Renato Ravelo Ť Cinco respuestas a igual número de preguntas que nunca se le plantearon a Alejandro Fernández en su primer concierto del Auditorio Nacional, mismo que estuvo sumamente emotivo, con hartos gritos de mujeres, una solitaria pantaleta en el centro del escenario, sin lágrimas, sin daños al recinto y con ese sabor mexicano que el Potrillo de su papá le sabe impostar en la voz.
Deme tres pesos, dice el revendedor: el concierto inicia, el boleto cuesta 320 pesos y el representante de la economía informal está por perder una inversión. En la puerta de prensa también sobran muchos boletos. Rara cuestión, porque al entrar a la sala de conciertos la gritería indicaría, si se cierran los ojos, que tiene sobrecupo e incluso al abrirlos cuesta trabajo distinguir un lugar vacío.
Respuesta: una fanática es un espíritu en varios cuerpos y adopta la forma del recinto que la contiene para siempre parecer a punto de reventar, ya que el ídolo no puede dejar de sentirse abrumado.
Alejandro Fernández usa pistolón, traje negro, lleva el pelo engominado hacia atrás. Su rostro de perfil es como dos paralelas que se unen, una de las líneas es su escasa frente, la otra su leve prognatismo, el rombo que resulta de ambas es cruzado por casi una sola ceja, y esta combinación le da a su rostro una intensa capacidad de expresión.
Respuesta: los gestos del Potrillo son un resumen en la medida de lo posible de Pedro Infante (que tenía a su favor una gran frente), Jorge Negrete, el caballo (su papá para quien no entienda) y, en los momentos más fallidos, Tin Tan.
En el escenario, Alejandro Fernández explota la libido de las mujeres, con la delicadeza de quien declara, a ese espíritu en muchos cuerpos, que es la mitad que le faltaba, le pide ``abrázame'', con la contundencia de ser el único charro mexicano moderno (si eso no fuera una contradicción), con el don de una tersa voz que no se esfuerza mucho, porque cierta impostura le funciona.
Respuesta: los novios valientes que acudieron en compañía de la prenda amada tienen que soportar esto con una mustia sonrisa. Uno de ellos, ilusionado de que la dueña de su corazón ha entendido lo incómodo que es escucharla inventado piropos (``¡papachurro!''), ve la mano de ella que se acerca a la de él, pero solamente para quitarle los cacahuates, que gritar cansa.
El Potrillo Fernández se aplica y ofrece una intensa versión de A mi manera (no se volvería a aplicar sino al final con México lindo, Las llaves de mi alma y Por tu maldito amor). Eso hace pensar que no es solamente un intérprete que busque la vena nacional, o quizás la más profunda, la del machismo arraigado que grita ``va pa' todas las prietas'', o canta ``no hay cabrón que no haya llorado por una mujer'' o hace un ligero seseo por aquello del complejo por lo español (lástima que no esté presente la detractora de Alejandro Fernández a la que nunca se le pudo demostrar que ``como quien pierde una estrella'' tiene un coqueteo de cante jondo), o de plano confiesa que ``todas tienen de mi mal mi medicina'' y mueve el bote para hacer gemir a esa alma en varios cuerpos que son terribles, alocadas, pero que desde sus asientos --solamente una intentó acercarse y sólo una envió las llaves de su alma en forma de prenda íntima-- gozan el caballeroso machismo de Alejandro.
Respuesta: no hay mayor amor en el hombre que aquel que siente por el amigo, quien no ha sido tentado (como en el video que acompaña a Si tú supieras) por una de las novias del amigo y ha rechazado, no tiene derecho a cantar mujeres tan divinas, a gritar Mé-xi-co cuando Blanco meta gol, a tomar tequila Don Julio y a ingresar al siglo XXI orgullosamente mexicano y bilingüe.
Los más tersos recuerdos
Alejandro Fernández importa del imaginario colectivo los más tersos recuerdos de algo que casi nadie de los presentes ha vivido, a no ser en el cine. Su padre usufructuó eso, dominó el mercado, pagó para que nadie más fuera tocado, pero llegaba solamente a una capa poblacional, ¿quién después de los Fernández? (hace un par de años en un concierto similar, pero de Vicente, fue presentada una joven promesa, Azucena. En éste fue presentada como promesa a secas). Alejandro Fernández también imposta lo que del pasado trae para crear otro imaginario, juvenil pero respetuoso de los mayores: ``Soy el hijo del mejor de los mejores'', canta y se despide... ``ya se va el potrillo''.
Respuesta: En la imagen de Alejandro Fernández el importador e impostador de los deseos nacionales, el que recorre la ruta típica que va de la Serenata Huasteca a De qué manera te olvido, con residencia en Los Angeles, se asoma una propuesta: si se enviara a la luna una nave con un representante de cada país, por si se acabara el mundo, deberíamos mandar al Potrillo para conservar lo mejor de ser mexicano.