La Jornada 7 de octubre de 1998

En el DF y la zona conurbada, los 50 colegios privados más caros del país

Claudia Herrera Beltrán/ I Ť Los futuros hombres de negocios, políticos e intelectuales que representan a la clase acaudalada del país y cuyas familias tienen posibilidades de pagar colegiaturas que oscilan entre mil 500 y 6 mil pesos mensuales, se educan en medio centenar de colegios privados del Distrito Federal y la zona conurbada. Estas instituciones son las más caras de México.

Aproximadamente 55 mil niños y jóvenes se forman en ese universo de escuelas consideradas ``las más selectas'' del sistema educativo privado nacional, que integra a un millón 700 mil alumnos. Esto es, a siete de cada cien connacionales.

Cantidad no necesariamente significa calidad. Y prueba de ello es que en una lista de los primeros 20 colegios con mayor porcentaje de egresados aceptados en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) -un buen parámetro para medir la excelencia académica- sólo se encuentran ocho de esas escuelas con colegiaturas elevadas.

Ubicados en las colonias más exclusivas del país, estos centros de enseñanza concentran cuantiosos recursos económicos en cuotas y donativos, gozan de relaciones con políticos, empresarios y algunos aun con países como Estados Unidos, Alemania y Japón.

En sus aulas se educan lo mismo hijos de funcionarios que de diplomáticos, banqueros e intelectuales, que pueden elegir entre las modernas escuelas bilingües y trilingües y las fundadas por colonias de extranjeros o por congregaciones religiosas de rancia vocación educativa: lasallistas, maristas y jesuitas.

Este tipo de escuelas religiosas dejaron de ser las formadoras predilectas de niños acomodados en México. Desde hace más de 30 años, en el panorama de la educación privada de inspiración católica aparece con fuerza la llamada -por los analistas en la materia- ``iglesia de ricos'', representada por los Legionarios de Cristo.

Las congregaciones religiosas se defienden del proceso de ``elitización'' que ha vivido la educación privada. La religiosa María Tamaris, directora del Instituto Regina, dice que parte de la responsabilidad es del Estado, por haberles negado apoyo económico o fiscal que les permitiera extender mejor esa educación a otras clases sociales. ``Las consecuencias las estamos viendo; más escuelas bilingües que no enseñan valores'', asegura.

Cuando los actuales líderes políticos y económicos eran niños, tenían casi como destino seguro las escuelas de las congregaciones religiosas, que siguen vigentes aún, salvo las de los jesuitas, que en los setenta cerraron el prestigiado Instituto Patria en el Distrito Federal y decidieron reformular sus planes de estudio en otros estados, al reconocer ``la situación inadecuada'' de sus colegios, en los que formaban cristianos ``sin fuerza de voluntad, burgueses y líderes capitalistas''.

Bartlett y Muñoz Ledo, condiscípulos en el CUM

El gobernador poblano Manuel Bartlett y el diputado perredista Porfirio Muñoz Ledo son ex alumnos de los hermanos maristas en el Centro Universitario México. Además lo fueron el ex procurador general de la República, Sergio García Ramírez; el ex gobernador del Banco de México, Miguel Mancera; y el ex presidente Luis Echeverría. El dirigente del Partido Acción Nacional, Felipe Calderón, cursó en Michoacán la primaria y la secundaria en el Instituto Valladolid, también de esa congregación.

En las escuelas lasallistas se educaron José Angel Gurría, secretario de Hacienda y Crédito Público, que estudió la preparatoria ahí, luego de haber pasado por varias escuelas, entre ellas el Colegio Moderno Americano, del que fue expulsado por ``inquieto''. También se educó con esa orden el ex presidente Miguel de la Madrid, que después inscribió a dos de sus hijos en el Colegio Cristóbal Colón, manejado también por los seguidores de la obra de San Juan Bautista de la Salle.

Otros funcionarios que tuvieron sus primeros estudios en escuelas privadas no dirigidas por religiosos, lo hicieron en colegios fundados hace décadas por colonias extranjeras radicadas en México.

Uno de los preferidos ha sido el Colegio Alemán Alexander Von Humboldt, que albergó en sus aulas al secretario de Energía, Luis Téllez; al subsecretario de Planeación de la SEP, Carlos Mancera Corcuera; y hasta a jerarcas religiosos como Guillermo Schulenburg, ex abad de la Basílica de Guadalupe; Carlos Warnholtz, arcipreste de ese templo; y Ricardo Watty, obispo de Nuevo Laredo. Figura en la lista de alumnos notables el secretario de Asuntos Administrativos de la UNAM, Leopoldo Paash; el analista político Federico Reyes Heroles y el periodista Julio Scherer.

En el Colegio Madrid realizaron sus primeros estudios el secretario de Gobernación, Francisco Labastida Ochoa; y el rector de la UNAM, Francisco Barnés de Castro

El ex presidente Carlos Salinas de Gortari estudió la primaria en la escuela privada Abraham Lincoln, aunque luego pasó a la secundaria 3 de la SEP y, posteriormente, a la Escuela Preparatoria número 1.

Cuauhtémoc Cárdenas cursó la preprimaria en la casa presidencial y después estuvo inscrito en varias escuelas a causa de las actividades del general Lázaro Cárdenas. Lo mismo sucedió con Diego Fernández de Cevallos, que tuvo un maestro privado para primaria y secundaria, mientras el bachillerato lo estudió en el Instituto de Ciencias de Guadalajara, a cargo de los jesuitas.

Colegios biculturales y bilingües, la nueva moda

En aquel entonces, los colegios a los que hoy asisten los hijos de personajes públicos, sus nietos o familiares no existían o estaban lejos de su alcance económico. A los hijos del presidente Ernesto Zedillo -Carlos y Nilda Patricia- les tocó educarse en el Colegio Green Hills, lo mismo que a los nietos de Gustavo Díaz Ordaz.

En el Liceo Mexicano Japonés, un colegio bicultural de los menos antiguos, están inscritos los hijos del secretario de Educación Pública, Miguel Limón Rojas, y lo estuvieron los del ex presidente Carlos Salinas de Gortari. En el Merici, la hija del gobernador de Yucatán, Víctor Cervera Pacheco y una hermana de Emilio Azcárraga Jean, mientras en el Grupo Alexander Bain, un hijo de Rubén Figueroa, ex gobernador del estado de Guerrero.

Desde mediados de siglo otros colegios comenzaron a sumarse a la oferta educativa para niños pudientes. Entre ellos el Greengates School y el Grupo Alexander Bain, y en la década de los sesenta los colegios Suizo, Peterson y el Vista Hermosa. Para los setenta aparecieron el Anne Sullivan, los colegios Oxford y el Centro de Educación y Cultura del Ajusco ambos controlados por los Legionarios de Cristo; el Eton y el Instituto Tomás Jefferson, así como el Anglo Montessori. Y los más recientes son el Colegio Ovide Decroly, el Oak Tree y el Instituto Westhill.

Las atracciones de estos colegios son sus instalaciones y programas en dos y hasta cuatro idiomas, grupos de entre diez y 25 alumnos, modernos métodos de enseñanza, maestros extranjeros, asignaturas especiales de valores y moral y estudios reconocidos en México y en otras naciones como Estados Unidos, Alemania y Japón.

Atraídas por una clientela adinerada, las escuelas se instalaron en las mejores zonas residenciales. Las más modernas escogieron la delegación Cuajimalpa: Santa Fe, Vista Hermosa, Lomas de Vista Hermosa, Bosques de las Lomas, el Contadero y San José de los Cedros. En el estado de México se asentaron en Lomas Verdes, Los Alamos, Hacienda de Santa Mónica y Bosques de Echegaray. Otras eligieron antiguos barrios de familias prósperas: San Jerónimo Lídice, Polanco, Chimalistac, San Angel, Tlalpan, San José Insurgentes y Del Valle.

Santa Fe: de cómo los basureros se

transformaron en exclusivos colegios

En una loma de la colonia Santa Fe, que hasta hace diez años era la mayor extensión de tiraderos de basura del Distrito Federal y en el salinismo se convirtió en símbolo de la modernidad arquitectónica, se aprecia un edificio monumental, mezcla de estilos victoriano y griego. Las letras doradas que aparecen en lo alto de la construcción lo identifican como el Instituto Westhill, fundado por la familia Talayero en 1992 como una ``escuela americana'' acreditada en los sistemas mexicano y estadunidense.

Tras la gran reja que lo separa de la calle Prados de la Montaña -a medio pavimentar- hay un terreno de casi dos hectáreas con helipuerto, alberca olímpica, canchas de tenis, de basquetbol y de voléibol; biblioteca con una ``gran colección de libros contemporáneos'', gimnasio, una moderna cafetería y guardias de seguridad las 24 horas del día.

Los más de 350 estudiantes de entre tres y 18 años que estudian en el Westhill llegan en ostentosas camionetas y en automóviles deportivos, algunos de ellos seguidos muy de cerca por guardaespaldas, que aguardan las cinco horas de clases en el estacionamiento.

Entrar a los salones, con cupo limitado para diez alumnos, es perderse en diminutas torres de Babel, donde los estudiantes pueden hablar tanto su idioma natal como el inglés, principal lengua de enseñanza. Sus nacionalidades: 36 por ciento, mexicanos; 36 por ciento, estadunidenses; 3 por ciento, canadienses; 0.4 por ciento, alemanes; 0.4 por ciento, ingleses; y el otro 20 por ciento, de diversos países.

Oferta de calidad, pero no al alcance de todos

Por un mes de estudios en el colegio más barato se pagan no menos de mil 500 pesos, sin contar los cobros extras y las inscripciones. El Colegio Eton, ubicado en las Lomas de Chapultepec, cobra de inscripción entre 2 mil 500 y cuatro mil pesos, y las mensualidades van de mil 800 pesos a 3 mil pesos, según el grado que curse el alumno. Existe una tarifa adicional de 3 mil pesos por el costo de materiales y servicios; otra para libros, de entre 700 y dos mil pesos; transportación, 600 pesos; actividades atléticas, 300 pesos. Y para el bachillerato cobra más de mil pesos por la incorporación a la UNAM.

En el extremo de los colegios costosos se encuentran el Westhill y el American School Foundation, que se anuncian en un directorio de escuelas bilingües con colegiaturas que van desde 4 mil hasta más de 6 mil pesos mensuales, según el nivel escolar del que se trate. Los niños que van al ``americano'', como se conoce al segundo, pagan al ingresar una cuota única de inscripción de 15 mil pesos, mientras en preescolar es de más de 3 mil mensuales; en primaria, 4 mil 500 y en secundaria y preparatoria casi 5 mil pesos.

El poder económico de su clientela les permite plantearse metas como las del American School Foundation, que promueve una campaña para recaudar 10 millones 450 mil dólares, destinados a la construcción de un centro de las artes, dotarse de tecnología de vanguardia e incrementar un fondo de ayuda financiera.

Su empresa quizás parezca excesiva, si se toma en cuenta que el gobierno gastará esa cantidad para construir más de mil espacios educativos oficiales. Pero no es así, entre 1991 y 1995 la American School Foundation invirtió 5.8 millones de dólares en mejoras al jardín de niños, a la secundaria y a la preparatoria, y en remodelar la alberca y el sistema eléctrico y de calefacción.

En la educación privada los padres invierten en una formación más sólida para sus hijos, con reconocimiento social y rica en disciplina y valores, considera el presidente de la Confederación Nacional de Escuelas Particulares, Salvador Valle, que representa a casi 4 mil 500 escuelas, de las cuales, dice, sólo 1 por ciento atiende a ``niños muy ricos''.

Entre los directivos de los colegios más antiguos hay otra opinión. Alejandro Pérez Pascual, responsable del Colegio Madrid, dice que hay instituciones con muy alto rango académico y que además tienen un compromiso social,``pero también hay las que ven a la educación como un negocio, y hay que diferenciarlas''.

Cuando Monica Crenier, directora del Colegio Alexander Bain escucha la palabra costo se sonroja y rechaza dar información sobre las colegiaturas y la inscripción. ``No acostumbramos hacerlo público'', justifica.

Y es que desde esa fecha el incremento de colegiaturas no se vigila. Existe un acuerdo que compromete a los colegios a avisar con anticipación del aumento de colegiaturas y a hacer una especie de consulta con los padres de familia, pero, dice el subprocurador de Quejas de la Procuraduría Federal del Consumidor, Manuel Fernández, ``no podemos controlar los precios, y es bueno, porque eso provocaría desabasto''.