La situación de crisis que permea los mercados de capitales en el mundo no puede disiparse con medidas parciales si no se insertan dentro de un plan y una visión estratégica de lo que debe ser una nueva arquitectura monetaria y financiera internacional. Este ha sido el tema bajo discusión esta semana en Washington en las reuniones paralelas del G-7 (los siete países más industrializados), del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial, a las cuales asiste la elite política y financiera del planeta.
Hasta el momento se perfilan tres propuestas diferentes, pero no queda claro si son complementarias. El gobierno de Estados Unidos ha propuesto crear una agencia especializada del FMI para enfrentar crisis en balanzas de pagos, dotándola de una fuerte cantidad de fondos. Ello implica simplemente ratificar lo que el FMI ha venido haciendo desde la devaluación de 1994 en México: proporcionar fondos de emergencia a gobiernos en bancarrota, léase México, Corea, Indonesia y Rusia.
Los dirigentes europeos, por su parte, han argumentado que se requiere diseñar reformas monetarias y financieras de mayor alcance para vencer a la mayor crisis financiera mundial desde la década de los 30. Proponen la creación de una nueva política monetaria mundial, lo cual implica que se reforma la vieja arquitectura financiera que fue establecida originalmente en Bretton Woods (1944) con la creación del FMI y del Banco Mundial, instituciones que evidentemente han sido sobrepasadas por los sucesivos debacles bancarios y monetarias de Asia, Rusia y América Latina en los últimos tres años. Sin embargo, todavía no hay claridad en la propuesta europea a nivel instrumental.
Los dirigentes japoneses, por su parte, vapuleados por la peor crisis bancaria a nivel internacional, han vuelto a proponer la creación de un fondo de contingencia de 30 mil millones de dólares para rescatar a gobiernos y corporaciones asiáticos. Ellos desean encabezar este fondo -una especie de FMI regional- pero enfrentan la oposición de Estados Unidos que no desea un exceso de autonomía en esta esfera.
Resolver estas diferencias resultará muy costoso y por ello no puede esperarse ninguna solución duradera a la crisis en el corto plazo. De allí que varios países asiáticos ya han optado por la adopción de medidas que implican una clara derrota para el neoliberalismo. Nos referimos a los controles sobre movimientos de capitales establecidos en Malasia y en China. En Asia, por consiguiente, el neoliberalismo se ha fracturado. Por su parte, la reciente victoria de los socialdemócratas en Alemania implica que las reformas neoliberales en Europa tendrán que modificarse en función del nuevo paradigma que comienza a vislumbrarse a nivel mundial, el cual consiste en mantener un alto nivel de empleo a pesar de las tendencias a recortar trabajo que son consecuencia de la revolución tecnológica y de procesos fallidos de globalización financiera. En todo caso, el debate sobre la futura arquitectura financiera internacional ha comenzado, pero sin que hasta ahora los dirigentes mundiales hayan logrado formular una visión convincente de las reformas que deben emprenderse.