La Academia tardó casi un siglo en reconocer a la lengua portuguesa
César Güemes Ť El seguimiento comenzó en Lanzarote, pasó por Madrid y llegó hasta Francfort, Alemania, donde finalmente sonó el teléfono del sitio en que se hospeda para establecer la comunicación y entablar con él una de las pláticas más buscadas en las recientes 24 horas. Generoso siempre, hay que decirlo, José Saramago habla con La Jornada: ``El Nobel es un premio, nada más. Las literaturas tienen que valer por lo que dicen y no por el hecho de que tengan un reconocimiento de más o de menos''.
-Le pregunto por principio, ¿cómo se siente, cómo está?
-Me siento muy bien, aunque un poco cansado porque ha sido un día muy ajetreado, con muchas emociones y todo eso. Estoy feliz en el plan personal, si bien sé que es la primera ocasión, por otra parte, que el Nobel es atribuido a un escritor de idioma portugués, a la lengua y la cultura portuguesa. Esos son motivos suficientes para estar muy feliz.
-¿Es un reconocimiento que esperaba? Pensemos que desde hace un lapso considerable su nombre era mencionado entre los candidatos a recibirlo.
-Yo no diría tanto como eso, pero es cierto que desde hace digamos cinco años o un poco más, mi nombre salía por estas fechas, se manejaba como una hipótesis. Sólo que eso se puede decir de muchos otros escritores, que son importantes y que no han tenido el Nobel. El haber sido nombrado no significaba demasiado. Claro, implicaba un reconocimiento. Pero de ahí hasta llegar al premio, hay mucha distancia. Se puede llegar o no. Si en los recientes años mi nombre iba apareciendo pero no ocurría nada, entonces empecé a creer que el premio no llegaría. Y ahora pues ha llegado.
Las cosas llegan cuando tienen...
-Cuando estuvo en México hace cosa de seis meses, me decía que tal vez había comenzado a escribir demasiado tarde. Aún así, como lo dice, el Nobel llegó. Está a tiempo, pues.
-Creo que todas las cosas llegan cuando tienen que llegar. A lo mejor si yo hubiera empezado desde antes, ahora nos encontraríamos con otra situación. Desde luego no sabemos si con el Nobel o no. Lo que pienso, y esto no quiere decir que tenga un sentido fatalista de la vida, es que los hechos suceden cuando tienen que suceder. En mi caso una parte importante de mi obra la hice cuando normalmente los escritores ya la tienen hecha. Eso no significa que los trabajos no puedan ser perfectibles.
-Cuente cómo se enteró del premio. Con seguridad es un momento que atesora.
-Estaba en el aeropuerto de aquí de Francfort y me disponía a embarcar cuando lo supe.
-¿Qué rumbo llevaba?
-Iba a Madrid en primer lugar, y luego a Lanzarote, a mi casa. En eso oigo que alguien me llama, una mujer que trabaja en tierra, dice mi nombre, me acerco y es ella quien me dice: ``Usted ha ganado el premio Nobel''. Entonces, lo que pasó es que una periodista que estaba en Francfort intentó comunicarse conmigo, y como ocurre que un periodista siempre llega a donde quiere llegar, la verdad es que logró encontrarme. Así fue como me ubicaron. Lo más divertido de todo esto es que la noticia formal del Nobel me la dio una azafata en tierra.
-Es la primera vez que un autor de lengua lusitana obtiene este galardón. Portugal en particular tuvo que esperar mucho tiempo para ser reconocido.
-Si no me equivoco el premio inicia casi con el siglo, y no sólo Portugal sino Brasil y las otras regiones donde se habla portugués, esperaron casi cien años para que la Academia Sueca reconociera que en esas partes del mundo se hace algo suficientemente bueno para merecer una distinción como la de ahora.
-El Vaticano ha hecho circular, a través de su periódico oficial, críticas a propósito del premio. Afirmaciones raras, por cierto.
-Es que ellos son muy raros. El hecho de que el periódico oficial del Vaticano, y el Vaticano mismo, piensen que el Nobel ha sido conferido porque soy quien soy desde el punto de vista ideológico y político, porque soy un comunista, más el hecho de que yo haya escrito algo sobre la creencia cristiana, dan por consecuencia que ellos se manifiestan de esa manera. Lo hacen casi como fundamentalistas. Si ellos no aceptan la discrepancia, la diferencia, la duda, la crítica, la creación literaria, entonces se están comportando como fundamentalistas. Lo que yo digo es esto: que se ocupen de sus oraciones y que dejen a la gente en paz.
Ser el mismo siempre
-¿Qué piensa respecto de que el reconocimiento a su obra sea además un logro del pensamiento de izquierda? ¿Existe esa relación?
-No quisiera entenderlo así. Pienso que los criterios de la Academia Sueca son literarios. Es decir, no considero que se dé el Nobel porque un escritor tenga una actitud de izquierda, de centro o de derecha. No lo creo. Ahora, lo que está claro es: el escritor tiene una obra a la que puedan acceder los lectores y además cuenta con una postura ideológica; si sus convicciones ideológicas son de izquierda, no es impedimento para que la Academia Sueca confiera un premio. Hoy parece que la izquierda no tiene buena prensa. La Academia Sueca está ahí para demostrar que no le importó lo que política e ideológicamente un autor es, sino que atribuyó un premio con criterios literarios. Claro, como se está viendo, la denominación por lo pronto ha generado una cierta polémica, como la que se manifiesta a partir de la reacción del periódico oficial del Vaticano.
-Le pido que haga un alto en el camino para mirar su obra en retrospectiva. ¿Qué es lo que ve?
-Veo que hay una coherencia interna en todo lo que he escrito. Mirando hacia atrás, los libros más antiguos como la novela que publiqué en el 47, Tierra del pecado, no entrarían en esta clasificación. A lo que sí me refiero es a todo lo que hice después de 1966. Por encima de las diferencias de calidad literaria, de los valores estéticos y de todo eso, algunos libros estarán más logrados que otros, y lo que encuentro ahí, cualquier lector lo podría ver, es una gran coherencia. Hablo de coherencia de pensamiento, aunque éste no sea inmóvil sino todo lo contrario. Hay una especie de línea continua que en el fondo liga todos los libros como lo que son: trabajos de una determinada persona que yo soy.
-Además de que con el Nobel tendrá cientos de llamadas y de invitaciones, ¿en qué más le cambia la existencia este reconocimiento?
-En las semanas próximas mi vida se va a complicar mucho, pero lo que no se complicará ni cambiará nada es la persona que soy. Estoy segurísimo que no me cambiará la personalidad. Habrá más fama, más celebridad, más menciones y más imágenes en los periódicos, eso sí, pero la persona que yo soy es ésta que te responde. Quien me haya conocido se dará cuenta de que soy la misma que he sido siempre de aquí en adelante.
-¿Qué otras personas o instituciones siente que salen ganando con el premio?
-Las literaturas de lengua portuguesa se harán un poco más visibles. Es decir, la gente se dará cuenta en estos días más inmediatos, que hay ahí una literatura que merece cierta atención. Eso cuenta. Pero de todas formas no hay que esperar milagros de que un autor de una determinada literatura obtenga el Nobel. Este es un premio, nada más. Las literaturas tienen que valer por lo que dicen y no por el hecho de que tengan un reconocimiento de más o de menos.
-En las primeras opiniones que han llegado a México de varios personajes de las letras, se le señala a usted como un clásico. ¿Está de acuerdo?
-Eso es algo que sólo se sabrá dentro de 50 o cien años. Si eso es cierto o si al contrario he sido olvidado, se verá. El olvido es otra posibilidad, aunque yo espero que no me llegue, que en el futuro haya un lugar para mis libros. Lo que pasa es que eso no lo sabemos, el gusto cambia, la gente cambia. Lo de clásico no lo veo ahora porque nadie es clásico en vida. Se puede convertir en esto pero después.
Escribir sólo en dirección propia
-Las afirmaciones al respecto fueron vertidas por escritores de buena fe. Aun así, ¿le implica cierta presión que lo miren de esa forma cuando se sienta a escribir, cuando tiene que entregar un nuevo libro?
-Cuando escribo estoy solo con lo que tengo que hacer y no hay conmigo nada más. Es una relación directa de lo que pienso con lo que escribo. No aparecen interferencias. No siento ninguna presión para estar a la altura de lo que las personas amablemente piensan de mí o por el hecho de que haya obtenido algún premio. Lo que sí tengo es una responsabilidad mía en cuanto lo que estoy narrando. Eso es lo que cuenta. No escribo en ninguna otra dirección que no sea la mía propia.
-¿Qué está escribiendo ahora, don José?
-He tenido que interrumpir un poco el trabajo por mis viajes a Argentina y Uruguay. El mes que viene debo ir a Lima y a Bogotá. Pero tengo una idea clara y algunas cuartillas escritas. Probablemente a principios del año que viene, si me dan tiempo suficiente, podré presentar ese trabajo. Está claro que ahora me van a caer encima invitaciones para todo. De cualquier forma, me gustaría publicar una nueva novela en el otoño del 99. Es una novela que se llama La caverna, de la cual todavía no puedo decirte mucho porque está en una etapa embrionaria.
-¿Cuál es su mensaje para México, donde su presencia fue tan bien recibida?
-Hombre, pues quiero mucho a México y me duele que sea un país que con tantas posibilidades naturales y con una calidad humana como tiene, no se hayan encontrado soluciones para los problemas de los más débiles. No hablo sólo de Chiapas, aunque sí me refiero a ese estado. Tengo una relación con el mundo chiapaneco muy del corazón, muy de adentro de la sensibilidad. Pero pienso en el enorme país que es el tuyo y veo que tiene todas las condiciones para dar a sus naturales una parte suficiente de bienestar y de felicidad. No se ha logrado hasta ahora, pero tampoco México es el único en esas circunstancias. Yo espero que se resuelvan los problemas de Chiapas, con justicia, con igualdad. Ese será un factor de cambio en México. Ojalá.
-¿Regresa pronto por acá, maestro?
-No lo sé. En este momento más cercano no tengo algún motivo particular para ir a México, pero de un momento a otro puede ocurrir. Si ocurre, iré con todo el gusto del mundo. Tengo ahí muchísimos amigos y numerosos lectores, y me gustaría volver a encontrarme con todos ellos.