Ante Zedillo, insólito llamado priísta a redefinir usos del poder
Andrea Becerril y Alonso Urrutia Ť La entrega de la medalla Belisario Domínguez 1998 al extinto senador José Angel Conchello no fue un mero acto protocolario encabezado por el presidente Ernesto Zedillo, pues devino reclamación por la preminencia del presidencialismo, las cuentas con el pasado que no se han saldado, los desvíos y abusos del Poder Ejecutivo y el ejercicio de la política como el arte de engañar.
Sesión solemne del Senado, donde las críticas no sólo provinieron de la oposición, sino de la representación del PRI. En los tiempos actuales, en los que la ``intolerancia política supera a la dogmática'', Conchello debe ser reconocido por su ``lucha contra la ignominia predominante y los abusos y desviaciones del poder'', reivindicó el senador Carlos Payán Velver al hablar en nombre del PRD.
Luego, la lideresa del sector popular del PRI, Elba Esther Gordillo, fue directa en sus críticas: ``La sociedad pide rendición de cuentas y exige nuevas formas, actitudes y maneras de hacer política. No debemos, no podemos aceptar que se entienda a la política como el arte de engañar, la mentira o la simulación''.
El gabinete casi en pleno escuchó el discurso inusual de su correligionaria, discurso que incomodó al presidente Zedillo, a quien se le veía serio en el presídium senatorial, a un lado de la viuda del senador galardonado, Otilia Román.
Muy cerca de ellos, los dirigentes nacionales del PAN, con Felipe Calderón a la cabeza, seguían atentos los discursos, al igual que el jefe de gobierno capitalino, Cuauhtémoc Cárdenas, sentado entre el secretario de Gobernación, Francisco Labastida, y la secretaria de Relaciones Exteriores, Rosario Green.
Ya en su ``Elogio del adversario'', Payán Velver, primer orador, evocó la personalidad del polémico panista quien en su paso por el Senado ``luchó denodadamente por devolverle la majestad y la dignidad'' que le debe corresponder a ese órgano legislativo.
Gordillo retomó a su vez el papel que, dijo, debe asumir el Senado. ``La disciplina y la lealtad se conjugan de formas diferentes en estos tiempos, ya no puede cancelarse la saludable discrepancia ni el conflicto democrático entre poderes, ni siquiera al interior de los partidos''.
Chiapaneca de origen, sostuvo que si bien el México de hoy es distinto al de hace 80 años en que vivió Belisario Domínguez, no es tampoco ``el país que imaginaba'', pues ``no hemos saldado cuentas con el pasado''. Millones de mexicanos viven en la pobreza y en la pobreza extrema, y al final del siglo aún no hemos terminado de construir el orden democrático. En Chiapas ``sigue abierta la herida, que no cerrará hasta no entender su historia profunda''.
Recordó que por segundo año consecutivo se entregó la medalla Belisario Domínguez a un luchador social, y tanto Heberto Castillo como José Angel Conchello defendieron su pensamiento, ``a veces teniendo todo en contra'', frente a un sistema político entumecido.
La senadora priísta advirtió que ``el mejor régimen político no es el que conserva el statu quo sino el que más respeta la vida y la dignidad de las personas, el que eleva la moral republicana, el que da mayor número de valores. No tendría mal advertir que nada garantiza la llegada a puerto de nuestra democracia; la frustración, el desencanto, pueden favorecer una regresión autoritaria''.
Serios, la mayoría de los priístas seguían la intervención de Gordillo, su demanda de ``dotar de contenidos y significados a la democracia'' y de garantizar un proyecto político compartido en el que haya calidad de vida y justicia para todos.
Insistió en que no es el mismo país que vivió Belisario Domínguez pero tampoco se parece a la nación por la que él lucho. ``Todavía no somos el país que queremos ser, en términos de justicia, de justicia social, de justicia a secas, falta mucho por hacer''.
Por eso, agregó, parafraseando a Belisario Domínguez en el discurso que le costó la vida -exigiendo la destitución de Victoriano Huerta-, ``vale repetir las mismas palabras para redefinir los usos del poder y la democratización de la vida pública: ¡cumpla con su deber la representación nacional y la patria está salvada!''
Muy pocos priístas aplaudieron a Elba Es-ther, a excepción de algunos integrantes del Grupo Galileo, como José Luis Soberanes, quien se levantó de su curul para ovacionarla. También hubo aplausos de los senadores del PRD y de la directiva panista.
Antes, el senador Payán Velver destacó el ``eclecticismo paradójico'' de Conchello, ``pues si bien se mantuvo fiel a los principios de su partido, ello no le impidió ser apasionadamente curioso de las ideas opuestas y de los argumentos contrarios a su pensamiento''.
En su, discurso, Payán destacó las luchas de Conchello. Su oposición a la política petrolera y económica; sus preocupaciones de político y legislador de la oposición que se enfrenta ``a los desvíos y abusos del Poder Ejecutivo''. Agregó que Conchello fue un auténtico defensor del Senado, a la manera como alguna vez lo fueron Francisco Zarco, Isidoro Olvera y Guillermo Prieto. ``Su lucha continua contra la soberbia del poder le tiene un destino asegurado en la historia de nuestros debates parlamentarios''.
En contraste con los mensajes de las fracciones del PRI y PRD, el PAN no formuló críticas y la intervención de Luis H. Alvarez se centró en resaltar la personalidad del panista galardonado, cuya trayectoria, dijo, contribuyó significativamente al desarrollo político del país y al avance de la democracia.
Alvarez recordó las polémicas que mantuvo con Conchello, sintetizadas en la dedicatoria del libro Agonía y esperanza, ``A don Luis Alvarez, con quien me unen tantas discrepancias''. En efecto, agregó, hubo diferencias frecuentes, como corresponden a un hombre acostumbrado a ser el centro de la polémica, pero también ``un demócrata cuidadoso de las relaciones humanas''.
De acuerdo con el protocolo, la viuda de Conchello recibió del presidente Zedillo la medalla Belisario Domínguez, entregada post mortem a quien fuera su esposo, y visiblemente emocionada, habló, apenas conteniendo el llanto, del compañero de toda su vida.
Al final de la sesión solemne, el presidente Zedillo develó el nombre de José Angel Conchello Dávila, inscrito en letras doradas, en el muro de honor del edificio sede del Senado.
Al final, en entrevista, el coordinador de los senadores del PRI, Genovevo Figueroa, respondió que Elba Esther Gordillo habló en nombre de esa fracción, pero ``sin lugar a dudas'' su discurso ``contiene conceptos propios''.