Anoche soné con la Alambra y me sentí transformado. Me olvidé del presente, y sólo recordaba el pasado. Sus viejos maratones me traían a la memoria recuerdos de tardes de amores y toros y noches de flamenquería. Recuerdos que se albergaban ocultos en sus ruinas. Ocultos como nidos de golondrinas. Y qué infinito me parecía su horizonte en los límites insaciables del sueño. En el que brotan los abundosos cauces y la fértil vega que el agua de las nieves delicuescentes riega.
La Alambra policromada, donde quedó el ambiente voluptuoso que vino del Oriente y se llenó de graciosos ajimeces tallados artesones, estanques reflejadores de torres invertidas que se yerguen al cielo y se apartan en soberbias de la tierra, batidos por los aires norteños de la sierra. Atalayas fuentes y balcones a los que la hiedra acaricia y embecelle y es hiedra trepadora que por los muros crece y abraza a lo vetusto, ciñiéndolo; lo mismo que la morena rendida al erotismo, se entregaba a la vejez mañosa.
¿Y el agua cristalina que bulliciosa juega huyendo de la altura pata buscar la vega? Al igual que el agua quemada que bulliciosa se escapa de los muslos femeninos (que decía O. Paz) huyendo de la altura para buscar del hombre su virilidad.
Burbullo deleitante cuya hipnótica melancolía barbota los secretos femeninos, burbullo que la búsqueda fugaz es el aliciente del encuentro del monte en cruz, nos canta dulcemente, desde el regazo, serpenteante, en cascada invisible, pero húmeda. Remanso silencioso que canta música gitana. que brota del agua cristalina y refleja lo azul del firmamento y vibra al roce de la piel el singular acento fugaz y quizá sólo imaginado.
Agua caliente que de los femeninos muslos se escapa, salta por riscos y bosques, fluye por cascadas torrenciales, no la detiene nadie y es la vida en el día de la muerte que anuncia la resurrección cotidiana. Agua de heroicas contiendas mágicas de amores, que en sueños me lleva a un paseo que se vuelve presente, se me escapa y en su jardín me hace sentir transformado en la escucha de la zambra que vibra por patios y plazas de toros, en tardes sangrientas.