Christopher Ormsby
Viagra, otra revolución sexual
Pocos medicamentos tienen tanta cobertura en los medios como la creación más reciente de los laboratorios Pfizzer: el citrato de sidenafil conocido comercialmente como Viagra. Probablemente se le dedique más tiempo-aire y columnas que los recientes avances en el tratamiento del sida. Ese medicamento está destinado a revolucionar al mundo de una manera no vista desde las pastillas anticonceptivas.
El impacto inmediato de su venta a gran escala será principalmente mejorar la vida sexual de hombres -y por ende de parejas- en quienes la impotencia es un problema. Pero, así como ocurrió con la píldora hace más de 30 años, será un medicamento que cambiará las actitudes de la sociedad hacia la sexualidad.
Nadie podrá objetar que se mejore el desempeño genital de los hombres, siendo que el coito genital sigue siendo la posición sexual número uno en el mundo.
El Viagra es un medicamento que inhibe una enzima que se encuentra sólo en el pene, la fosfodiesterasa tipo 5, que tiene la propiedad de poner en tensión los músculos en la base del pene. Esos músculos sirven como compuertas para la sangre que llega a él. Las erecciones se dan cuando esa enzima se desactiva y permite que los músculos se relajen y dejen entrar sangre a las áreas cavernosas y las llene, produciendo el endurecimiento.
El descubrimiento de ese fármaco fue por coincidencia. Los laboratorios investigaban sustancias capaces de relajar el corazón para casos de problemas cardiacos, pero al hacer las pruebas clínicas los pacientes varones reportaban tener erecciones con mayor facilidad. No es el primer medicamento que produce erecciones, puesto que algunos antidepresivos causan un síntoma llamado priopismo, que son erecciones muy duraderas, no controlables y dolorosas.
La virtud del Viagra es que los 4 mil pacientes estudiados no tenían muchos efectos secundarios, las erecciones eran placenteras y dependían de su excitación sexual. Si la persona no tiene deseo sexual, el medicamento no produce erecciones. Por eso no se considera un afrodisiaco. Los efectos secundarios más comúnmente encontrados fueron dolor de cabeza, sonrojación facial y algunos casos de indigestión, pero ninguno lo suficientemente intenso como para que los pacientes decidieran dejar el tratamiento.
Pero el Viagra no es para todos los hombres con problemas de erección, sólo la mitad de los pacientes con impotencia debido a factores médicos o psicológicos tuvieron efectos benéficos, y debe ser evitada por personas con diabetes y padecimientos del corazón. Los casos de defunciones por el medicamento se deben principalmente a que fueron tomados sin receta o los pacientes tenían alguna condición cardiaca no detectada.
Indudablemente, no es una solución para los problemas de pareja, únicamente es una solución a un solo problema. De ninguna manera se puede suponer que una erección haga que las relaciones sexuales sean plenas y placenteras para ambas partes. Las relaciones sexuales son relaciones humanas, y por lo tanto dependen de un sinnúmero de elementos psicológicos y sociales, para los cuales la ciencia todavía no encuentra -y pienso que nunca encontrará- una pastilla que mejore esas condiciones.
Tradicionalmente un caso de impotencia en una pareja se puede solucionar en un ámbito terapéutico, utilizando la comunicación y la comprensión entre las partes, así como buscar otros medios de estimulación sexual.
Esos medios no sólo solucionan la impotencia, sino que ayudan a la pareja a hacerse más sólida. Sin embargo, en la práctica es común que las parejas no se sientan con confianza para discutir abiertamente problemas, particularmente si son sexuales, y si una pastilla puede quitar una dificultad del paso, es posible que se abra la comunicación para otras que pudieran aquejarlos.
Una posibilidad menos optimista es que un hombre que ya alcance la erección piense que se acabaron sus preocupaciones sexuales y no esté dispuesto a escuchar a una compañera insatisfecha.
El Viagra tendrá entonces un doble efecto: ayudar en los casos concretos y sacar a la luz pública un problema que ha permanecido demasiado tiempo encerrado en la recámara.