesario ahondar en la plaza, y esperar que las sombras vayan adquiriendo corporeidad.
Sólo así los pases con torería surgirán sin nada de superflúo al producirse lentamente en el aficionado una sugestión que alcanza a conquistarlo. No en obra deslumbrante, como con las faenas a toritos a modo. La obra dramática en el toreo acaba llegándole al público lentamente en faenas clásicas, las perfectas, las bien hechas, las mejor sentidas, pero emotivas. Faenas en las que el torero se juega la vida alegremente.
Desgraciadamente el público de hoy sólo valora los derechazos a toros ``mansos, mensos'' y los toreros sólo eso aprenden. Hasta que sale -y aún sale--el toro con trapío, casta y sentido y se acaban los torerosÉ como sucedió este martes pasado en Zaragoza, España, en corrida transmitida por la Tv Española. Esos toros -de Cebada Gago-- que no quieren ver las figuras ni en fotografías. Esos toros que esperamos aparezcan en la México y regresen la emoción de la fiesta a los tendidos.