Antonio Peña

La UNAM, otra vez en jaque

Una vez más, la UNAM revisa el contrato colectivo de trabajo con el STUNAM; una vez más rondan las amenazas de una huelga. Dicen que con el tiempo uno se ablanda; tal vez sea así para muchos. Sin embargo, para mí ha sido más que doloroso ver a través de muchos años cómo la mejor y más grande institución de educación del país recula y queda cada vez en mayor grado a merced de un sindicato que también cada vez se aleja más de la concepción teórica de lo que debe ser una organización de ese tipo, para convertirse en un monstruo que defiende la irresponsabilidad, la mediocridad y la ineficiencia; que tergiversa los conceptos y llama a esas actitudes y defectos ``los derechos de los trabajadores''; que pide cada vez más injerencia en los asuntos cruciales para la UNAM.

Circula todo género de panfletos en los que privan las arengas a consumar la huelga. Al STUNAM, tras una falsa e hipócrita imagen que propala en cuanto a su preocupación por la vida académica de la Universidad, en la realidad y en momentos como éste, a la hora de la verdad, la educación, la investigación, toda la labor de la institución y lo que representa le importan un comino. Y lo más curioso es que puedo asegurar que ni siquiera sus agremiados le preocupan, mucho menos que la UNAM cuente con un verdadero y digno cuerpo de empleados. Todos los que hemos vivido o pasado por ella hemos padecido la ineficiencia e irresponsabilidad de muchísimos de sus empleados sindicalizados.

Las estrategias del STUNAM son variadas, aunque no tanto, y mucho menos inteligentes; se utilizan la violencia verbal y los infundios; con profusión se circulan versiones falsas de numerosos hechos; se arremete y se realizan tomas de instalaciones en escuelas, facultades, institutos y centros de investigación para ejercer presión, en especial cuando hay una revisión del contrato colectivo. Se echa mano de ese crucial momento para negociar el perdón de culpas, faltas u omisiones de los empleados.

El diálogo en la mesa de trabajo en la que se revisa el contrato colectivo se acompaña con coros de gritos y expresiones insultantes en contra de todo lo que suene a autoridad. Se compara a la Universidad con una empresa; se olvida a estudiantes, profesores e investigadores que también dependemos, de otra forma, de su tranquilidad y continuidad en las labores para nuestras carreras académicas. Se busca que la organización sindical obtenga cada vez el mayor poder posible en la institución, ¡y vaya que lo ha logrado!, pero no para bien.

Pero tal vez lo peor es que el origen de todo es muy simple, aunque terrible. Desde hace muchos años, diversos grupos políticos han utilizado a la UNAM para sus juegos, que no tienen nada que ver con la academia. El del STUNAM no es diferente; de allí surge todo género de líderes que luego se colocan en puestos de distintos niveles y en todas las corrientes. Pero ``más peor'' aún es que el principio que los guía es que quien con mayores simpatizantes más daño es capaz de producir es quien mayor prestigio alcanza. No importa, o tal vez sea mejor con mentiras o promesas falsas merecer las mayores distinciones, al fin que ése parece ser el sello característico de los líderes políticos de México.

Los delegados sindicales suelen buscar también, mediante presiones, para ellos o sus parientes y amigos o allegados puestos que no merecen o para los cuales no tienen ni capacidad ni disposición. La bandera principal en este momento consiste en arremeter contra el personal de confianza, que es el que realmente hace funcionar a la UNAM y sin el cual la institución se vería francamente paralizada.

Pero hay algo que me llama poderosamente la atención: ya nadie dice nada, ya nadie busca siquiera oponerse. Será porque además esto ocurre en medio de una crisis política y económica generalizada del país, en la que pareciera que la consigna de cada quien es ``sálvese quien pueda''. Creo que se debiera hacer un llamado a todos los universitarios para que se manifiesten y denuncien lo que es el STUNAM, sus procedimientos y sistemas de presión hacia las autoridades y hacia sus propios agremiados, sobre el poder de los delegados sindicales y el uso que hacen de él, sobre las tribulaciones de quienes no se alínean. Me preocupa pensar que ya nadie diga nada; que al callar otorguemos, que aceptemos que lo que ocurre en la UNAM será en buena medida el molde con que se han formado y seguirán formando los líderes políticos de México. Esos son los que habrán de dirigir la vida pública del país. Callemos y aceptemos entonces lo que ya un político dijo: ``Por eso estamos como estamos, porque somos como somos''.

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