Arturo García Hernández Ť México 1968: los ecos de un año.
Enero arranca con optimismo desbordado. La patria se prepara con anticipado espíritu festivo para el gran acontecimiento: los XIX Juegos Olímpicos, los primeros a realizarse en un país latinoamericano. Seremos anfitriones del mundo. Excélsior, todavía digirido por Manuel Becerra Acosta padre, editorializa el 2 de enero: ``Como ascua de esperanza lució la Ciudad de México en los primeros minutos de 1968, Año de la Paz, Año de México... que nadie retroceda en estos sanos propósitos de año nuevo''... Quién lo dijera.
A propósito del 30 aniversario del movimiento estudiantil de 1968, la disquera Universal Music ha editado un disco conmemorativo de dicha efemérides: 1968. Los ecos de un año, especie de sound track de una generación, recopilación de algunos de los himnos que acompañaron a aquellos jóvenes que en México y el mundo cambiaron --pocas veces tan atinado el lugar común-- ``el rumbo de la historia''.
Pero el álbum es más que una simple antología de las rolas (en inglés y español) del momento. Alcanza dimensiones de documento al intercalar fragmentos de los discursos políticos de varios de los protagonistas centrales del 68 mexicano y reproducir spots publicitarios, cortinillas de las estaciones de radio y crónicas deportivas de la época. Es un entrañable y aleccionador collage resultado de una puntual investigación musical, iconográfica y hemerográfica. El objetivo: ``Preservar y difundir la memoria de aquellos tiempos a través de la música, los sonidos y los mensajes que se generaron en todo el mundo''.
Al disco lo acompaña un cuadernillo con una relación e iconografía alusivas a los hechos más significativos del año, además del movimiento estudiantil en sí: la moda, el cine, los avances tecnológicos, la televisión, los movimientos contraculturales en otros países, la economía, los libros, y todo lo que formaba parte del universo social y cultural de la época.
En lo musical, 1968. Los ecos de un año recoge Born to be wilde, el canto de batalla de Stepenwolf, recogido después en la cinta Esasy rider. No faltan el Sky pilot de Erick Burdon (quien en 1968 se presentó en México), Summertimes blues, de Blue Cheer; Yo, tú y las rosas en la melosa versión de Los Piccolinos, el cover de Roberto Jordán a Hazme una señal, pero también la trepidante Piece of my heart, con la bruja cósmica, Janis Joplin y la Big Brother Hold Company. Por ahí aparecen Simon y Garfunkel con Mrs. Robinson, tema musical de la película El graduado; Nobody but me de The Human Beings, lo mismo que Somos novios, de y con el joven Armando Manzanero, y La novia de México, Angélica María, surge cantando Cuando me enamoro, y Raphael asesta Mi gran noche.
La parte testimonial del álbum contiene fragmentos del célebre discurso del rector de la UNAM, Javier Barros Sierra (``... Hemos demostrado al pueblo de México que somos una comunidad responsable, que defendemos la autonomía...''); encontramos la afectada retórica del entonces secretario de Gobernación, Luis Echeverría Alvarez (``...Y que esta lucha, la que señala la Constitución, se realiza dentro del marco de lealtad de las fuerzas armadas''), y aquellas palabras pronunciadas por Gustavo Díaz Ordaz durante su Informe de Gobierno de 1968, que anticipaban la matanza de Tlatelolco: ``Hemos sido tolerantes hasta excesos criticables, pero todo tiene un límite. No podemos permitir ya que se siga quebrantando irremisiblemente el orden jurídico como a los ojos de todo mundo ha venido sucediendo''.
Para recordar o conocer: 1968. Los ecos de un año.