El camino de la perfección está bien para el constructor de puentes, pero no sé si para el poeta. En La Tierra Baldía, presente la magia de la imperfección. Si Eliot hubiera sido inflexible, habría desoído a Pound, y viejos restos o desafíos, viejos y cruentos desafíos, o restos, o tocones o muñones o raigones del tiempo habrían impedido que surgieran ``otros marchitos restos del tiempo'', escuetos, decisivos. ¿Cómo sucede la magia? Una vez libre de obstinación, quiero decir, se solidifica la magnitud y la amplitud del sentido fundamental. Detrás de la magia, la turbulencia de una vida difícil.
Pero ``Vámonos, tú y yo'', por el camino precoz, las ``calles que siguen como una discusión tediosa'', que conducen a la pregunta abrumadora: por favor no inquieras ``¿De qué se trata?'', mejor caminemos, tú y yo, de la mano, por el camino de la imperfección.
Eliot se quejaba de abulia: ``Un desorden emocional que me ha afligido toda la vida''. Ausencia mórbida de voluntad, aturdimiento, incapacidad de reflexionar. Pound lo orientaba, lo apoyaba, lo hacía retomar sus sueños. Párrafos enteros para afuera. Si ves el trabajo de Pound sobre mi manuscrito, advierte Eliot, entenderás la diferencia que su crítica hizo con el poema. Eliot quiere que se preserve íntegra la imperfección alterada por la mano maestra. En la primera estrofa del poema Pound subrayó la palabra olvidadiza que calificaba a la nieve. La nieve, el agua, la arena borran toda huella. ¿Por qué permaneció olvidadiza? Pound proponía, pero trabajaron juntos, Eliot y Pound, sobre las proposiciones, se trataba de que todo activara y fomentara el poema, de eso se trata, la meta de la discusión es caminar, tú y yo.
Eliot se enfrascó en una búsqueda ininterrumpida de un tiempo propio, continuo, tranquilo en el que escribir, en el que concentrarse y trabajar. Pero ¿quién puede usar su energía sin desperdicio, como quiere Eliot aprender a hacer; estar en calma cuando sabe que no ganaría nada con preocupación? ``Nuestra forma de vida tensa, siempre apresurada, de trabajo en exceso.'' Acepta la responsabilidad de hacerse cargo de un periódico. ``Para sacarlo adelante, he tenido que hacer a un lado mi trabajo personal'', se queja; ``no tengo tiempo ni siquiera para ir al dentista, al peluquero a cortarme el pelo''. Siente que no debía haber aceptado; sabe que hacer esta publicación lo desgasta; ``Me ha robado diez años de vida'', es decir, lo envejeció en unos cuantos meses, con los primeros números. ``Este maldito periódico, en vez de ayudarme, me ha dañado; en lugar de dedicarme a él, podía haber estado escribiendo mis cosas''. Pero, ¿no fueron The Criterion, o el empleo de Eliot en el Banco, o la prolongada enfermedad de su mujer, o su paso por esta o aquella revista, o sus clases en la universidad piedras fundamentales en el camino necesario de la imperfección?
En su momento, Lilian Hellman llegó a la conclusión de que si ella hubiera sido más flexible, se habría evitado un número indeterminado de errores, ``Pero los errores, sostiene, son parte de uno tanto como lo son los no errores''. Debes sacar al personaje que balbucea, le sugieren. Pensó que sí podría prescindir de él, pero lo dejó en la obra. Se negaba a que otros alteraran su orden de cosas. ¿Hizo bien? En otra ocasión, aun tras el éxito de una obra específica, le sugirieron quitar la escena final. ``Durante apenas ocho minutos, pero no logré deshacerme de ella'', comenta. Esa escena en particular le pertenecía a la obra desde hacía tanto tiempo, representaba una situación tan arraigada al pasado, que, aunque Hellman intentó cancelarla, no lo logró. Reflexionó: ``Advertí que más me valía dejar la obra tal cual, que acabar sin obra entre las manos''.
No hay que decir todo; no hay que suprimir todo. ¿Cómo se da la magia? En la primera estrofa de La Tierra Baldía, Pound encierra en un círculo rojo lo que el poeta experimenta en las montañas: ``Ahí te sientes libre''. ¿Le parecía redundante? ¿Constituía un empleo de palabras inútiles, suprimibles? En las montañas, quién no se siente libre, pensaría. Pero la frase permaneció intacta en el poema.
La opinión especializada fue que La Tierra Baldía representaba una crítica al mundo contemporáneo, era la expresión de la ``desilusión de una época''. La interpretación honraba a Eliot, según lo cito Theodore Spencer, pero, continuaba Eliot, ``Para mí no fue sino el desahogo de una queja personal y enteramente insignificante contra la vida; no fue más que una quejumbre rítmica''.
Por lo mismo, mejor ``Vámonos, tú y yo, cuando la tarde se haya desplegado contra el cielo'', el camino espera, imperfecto, perfectible por la mano maestra. No preguntes, ``Oh, no preguntes, ¿De qué se trata?'', la respuesta se desbordará y se desbarrancará hecha pedazos por la orilla de la tierra, cubrirá el Universo con añicos, piezas que embonarán unas con otras, olvidadizas, dejará la tierra libre, es decir, sin respuesta, como las montañas en las que el poeta no volverá a sentirse libre. Los personajes balbucientes impondrán su presencia, indeseables, fieles al pasado.