En Italia se leen muy pocos periódicos. Esta particularidad -que tiene raíces profundas en el poco adquirido hábito de la lectura (no sólo de periódicos, sino también de libros), como, además, en la disparidad de desarrollo entre el Norte y el Sur del país- se ha acentuado en los últimos años gracias, también, al irrefrenable aumento del medio televisivo.
En Italia existen ocho canales nacionales y numerosas televisoras locales, además de los canales pay tv y de los primeros experimentos de transmisión vía cable. En este panorama se destacan la RAI, los tres canales de TV del Estado que se mantienen de abonos y publicidad, y los tres canales financiados exclusivamente por la publicidad que hacen parte del grupo Mediaset de Silvio Berlusconi.
El dominio de la televisión, además, no sólo se manifiesta a través del público, sino también por la cantidad de publicidad -la mayor fuente de financiamiento de cualquier órgano de información- que obtiene. Actualmente, en Italia 63% de la publicidad es absorbida por la televisión. En los principales países europeos, la cantidad de publicidad adquirida por este medio, respecto a la cantidad disponible, es de aproximadamente 30%.
En relación con la prensa, después del tope máximo tocado en 1990, la venta de diarios y periódicos ha sufrido una reducción continua. En 1996 se vendían menos de 6 millones de ejemplares al día, es decir, la cifra de 1984. Mejor dicho, si no incluimos los diarios deportivos, estamos en la situación de 1939, cuando se vendían alrededor de ¡5 millones de ejemplares! En términos relativos, esto significa que en Italia hoy se venden 105 ejemplares por cada mil habitantes (57 en el sur del país) contra los 600 de Noruega y los 109 de España. Esta hemorragia de lectores la sufren, principalmente, los periódicos más pequeños, la cooperativas, la escasa prensa independiente. Muchos diarios y semanarios han abierto y cerrado en el lapso de pocos meses.
La guerra del regalito
Los grandes periódicos sostienen lo que en Italia se define como la ``guerra del gadget'' -la ``guerra del regalito''. Pese a que existe una ley que sólo permite adjuntar a un periódico nada más que suplementos, los grupos editoriales empezaron a vender, junto con el diario, todo tipo de artículos: desde discos compactos de música y videocasetes de películas de autor, hasta perfumes, como sucede en la revistas femeninas.
Los ``edicole'', los kioscos donde en Italia se compran los periódicos y revistas, empezaron a parecerse cada vez más a un supermercado. Si nos detenemos en un kiosco por un minuto, escucharemos seguramente a alguien preguntar: ``¿Qué trae como `suplemento' este diario? ¿Y este otro?'' La selección del lector viene a ser, a menudo, más por el gadget que por el producto impreso o por ``fidelidad'' al diario.
Al mismo tiempo, una parte importante de la prensa italiana, aquella más políticamente ligada a partidos, fue involucrada en la crisis que siguió al descubrimiento de una enorme y compleja red de corrupción institucional y económica, la así llamada ``tangentopoli'' o ``manos limpias''.
Pero tampoco los periódicos que dependían de los partidos políticos que no fueron tocados por el poder judicial lograron resistir. Ejemplo emblemático es el de L'unitá, histórico órgano de información del Partido Comunista más influyente y de mayor apoyo electoral en Europa. Actualmente, L'unitá, que ha perdido en pocos años 30% de sus lectores, ya no es diario de partido (El viejo PCI se transformó en PDS, la principal fuerza de gobierno del frente de centro-izquierda de El Olivo, en el poder desde 1996). Este diario ha pasado por cambios de propiedad (cuotas a privados, cuotas de minoría al PDS) y trata de transformarse en un periódico de izquierda sin posiciones definidas. Este es sólo un ejemplo de cómo están en crisis también los periódicos muy ``ubicados'' políticamente.
El sistema de propiedad
Desde hace 20 años, en Italia existe una ley gracias a la cual es posible conocer la propiedad y el balance de los periódicos, e impedir su concentración más allá de 20% de la tirada global. Sin embargo, esta ley no ha sido suficiente para impedir que los mayores diarios -aquí encontramos otra gran diferencia italiana respecto a los demás países europeos- sean controlados por grupos industriales que venden automóviles, ordenadores y otros productos. Por ejemplo, la Confindustria, organización que reúne a los industriales italianos, controla uno de los diarios más leídos (el cuarto), Il Sole 24 ore. La Fiat, la industria más grande del país, ha tenido siempre el control del diario La Stampa (el quinto en importancia nacional) y, por medio de la financiera Gemina, también Il Corriere della Sera, el más vendido en Italia. Igual, controla La Gazzetta dello Sport (el tercero en orden de ventas), además de una serie de periódicos locales.
El grupo ligado al industrial Carlo de Benedetti (implantado en el sector informático) controla emisoras de radio, una decena de diarios locales, además del segundo diario italiano, La Repubblica, y uno de los dos semanarios más leídos: L' espresso.
El otro gran semanario, Panorama, es editado por Mondadori, la más importante editorial del país, propiedad de Silvio Berlusconi. Este hombre, caso único en el mundo, pues él solo controla un periódico nacional (Il Gionarle), la más importante editorial (Mondadori), tres televisoras de difusión nacional y parte de la pay tv. A todo esto se añade, como si ya fuera poco, las más importante agencia publicitaria: Publitalia.
El caso Berlusconi
Italia decidió la liberalización del éter entre 1975 y 1976. Terminado el monopolio de la RAI, la emisora pública en el campo televisivo creció la absoluta ``desrregulación'' en la ocupación de las frecuencias de radio y TV. La justa decisión de la liberalización no se acompañó con la aprobación de una ley que fijara las reglas en la ocupación del éter. Pudo así suceder que un constructor de conjuntos residenciales, como Silvio Berlusconi, empleara sus energías financieras en el campo televisivo y creara el imperio Fininvest (que dio luego vida a Mediaset).
En pocos años, la Fininvest se puso en la posición de mayor competidor del antiguo monopolio y llegó a construir un sistema de dos fuerzas que liquida cualquier posibilidad de competencia. Con la ausencia de una ley antitrust se pudo conseguir el pasaje de Berlusconi a la política. En 1994 fundó en pocas semanas el partido Fuerza Italia y se presentó en las elecciones, mismas que ganó. Gran parte de ese triunfo se debió, sin duda, a la influencia que sus emisoras televisivas ejercieron, durante 15 años, en la formación de estilo de vida y en la cultura de los electores. Cuando luego Berlusconi perdió las elecciones en 1996, quedó como líder de la oposición en el Parlamento.
Todo este trasfondo político y personal se refleja sobre las tentativas de regularizar el mercado televisivo y editorial: cada vez que el gobierno trata de crear una ley a propósito de esta materia, la oposición ``grita al escándalo'' por el ``prejuicio a la Mediaset y, por lo tanto, a Berlusconi''. Resulta claro que cualquier intento para fijar las reglas en este sector hace que surja una lucha interminable entre el sentido común y los intereses privados del líder de la oposición que aprovecha el gran vacío legislativo existente.
En estos años se ha hablado bastante de la ``anomalía italiana'' a causa del asunto Berlusconi y por el conflicto de intereses entre su cargo de empresario y la de hombre de gobierno. No es casual que Francia y España, con el antecedente de lo sucedido en Italia, hayan creado rígidas leyes que impiden la mezcla de negocios, política e información. Berlusconi, de hecho, no abandonó su cargo de presidente de Mediaset ni siquiera en el momento en que fue elegido premier... Pero la historia de Berlusconi es famosa en el ámbito internacional, y tal vez no vale la pena insistir mucho sobre este punto.
La legislación
El panorama editorial no está del todo en las manos de los privados que, como decimos, no son ``editores puros'', o sea, empresarios que se dedican exclusivamente a producir y distribuir productos editoriales.
En Italia existe una ley que trata de facilitar las cooperativas de periodistas, además de asegurar a todos los presentes en el mercado facilidades en el costo del papel, tarifas de postales y telefónicas rebajadas. Son asuntos muy discutidos, ya que el tema del financiamiento de la política y de periódicos políticos (a causa de la ``tangentopoli'') se ha vuelto cada vez más incandescente. Además, estas normas no logran compensar de alguna forma el inmenso poder de los grandes grupos industriales y editoriales.
A fin de cuentas, de cooperativas periodísticas, de experiencias de intervención directa de los lectores en la propiedad, de tradición de independencia periodística, se puede hablar sólo a propósito del diario Il Manifesto y del semanal Avvenimenti, en el que yo trabajo, mientras que los periódicos políticos constituyen una parte sin importancia del mercado.
Para la información libre es muy difícil resistir con la búsqueda de un pequeño número de lectores fieles. Un cambio importante podría llegar de la liberalización y reglamentación de la publicidad, la mayor fuente de financiación de cualquier órgano de información, actualmente concentrada en dos empresas: Publitalia, de Silvio Berlusconi, y la Sipra, ligada a la RAI. Publitalia, en particular, puede ofrecer a sus clientes, al mismo tiempo, anuncios televisivos y en la prensa, lo que es una situación de privilegio del imperio Mediaset.
El trabajo del periodista
Un fenómeno reciente es el de la difusión de periódicos locales que son, aparentemente, un factor de crecimiento del universo periodístico y de la información. Mas se trata de diarios siempre unidos a los mismos grandes grupos editoriales que, con pequeñas redacciones, aseguran la información local, y la juntan a lo que producen los services centrales (notas políticas, notas culturales, etcétera).
Puede suceder que un artículo escrito por un service aparezca el mismo día en 15 o 20 diarios, desde el Norte hasta el Sur de la península. Se trata de conquistar lectores con la información local, pero, al mismo tiempo, se abre un espacio entre lo que se debe entender como trabajo periodístico e integrar el cuerpo de la redacción.
En Italia, como en el resto del mundo, el trabajo del periodista se ha transformado radicalmente. Un periodista no es sólo periodista: debe saber usar el ordenador, la internet, compaginar, corregir, editar. En la nueva imagen del periodista se suman funciones que en el pasado pertenecían a otros: correctores, obreros gráficos, etcétera.
La difusión de emisoras de radio y TV privadas ha masificado, además, el trabajo del periodista. Este ya no es sólo quien trabaja full-time para una redacción central o periférica. Periodistas son también aquellos que ejercitan de hecho esta profesión, o part-time o sin pertenecer al orden profesional de periodistas.
En Italia, a diferencia de todos los demás países europeos, existe, efectivamente, el Orden Nacional de Periodistas, al que se llega tras un examen estatal, y después de una temporada de práctica de 18 meses en una redacción.
El acceso y la reglamentación de la profesión constituye un verdadero problema para la Federación de la Prensa (el sindicato de los periodistas italianos). Desde hace años se discute una posible reforma, pero hasta el momento sólo estamos al inicio de una intervención reformadora.
A menudo, la Federación de la Prensa se ocupa exclusivamente de contratos de sector o de la crisis de uno u otro periódico, en lugar de intervenir en las modificaciones periodísticas en general. También nosotros tenemos dificultad para entender qué son y qué llegarán a ser los operadores de la información.
En conclusión, ¿en Italia existe una efectiva democracia informativa al lado de una democracia económica? Aparentemente, sí; estructuralmente, no. Ciertamente no se puede considerar a Italia un país autoritario. Mas no se puede tampoco decir que cada persona que produce noticias y comentarios goce de los mismos derechos y de los mismos deberes.
La información, inútil repetirlo, es el fundamento de las democracias futuras. A través de la información globalizada se pueden producir formas más avanzadas de democracia y de participación, o formas sutiles de neoautoritarismo y de masificación en los modos de pensar y de vivir.
¿Y no existe, tal vez, el peligro de una información única producida a nivel planetario por grandes centros de la información mundial? ¿Y no sucede, cada vez con más frecuencia, que las noticias internacionales que se pasan como fundamentales son filtradas y prefabricadas? Basta pensar en lo que sucedió durante la guerra del Golfo.
Una autocrítica deben hacerla, sin embargo, también los periodistas que, como yo, trabajan en periódicos que se esfuerzan en representar el otro punto de vista de la información. ¿Hacemos de verdad lo suficiente para ser llamativos e indispensables?
La vida de los periódicos la deciden también los lectores y los televidentes. Los debemos conquistar cada día más con una información puntual, crítica y diferente.
* Periodista del semanario Avvenementi. Este texto fue presentado en el Primer Congreso Mundial de la Comunicación celebrado en Buenos Aires, Argentina, a mediados de septiembre pasado.