Masiosare, domingo 11 de octubre de 1998


La crisis del


Fin del mundo


Jim Cason y David Brooks


Los ``efectos'' se sucedieron sin parar: tequila, vodka, samba... Y el ``consenso de Washington'', que hace apenas un año hacía celebrar a las autoridades financieras internacionales las virtudes de un mercado mundial totalmente libre, se fracturó sin remedio. Hoy, la Casa Blanca sostiene que la crisis de la crisis amenaza incluso el modelo político. Al parecer, el libre mercado tiene que ser rescatado de sí mismo

Washington.- Es una crisis dentro de la crisis financiera que se conoce como el fin del mundo.

Así lo definieron los encargados de la economía mundial en esta capital, luego de más de una semana de reuniones. Todo lo que celebraban hace 12 meses está hoy en duda. En vísperas de que concluya el siglo, el futuro del sistema financiero internacional se encuentra en la incertidumbre.

El presidente Bill Clinton alertó a los líderes del mundo financiero: los ciudadanos ``ordinarios'', dice, podrían ``perder su fe'' en los mercados libres sino se resuelve la crisis internacional. Incluso, el financiero más influyente del planeta, George Soros, advirtió que los mercados totalmente libres son una amenaza mayor a las sociedades democráticas que cualquier ideología totalitaria. En tanto, diversas organizaciones de países industrializados y emergentes señalaron que se deben tomar acciones ahora, pero nadie sabe qué hacer.

Hay una crisis, coincidieron, pero -al parecer- también hay una crisis dentro de la crisis; una falta de opciones, de propuesta y de liderazgo. El ``consenso de Washington'', que hace apenas un año celebraba la idea de que un modelo globalizador, basado en libres mercados, sería el puente universal hacia el siglo XXI se deteriora con nuevas pruebas, ofrecidas por los propios economistas de bancos internacionales, en el sentido de que se aproxima una recesión global.

¿Qué hacer?

Los 300 mil millones de dólares en préstamos e inversiones que fluyeron a los mercados emergentes en 1996, una cantidad cinco veces mayor en relación con 1990, ``vuelan'' ahora de regreso a un terreno más seguro, dejando a una cuarta parte del mundo en recesión, y amenazando a las otras tres cuartas partes.

``¿Cómo caímos en este desorden?'', se preguntó un alto funcionario del FMI, según The Washington Post. La visión de los ``arquitectos'' del modelo capitalista de mercados sin regulación, promovida por el FMI, está en crisis. Su jefe, el director gerente Michel Camdessus, no entendía la gravedad de la situación hace sólo cuatro meses. ``Contrario a lo que imaginan los mercados y los comentaristas, esta no es una crisis. Esto no es un evento mayor'', decía Camdessus en junio, cuando Rusia se encaminaba a su colapso.

Algunos en Wall Street señalaron el costo de esta apreciación equivocada de Camdessus: ``Rusia fue el parteaguas, hizo que el mundo se diera cuenta de que algunos países podían fracasar, aun si intercedía el FMI y el Tesoro. Eso cambió la percepción del riesgo'', afirmó Robert D. Hormats, vicepresidente de Goldman Sachs International, según The New York Times. Con esa percepción de riesgo se registraron nuevos vuelos de capital, y con ello, se nutrió la crisis actual.

Así, los ministros y banqueros de Washington están notablemente menos confiados que hace 12 meses, cuando casi todos ellos festejaban sus logros en el manejo de un proceso de ``globalización'' que procedía del ``consenso de Washington''. Era una fórmula mágica mediante la cual los mercados del mundo integraban sus mercados ``libres'', con lo cual ``abrían sus sociedades'' a una nueva era de ``democracia de libre mercado'' donde quedaba sin obstrucción casi todo movimiento de capital.

Claro, había obstáculos, pero todos los problemas, como sucedió con la crisis del peso mexicano de 1994-1995, fueron considerados sólo como ``topes'' en la vía hacia un crecimiento económico sostenido con baja inflación en todo el mundo.

Ahora, Soros considera que fue la del peso mexicano la que marcó el inicio de la actual crisis. Camdessus tuvo la razón cuando dijo, en 1995, que la crisis mexicana ``fue la primera del siglo XXI''. Pero, al parecer, ni él lo creía realmente.

Ruptura del consenso

El ``consenso de Washington'' se ha fracturado, a tal grado que esta semana se manifestaron desacuerdos públicos entre el FMI y el BM sobre las prioridades ante la crisis. Diversos ministros argumentaban en público acerca de cuál es el camino apropiado para reparar el daño.

Clinton, según versiones, tuvo una discusión severa con James Wolfensohn, presidente del BM, en una reunión privada, y varios países europeos consideran mecanismos para reducir la influencia estadunidense en la toma de decisiones sobre la política financiera internacional.

De manera paralela a la ruptura del consenso, el FMI pronosticó más topes y menos avenidas hacia la prosperidad. Clinton, a su vez, señaló que por lo menos 25% de las economías del mundo está en recesión. Rusia se ``derrite''. Japón sufre su peor crisis económica desde la Segunda Guerra Mundial. Y Brasil (y la mayor parte de los países de América Latina) pende de un hilo en espera de un paquete de rescate financiero internacional.

Los medios estadunidenses, después de informar sobre el último detalle del escándalo de Bill y Monica, reportaron sobre el deterioro del mundo económico, y un programa especial se anunció con una pregunta: ¿podrá Alan Greenspan (presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos) rescatar al mundo de la perdición?

El proyecto político
internacional en riesgo

``No se dejen vencer por el capitalismo'', fue el encabezado de un reciente editorial de The Washington Post. Pero hasta el momento, lo único expresado por los promotores del actual sistema internacional reunidos aquí es un estado de pánico.

La ``peor crisis financiera en 50 años'' fue evaluada esta semana por los encargados de las economías del mundo en la reunión anual del FMI-BM. Pero de la dimensión de esta enfermedad ``contagiosa'' que, se dice, estalló primero en Asia, pasó a Rusia y ahora se interna en Brasil, lo que más alarma a los expertos y a la propia Casa Blanca no son sus consecuencias económicas, sino la amenaza que representa al proyecto político internacional.

Clinton y el Departamento del Tesoro advirtieron que no sólo está en riesgo el progreso económico del mundo, sino el proyecto político internacional impulsado por Washington. Los costos sociales de la crisis podrían cancelar los avances de este proyecto, dijeron aquí los funcionarios. ``Las actuales dificultades económicas de hoy, los desbarajustes, y el simple desencanto de decenas de millones de personas en todo el mundo, presentan un claro desafío no sólo para la libertad económica, sino, de no ser ésta resuelta, también para libertad política'', comentó Clinton hace unos días.

El residente de la Casa Blanca alertó que el tumulto económico deja a millones en la pobreza repentina, por lo que ``los riesgos de la inestabilidad política y social, y una reversa contra la democracia se incrementan de forma evidente''. Con el ejemplo de Rusia, dijo que ``dentro de tal inseguridad política y dificultad económica, algunos hablan ahora de abandonar el camino de la reforma y regresar a las políticas del pasado, aun las ya fracasadas''.

Irónicamente, la propuesta de Clinton y Rubin, entre otros líderes, para enfrentar la crisis es, en esencia, más intervención del Estado en el mercado libre. Más recursos de los gobiernos hacia el FMI para crear fondos de emergencia, más rescates del gobierno a bancos y empresas endeudadas, más apoyos públicos para alentar la inversión privada.

Al parecer, el libre mercado tiene que ser rescatado de sí mismo.