Masiosare, domingo 11 de octubre de 1998


Los dedos de la mano


Benito Taibo


Indice


Presidente Pobre

Hace unos días el Presidente sostuvo una curiosa conversación con una niña que se le acercó y que le comentó que ella quería, cuando fuera grande, ser también, como él, Presidente de este país. A lo cual el doctor Zedillo respondió con un chascarrillo: le contó de las desventajas inherentes a su cargo, pero sobre todo, le advirtió que en ese puesto se gana poco, que lo realmente importante es el orgullo de tan alta designación.

Supongo que la niña todavía debe estar meditando sobre sus palabras...

Y seguro pensó que en una sociedad como la nuestra, donde los banqueros se enriquecen de la noche a la mañana, donde se puede pedir prestado al Fobaproa y luego hacer que la deuda la paguen los demás, donde con un poquito de suerte trabajas en una Casa de Bolsa, donde con los amigos y los amparos en el bolsillo necesario, pase lo que pase, serás respetado... la verdad, no vale la pena ser funcionario.

La niña, después de ver los periódicos de los últimos días y las cuentas multimillonarias recién descubiertas en bancos nacionales y extranjeros de Raúl Salinas, seguro, a partir de ahora, lo que ella quiere -si acaso- es ser hermana de un futuro ex presidente.


Medio


La tremenda Corte

Seguro recuerdan aquel famosísimo programa de radio donde Tres patines era juzgado cada semana y, con fantasiosas explicaciones, rebuscados argumentos, poco convincentes recursos, salía bien librado. Se llamaba La Tremenda Corte. Cada vez que lo recuerdo se me agolpa la nostalgia y sonrío. Hoy, otra tremenda Corte nos ha quitado la sonrisa de golpe a miles de mexicanos.

La Suprema Corte de Justicia de la Nación ha decretado ``legal'' el cobro bancario de intereses sobre los intereses de tus deudas, mis deudas, las deudas de todos. Anatocismo, dicen que se llama, el hecho es que los deudores lo seguirán siendo durante muchos, muchos años, y los banqueros se seguirán haciendo ricos muchos años más. Ultimamente no hay una sola historia que tenga final feliz en estas tierras donde llueve sobre mojado.

Dicen que la justicia es ciega, yo añadiría que por acá es ciega a partir de que le quitaron los ojos con un sacacorchos importado que seguimos debiendo y que nos cobrarán, interés sobre interés, hasta el fin de los tiempos.


Anular


De nuncios y renuncias

No sé por qué, pero tengo la sensación de que mientras las sociedades y los pueblos avanzan, tal vez un poco penosamente hacia el futuro, la Iglesia romana retrocede, con las ``botas de siete mil leguas'', hacia un pasado oscurantista y tenebroso.

El nuncio anuncia que quiere la renuncia de Arturo Lona, en Oaxaca...

Confesaré que a las iglesias sólo voy a ver fachadas, retablos y ``milagritos'', pero sé que hay dos tipos de curas en la tierra: los que viven en ella y se enfrentan a la miseria, a las contradicciones, a la falsa moral, y los que siguen pensando que la evangelización es tomar chocolatitos con churros en un pobre hogar de las Lomas. Prefiero a los primeros.

Este fin de siglo viene muy revuelto, pero ojalá que no traiga pasaporte hacia una nueva inquisición que queme libros herejes en las plazas. Nuncio, mejor renuncie.


Pulgar


Tele ``roja''

El pasado 2 de octubre puse el noticiero del canal 2 a las 10:30 de la noche. Hasta el momento no puedo recuperarme de la sorpresa...

Uno, que está acostumbrado a despotricar acerca de la falta de objetividad a la que nos acostumbró una televisión anodina, excluyente y tradicionalmente conservadora, no puede menos que pelar tamaños ojotes, cuando descubre que El canal de las estrellas se volvió, aunque fuera durante sólo un ratito, en una tele ``roja'' que ni en nuestros más exóticos desvaríos hubiésemos podido imaginar. Ortega Ruiz fue, durante el reportaje sobre la matanza de Tlatelolco, un cronista singular que usó imágenes y palabras las cuales creía olvidadas de cuando nuestros seminarios de política y economía con el libro de Marta Harnecker al lado. Un cronista que no sólo contó, sino que condenó a los asesinos intelectuales y materiales de una de las más profundas heridas de nuestra historia reciente, un cronista que a ratos parecía que estaba transmitiendo desde la televisión de Albania o Cuba o la vieja capital de la URSS. El paroxismo fue cuando el locutor dijo la frase mágica, la frase que pensábamos que sólo era nuestra, que traemos pegada a la laringe como un constante recordatorio: ¡2 de octubre no se olvida!

Y por un momento pensé que las cosas si estaban cambiando, que los medios también pueden cumplir la función de informar desde otra perspectiva, aquella siempre vedada y que se aleja afortunadamente del poder.

Por un ratito me reconcilié con Televisa, pero sólo por un ratito, luego vi el noticiero de todos los días.


Meñique


Una de cal...

Estaba detenido en un semáforo de Miguel Angel de Quevedo, cuando un carro de policías judiciales de la PGR, al fondo a la izquierda, decide que la luz roja debe significar cualquier cosa excepto parar, y cruzó la calle con la alegría de un ``forcado'' guanajuatense, esquivando milagrosamente a una viejita, dos payasos y un panadero.

De la nada, aparece un policía de tránsito en su motocicleta y los detiene dos calles adelante. Sin soportar la tentación, como diría Oscar Wilde, me paro atrás de ellos y observo. El policía de tránsito, muy serio, muy en su papel, escribe la multa correspondiente. Los judiciales lo miran con cara de odio, dos vecinos desde una ventana aplauden encantados, yo me bajo y estrecho la mano del singular agente, quien sabe que los altos en los semáforos son para todos. Los judiciales fueron, por una ocasión, puestos en su lugar por una sociedad que quiere cambiar.