Del Bajío, 40% de los mexicanos indocumentados en California
María Rivera, enviada, San Julián, Jal. Ť A sus 15 años, Antonio González, de este poblado jalisciense, tiene muy claro su destino de migrante. ``El año que entra me voy pa'l norte. Mis hermanos trabajan en California, en el fil (campo). Allá sí hay dinero. Está todo...''. El, como miles de adolescentes y jóvenes del Bajío -Jalisco, Michoacán, Guanajuato y Querétaro-, forma parte de una corriente que fluye desde hace más de cien años hacia Estados Unidos, la cual ha creado una cultura de la migración en esa zona.
Desde niño, Antonio aprendió todos los detalles del viaje: en la casa, en la calle, en el pueblo.
La mitad de las trocas que transitan en las calles de este pueblo de 10 mil habitantes llevan placas de California, Iowa, Illinois, Nebraska o Washington. Frente a la plaza principal se alínean tres agencias de viajes que ofrecen precios especiales en boletos de avión a Mexicali, Tijuana, Ciudad Juárez y Los Angeles. Antenas parabólicas coronan gran parte de casas que han sido construidas poco a poco, conforme llegan los dólares a la oficina de México Express, ubicada a un lado de la presidencia municipal.
Esos son los signos de identidad de una población que percibe más cercana a California que a Guadalajara.
El hecho de volverse hombre es un proceso que consta de retos, una especie de ritos de iniciación, explica el antropólogo Agustín Escobar, del CIESAS de Occidente. ``Cada pueblo define sus propias pruebas. En el Bajío, irse a Estados Unidos y volver con una camioneta y dinero es demostrar que se ha pasado esta prueba exitosamente''.
Juan Manuel Lozano López, secretario del ayuntamiento de San Julián, afirma que al terminar la secundaria los adolescentes se van. ``No hay forma de pararlos. En cuanto crecen ya están viendo cómo le hacen para pegar el brinco. En estos pueblos no hay familia que no tenga un hermano, un primo o un tío en Estados Unidos. En los últimos 20 años se ha incrementado la migración. Hasta yo fui a probar fortuna en mis tiempos. Así es la cosa aquí'', reconoce.
En el restaurante del pueblo dos jovencitas comen sus hamburguesas. Una Coca Cola acompaña la comida. Momentos después, entra una pareja de jóvenes que piden más hamburguesas y Coca. ``Es lo que les gusta a los muchachos de aquí'', confirma la mesera.
Razones históricas
El Bajío es la cantera donde se nutre la migración hacia Estados Unidos. Casi 40 por ciento de los migrantes que pasan por Mexicali y Tijuana provienen de esta región, según datos de El Colegio de la Frontera Norte.
Investigadores y funcionarios involucrados en el tema migratorio señalan que al menos en esta zona -donde se ubica la mayor cuenca lechera del país y la industria avícola tiene un fuerte impulso- el factor económico, aunque cuenta, no basta para explicar la expulsión de mano de obra. También intervienen razones históricas.
El ferrocarril del suroeste de Estados Unidos lo construyeron el siglo pasado trabajadores del Bajío, que fueron reclutados por medio de casas enganchadoras de Texas. Con el tiempo, los familiares de estos primeros migrantes siguieron sus pasos, lo que creó una cadena que llega hasta nuestros días. Por otra parte, la Guerra Cristera de finales de los años 20, también determinó la salida de un buen número de migrantes.
Javier Dueñas, delegado del Instituto Nacional de Migración en Occidente, advierte que debido a esta fuga de mano de obra se está produciendo un fenómeno muy grave. ``Nuestro medio se empobrece de gente de empuje. Los migrantes son de lo mejor que tenemos. Pensar que están dispuestos a arriesgar su integridad y su vida sólo por trabajar, habla de su calidad''.
En la actualidad, en las zonas rurales de Jalisco, la población está estancada o en franca disminución. Es común ver durante la mayor parte del año pueblos de niños y de viejos que viven de los migradólares.
Un ejemplo de esta situación se observa en San Miguel El Alto, Jalisco. Sólo ancianos parecen poblar este lugar. Para espantar el sopor de la tarde, un grupo de ellos juega una partida de dominó en el kiosco del parque. ``Mi familia está en Santa Ana, California'', comenta uno. ``La mía en Santa Bárbara'', agrega otro. ``Nos hemos quedado aquí a cuidar las casas y a nuestros muertos.''
Anabel Casillas, empleada de una de las agencias de viajes, Turismo Atoyalco -``Desde San Miguel El Alto lo ponemos en contacto con el mundo''-, afirma que hay venta de boletos de avión durante todo el año. ``Los de aquí van a Illinois, Nebraska, California y Texas. Todos están con la fiebre del dólar''.
Cuenta que sus amigas prefieren a los migrantes como novios. ``Traen carros, son hombres con futuro. Además, es la única forma de salir del pueblo: casándose con uno del otro lado''.
Migradólares, subsidio permanente
Jorge Durand, investigador de la Universidad de Guadalajara, explica que la migración está dentro de la cultura de esta región. Es la única forma aceptada y exitosa que tienen los sectores populares de conseguir dinero rápido, invirtiendo lo único que tienen: su trabajo.
``Si uno quiere casarse, pues se va al norte y en dos o tres años tiene casa como la tiene el vecino. No es un sueño, es algo palpable. Sólo así pueden estos sectores conseguir el capital inicial para empezar un negocito, comprar unas vacas o pagar deudas'', comenta
Sobre la forma en que se va el migrante, el antropólogo indica que lo hace por medio de redes familiares, de paisanaje o amistad.
``Allá les dicen: sí, tú eres hijo de fulano y sobrino de perengano, y les abren las puertas. Aunque vivan en Guadalajara u otra ciudad, cuando quieren irse viajan al pueblo de origen de sus padres y se van con sus primos que tienen contactos en Estados Unidos.''
Pese a las recientes medidas antinmigrantes que Estados Unidos ha puesto en marcha en su frontera, los jóvenes del Bajío que ven su futuro en el norte no parecen desanimarse.
El antropólogo Agustín Escobar manifiesta que las advertencias sobre los peligros para cruzar de manera ilegal ``sí llegan a sus oídos, pero dicen: `Si siempre hemos pasado, de alguna manera lo vamos a hacer esta vez'. Yo no me he topado todavía con personas que desistan en su propósito''.
Lo cierto es que el dinero de los migrantes da renovados aires a los pueblos. Los comercios de electrodomésticos están repletos de enseres. Las casas siempre tienen algún cuarto en construcción. Los habitantes se ven bien vestidos.
Jorge Durand es terminante. ``Sin el dinero de los migrantes, la economía de pueblos e incluso de los estados del Bajío quebraría''.
Reconoce que no hay una contabilidad clara sobre las divisas que entran al país por este concepto, porque el gobierno mexicano no se ha ocupado de hacerla. Pero señala que según las estimaciones que hay, los dólares que llegan a Jalisco equivalen al presupuesto del municipio de Guadalajara.
Los investigadores concluyen que los migradólares constituyen el subsidio permanente de los pobres de esta región.
Es el dinero que llega al país sin costo alguno, salvo el que cada quien le pone, que va del desarraigo hasta la vida misma.
Mientras tanto, Antonio González espera impaciente que llegue diciembre, cuando volverán sus hermanos y le darán las claves para emprender el camino hacia el fil californiano donde se volverá hombre. Entonces, regresará cada año a San Julián para hacerse escuchar por los más jóvenes.
Breve historia de las corrientes migratorias
El siglo pasado, la zona del Bajío estaba densamente poblada. Cada familia tenía entre 10 y 12 hijos. Sobraban muchos brazos para las necesidades de la agricultura local. A esa región llegaron los llamados enganchadores a contratar personal para la construcción del ferrocarril del suroeste de Estados Unidos. Texas fue la puerta de entrada de los mexicanos hacia ese país.
Después empezaron los grandes proyectos de irrigación en California -Valle Imperial y Valle de San Joaquín-, donde necesitaban trabajadores: primero, para allanar los campos, después, para sembrar y cosechar. Esas tierras se convirtieron en el principal polo de atracción para los migrantes.
En los primeros años de este siglo, la Revolución Mexicana originó una fuerte corriente migratoria. También la Guerra Cristera fue otro importante factor de expulsión de mano de obra del Bajío a fines de la década de los 20. Sin embargo, una serie de deportaciones masivas, como la que siguió a la Primera Guerra Mundial en 1921 y la del crack de 1929, equilibraron la balanza.
En 1942 -cuando Estados Unidos entró en la Segunda Guerra Mundial y necesitaba mano de obra para suplir a los trabajadores que estaban en el frente- empezó un nuevo periodo. El gobierno estadunidense firmó con el mexicano el convenio bracero. Ese periodo concluyó en 1964.
De 1964 a 1986 fue la etapa en que se habló de indocumentados, ya que los mexicanos que iban a trabajar a Estados Unidos en la agricultura, principalmente, lo hacían fuera de un marco legal.
En 1986 concluyó esa fase al promulgarse la ley Simpson-Rodino. Esa legislación regularizó la residencia legal de los mexicanos que pudieron comprobar su estancia en el vecino país desde 1981.
Ese programa de amnistía, que tenía como fin reducir la migración, lo único que logró fue que los nuevos trabajadores legales accedieran a mejores empleos y los peores trabajos se los dejaran a los ilegales, y provocó un nuevo incremento de la migración.
Una vez que el gobierno estadunidense se dio cuenta de que esa ley no había funcionado para detener el flujo migratorio, decidió bloquear la entrada en la frontera. Así fue como estableció una serie de controles en las ciudades por donde cruzaban los indocumentados.
Sin embargo, esas medidas tampoco han tenido el efecto esperado. La migración no disminuyó, sino que sólo se desvió hacia zonas más peligrosas, en las que los migrantes encuentran la muerte. En lo que va del año han fallecido 122 por la zona de Tijuana-Mexicali.
La población mexicana en Estados Unidos aumentó de 5 millones en 1990 a 7.3 millones en 1996.