``Somos asamblea cuando estamos juntos y red cuando estamos separados'', fue la idea fundamental que cimentó desde el principio la realización del primer Congreso Nacional Indígena (CNI) en octubre de 1996. A convocatoria del EZLN, por vez primera pudimos encontrarnos los pueblos indígenas de México en el contexto de un espacio nacional con el respaldo de la ``sociedad civil'', y sin la anuencia gubernamental.
Desde entonces se trataba de poner en práctica a nivel nacional formas de organización surgidas al interior de nuestros pueblos y comunidades, para arribar a acuerdos que permitiesen una actuación armónica de las distintas expresiones del movimiento indígena. El más importante fue la adopción de los acuerdos de San Andrés sobre derechos indígenas, como el programa de trabajo de los propios pueblos, y la exigencia de que éstos se tradujeran en normas constitucionales, legales e institucionales.
Hoy, a dos años, el CNI sesionará por segunda vez durante los días 9, 10 y 11 de octubre en la ciudad de México. Sus temas fundamentales de discusión van relacionados en lo esencial con tres asuntos de gran actualidad para los pueblos indígenas, y que podemos analizar en tres aspectos.
1. La reconstitución indígena. La tarea de la reconstitución implica reivindicar un modo de vida y pensamiento propio diferenciado del resto de la sociedad nacional. Es reconocerse a sí mismo con rostro, corazón y capacidad propia, en el marco de una sociedad que es por naturaleza diversa y plural. Implica también respetar la especificidad del otro que es diferente.
Y en muchas de las regiones indígenas de México, esta labor de reconstitución ha partido básicamente de la idea de la comunalidad, entendida ésta como la expresión filosófica de los pueblos indígenas cuya base esencial es la complementariedad entre la dimensión comunitaria e individual de la existencia humana.
Es a partir de la vida comunal donde los indígenas mexicanos estamos buscando la proyección de nuestro futuro. Por eso, la reconstitución indígena implica en un primer momento el reconocimiento del pasado, y el fortalecimiento de nuestras capacidades para imaginar con creatividad e inteligencia el futuro con vida que deseamos para el mañana.
2. La consulta nacional sobre derechos indígenas. La tarea de la reconstitución va aparejada con el reconocimiento en la Constitución y en las leyes mexicanas de los derechos indígenas que posibiliten una nueva relación entre el Estado y los pueblos indígenas. Y este reconocimiento debe partir incorporando al texto constitucional los acuerdos de San Andrés, tal como lo plantea la iniciativa de la Cocopa, elaborada el 29 de noviembre de 1996.
Por eso ahora resulta de fundamental importancia que frente a la negativa gubernamental por acatar dichos acuerdos, el CNI haga eco al llamado del EZLN para la realización de la consulta sobre la iniciativa de la Cocopa, y así tender los puentes de paz y armonía, cada vez más necesarios para arribar a una convivencia democrática y pacífica entre los mexicanos.
En este aspecto es totalmente claro que sólo la iniciativa de la Cocopa podrá garantizar el inicio de una paz verdadera en las diversas regiones indígenas del país. Por el contrario, una iniciativa de ley sin el consenso y respaldo de los pueblos, tendrá efectos negativos y ahondará las situaciones de conflicto en los que nos hallamos inmersos.
3. Consolidación interna del CNI. En una tercera dimensión, el CNI tendrá que reafirmarse como el espacio nacional de encuentro de los pueblos indígenas del país, para acordar asuntos comunes que les atañen. A la par deberá revisar su estructura organizativa interna que permita dar seguimiento a los asuntos acordados. En esta dirección será de fundamental importancia que su Comisión de Seguimiento sea un reflejo de las distintas expresiones del movimiento indígena.
En este caso valdría la pena resaltar la enorme importancia de fortalecer espacios estatales y regionales de encuentro de los pueblos indígenas de todo el país, para discutir asuntos más concretos e inmediatos. Todas estas expresiones -a nivel de estados y regiones- son los que deberían tener un papel más decisivo para el futuro, a fin de evitar riesgos de centralismos y protagonismos innecesarios.
También habrá que pensar seriamente las estrategias concretas para hacer real y eficaz la red de comunicación que habrá de alimentar los esfuerzos organizativos desde los más amplios rincones indígenas del país. Sólo así podremos seguir exigiendo con mayor eficacia, al Estado y a la sociedad nacional, las reivindicaciones indígenas para la reformulación de la actual relación de subordinación entre nuestros pueblos y el Estado.
Y frente al fenómeno de la globalización mundial en todos los ámbitos de la vida cotidiana, los indígenas mexicanos necesitamos seguir tendiendo puentes para la articulación y armonización del movimiento indígena internacional, que nos permitirá seguir caminando hacia la adopción de la Declaración Universal de los Derechos Indígenas en el sistema de la Organización de las Naciones Unidas. En fin, las tareas son enormes, pero seguramente una vez más la sabiduría estará de nuestro lado para arribar a las mejores decisiones.